España - Cantabria
Perianes se gusta con Goyescas
José Amador Morales
Para la
septuagésimo segunda edición del Festival Internacional de Santander se ha
contado con el regreso de Javier Perianes tras su integral de los conciertos de
piano de Beethoven bajo la dirección de Juanjo Mena en 2019. Bajo el título
“Centenario Alicia de Larrocha”, el repertorio escogido homenajeaba a la genial
pianista española que, según las interesantes notas del programa de mano, fue
escuchada por primera vez en 1944 en la capital cántabra, que volvería a
visitar hasta en ocho ocasiones más desde 1957, ya en el contexto de este
festival.
Perianes dio comienzo al recital atacando la única composición que Manuel de Falla dedicara a la guitarra, su Homenaje ‘Le tombeau de Claude Debussy’, aquí ofrecida evidentemente en su versión para piano con inusitado potencial evocador al tiempo que como adecuada introducción a las las siguientes tres piezas de Debussy. Estas consistieron en La soirée dans Grenade, La puerta del vino y La sérénade interrompue, poniendo de manifiesto de esta manera las relaciones compositivas entre ambos compositores así como el elemento granadino que directa o indirectamente destilan dichas partituras. No en vano, la primera de ellas -La soirée dans Grenade- es citada directamente por Falla en la obra que abría el recital.
Tras incrementar la intensidad con el contraste rítmico no exento de virtuosismo de El Albaícín de Albéniz, Perianes finalizó la primera parte con una personalísima y temperamental Fantasía Bética en donde lució su particular complicidad con el sustrato popular de la obra, con lo jondo, un atinado refinamiento y una musicalidad desbordante.
Pero sin duda,
lo mejor de la velada fue servido a la vuelta del descanso con una lectura de
las Goyescas de Enrique Granados francamente inolvidable. A la conocida
y exquisita sensibilidad del intérprete, se unió aquí un fino y extraordinario
sentido del color, con claroscuros mediante los cuales generó un contraste
expresivo fascinante. Fue así como desgranó una a una las seis piezas que
componen la maravillosa obra de Granados, otorgando a cada una su personalidad
indiscutible. Desde el aire dieciochesco de “Los requiebros” hasta el rasgueo
guitarrístico del registro grave en “Coloquio de la reja”, pasando por el genuino
aje de “El fandango del candil”, la gracia ornamental y el embeleso
evocador de “La maja y el ruiseñor” o la expresión dramática servida a través
de la sutileza del juego dinámico y agógico en “El amor y la muerte”, para
culminar con la hondura insondable de una “Serenata del espectro” plagada de sutilezas
descriptivas de carácter impresionista.
Ante los aplausos de un público entusiasmado, Perianes volvió a Falla regalando una Serenata Andaluza y una Danza del fuego marcas de la casa. A la primera de ellas dotó de un pellizco expresivo en el fraseo realmente hermoso; y la segunda fue ofrecida con su acostumbrado ímpetu y un impulso hipnótico incluso apreciable en su postura corporal frente al teclado, rematándola de forma enardecida con sus clásicos golpes de pedal en los acordes conclusivos.
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