Austria
Festival Herbstgold en Austria-Hungría (I): ‘Acide’ de Haydn
Agustín Blanco Bazán

En 1978 visité por
primera vez Eisenstadt, entonces un pueblo algo moribundo a minutos de la
cortina de hierro. Allí volví hace unos días y ... ¡Felix Austria … Felix Hungría!
Eisenstadt es hoy una ciudad vibrante, en una nueva Austria-Hungría bajo el
pabellón de la Unión Europea. Y un mundo diferente a esos germano- alpinos
Salzburgo o Innsbruck. Porque en Eisenstadt todo es bilingüe por derecho propio
y en lugar de los refugiados mustios y los aldeanos pobres de hace cuarenta y
cinco años todos son hoy prósperos europeos, germano o húngaro-parlantes.
Es en este marco que,
como preludio al otoño, tiene lugar el séptimo festival Herbstgold (literalmente, “Otoño dorado”), con quince días de
ópera, conciertos, y recitales de lied, este año entre el 9 y el 24 de
septiembre. La sede del Festival es el celebérrimo palacio Esterházy,
enriquecido no sólo por Haydn, por muchos años el compositor residente del
lugar sino también por Mozart, Beethoven, Schubert y Liszt.
Director artístico del
Festival es Julian Rachlin (Vilnius, 1974), un reconocido violinista hoy cada
vez más dedicado a la dirección orquestal (leer entrevista adjunta). La
orquesta del Festival es la Chamber
Orquestra of Europe, y este otoño dorado incluye, junto a Rachlin como
director de orquesta y solista, a
artistas como la soprano Lucy Crowe, Angelica Kirschlager y Andrés Orozco
Estrada al frente de la Filarmónica de La Scala.
Una Festa
teatrale
En mi caso asistí a una
representación de Acide en la
legendaria Haydnsaal del palacio. Es
una sala rectangular enorme y de acústica fresca y lubricada, húmeda, particularmente apta para la
música instrumental y con alguna reverberación para la voz humana que creo
aumenta la espontaneidad comunicativa entre los artistas y el público
Haydn se animó a decir
que esta Festa teatrale, compuesta
para la ocasión del matrimonio de un Esