Rumanía
Festival EnescuAlgo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul
Beatriz López Suevos
Fazil Say (Ankara, Turquía, 1970) es un pianista fascinante, aunque a veces no sea tarea sencilla describir en qué consiste esta fascinación. Su defensa de la libertad de expresión en Turquía y su oposición a los fundamentalismos religiosos, unido en general a su experiencia vital, son sin duda un elemento de esta fascinación. Su musicalidad y capacidad técnica al teclado son sin duda otro elemento importante. El hecho de que no se prodigue como concertista y sea difícil asistir a uno de sus conciertos contribuye sin duda. Incluso sus gestos al piano -a veces parece que se está dirigiendo a sí mismo como si fuera director de orquesta al tiempo que solista-, sus ocasionales fallos de notas y sus muecas contribuyen a su 'leyenda'.
Pero creo que el programa de este concierto puede explicar perfectamente por qué el público se vuelca con Say, y sin duda se vuelca: de los conciertos a los que asistí en esta edición del Festival Enescu (catorce en cuatro días, creo) este fue sin duda el que creó más expectativa, donde más prisa tenía la gente por ocupar su butaca, y el único en el que estaban ocupadas todas las localidades de la sala.
A primera vista las obras elegidas para su presentación no parecían 'encajar': seis obras de Debussy, la Appassionata de Beethoven, un Bach/Liszt y cuatro obras suyas que tocó casi mezclándolas entre sí, de modo que apenas se identificaban. Y de algún modo todo el concierto fue coherente ¿Cuál era el hilo conductor? Pues ninguno, excepto el propio Say.
Con esta introducción podría pensarse que Say es un pianista de esos que se toca a si mismo, firme quien firme las obras que toca. Pero no es así en absoluto. Cada uno de estos cuatro compositores sonó a sí mismo, y muy distintos entre sí.
El Debussy de Say es muy interesante, porque no se limita a ensimismarse en el precioso pianismo de Debussy, sino que parece buscarle un sentido a las obras, de modo que La danse de Puck -una de las mejores versiones que he oído- refleja a un Puck tan travieso como avieso, La cathédrale engloutie no se ve tranquilamente desde la orilla sino que te obliga a sumergirte casi sin respirar, y el Clair de lune es lento y soñador, pero en absoluto amanerado y provocó ya algunos bravos.
Después de las seis piezas de Debussy, Say interpretó cuatro composiciones suyas -New Life Sonata, Sound, Nazim, y Black earth- casi sin separarlas entre sí, de modo que aunque eran muy distintas se acabaron convirtiendo en un bloque unitario que mostró los diferentes recursos compositivos de Say. La New Life sonata (2021) tiene los tres movimientos convencionales pero la unidad es dada por la repetición de recursos y sonoridades tanto o más que por los contrastes melódicos o los tempi. Lo más atractivo de ella es cómo mezcla un lenguaje contemporáneo con la libertad de una improvisación jazzística, y sobre todo los frecuentes pasajes en los que ataca a las cuerdas del piano en la propia caja de instrumento combinándolos con un uso atípico del pedal que también produce efectos peculiares cuando toca sobre el teclado. Incluso en ocasiones toca con una mano las teclas y con la otra dentro de la caja del piano, o suenan las mismas notas tocadas dentro y fuera del piano.
Recursos similares de combinar mano izquierda directamente en las cuerdas y mano derecha en el teclado, o hacer la sordina directamente dentro de la caja del piano, apareció también en la última obra del grupo: Black Earth op 8 (2007), una de sus composiciones para piano más premiada. Black Earth es una buena muestra del estilo compositivo de Say, puesto que en sus movimientos extremos juega a imitar algunos efectos del saz (un laúd turco) y hace una improvisación sobre la canción turca Kara Toprak de Aşık Veysel (1891-1973) -a quien está dedicada la pieza- mientras en los movimientos centrales combina jazz, piano romántico europeo y folklore, usando un lenguaje más convencional.
Nazim para piano solo (2005) se publicó en su editorial habitual Schott en 2007 como primera de sus Tres baladas, pero el tema fue utilizado anteriormente por Say en 1995 como la primera de sus Dos baladas románticas para piano y orquesta de cuerda y formó parte de su oratorio homónimo, Nâzim Oratoryosu op 9 (2001, revisión 2012), sobre textos de Nâzım Hikmet. No conocía la obra Sound y tampoco la localicé en el catálogo de Fazil Say, así que quizás se trate de una obra nueva que aún está 'probando', porque Say a veces toca obras suyas en concierto antes de haberlas finalizado -y por supuesto editado- para 'pulirlas' con el público. Por momentos me recordó obras de la música ambiental o minimalista de los años 1990 (Steve Reich, etc.). En medio de dos obras más potentes como la New Life Sonata y Black Earth, Sound y Nazim quedaron desdibujadas y fueron casi como unos intermedios suaves, algo 'efectistas'.
La Sonata para piano nº 23 en fa menor op 57, 'Appassionata' de Beethoven significó un contraste grande con estas obras de Say. En algún momento incluso me pareció que era un pianista distinto el que estaba al teclado. Su enfoque de Beethoven es al tiempo fiel a las indicaciones de la partitura y a la tradición, incluyendo la de los pianistas que a principios del siglo XX aún habían tenido una relación casi directa con los alumnos y continuadores de Beethoven y grabaron sus obras dejando un legado imprescindible. Esto no se contradice con las afirmaciones de Say de que: "Cuando interpretamos las obras de un compositor, necesitamos permanecer fieles a ella. En otras palabras, necesitamos sentirnos como compositores. Las composiciones deben ser interpretadas con la misma frescura que si fueran obras musicales totalmente nuevas que acabaran de ser creadas".
En 2020, coincidiendo con el 250 aniversario de su nacimiento, Say publicó en Warner Classics una integral de sus Sonatas para piano, aunque la 'Appassionata' la había grabado ya anteriormente (Mirare, 2005). En diversas ocasiones Say ha declarado su gran admiración hacia Beethoven, un compositor que considera adelantado a su tiempo, y especialmente hacia sus Sonatas: "un texto sagrado para los músicos".
Personalmente aún no tengo claro si me gustó todo lo que hizo en la Sonata nº 23, especialmente en el segundo movimiento, que enfoca de un modo lento y meditativo al principio, pero luego se convierte en un juego más rítmico que melódico, con varios planos dinámicos distintos que crean 'demasiado' contraste. De hecho por momentos me recordaba más a las últimas sonatas de Beethoven que a las de la etapa intermedia a la que pertenece esta Appasionatta (1804-6). Cuando ya estábamos sumidos en la instrospección, Say atacó el tercer movimiento de un modo muy rápido y decidido, pero con un fraseo maravilloso, manteniendo las largas frases con un uso preciso del pedal de modo que se mantuviera la ligereza y coherencia interna de la sonata, sonando a la vez en la tradición rusa, germana ... y propia.
El Preludio y Fuga para órgano en la menor BWV 543 fue otra pequeña joya y aunque se anunciaba como la transcripción para piano de Franz Liszt, Say introdujo más cosas en su versión, entre otras cosas porque un músico de la segunda mitad del siglo XX o del XXI ya no puede tocar a Bach sin ser consciente de los movimientos históricamente informados, y en la interpretación de Say había una sonoridad que sin ser clavicembalística tampoco era el virtuosismo pianístico de las transcripciones de Liszt ... y las ornamentaciones eran perfectamente 'puristas'.
Al final del recital, y como propina, Say ofreció sus propias Summertime Variations (2005), donde suena no sólo Summertime sino también otras melodías de Gershwin aunque sólo sean alusiones fugaces (I Got Rhythm). Fue un maravilloso final del concierto ... y para mí también del Festival Enescu 2023, ya que apenas dos horas después emprendí el regreso a casa.
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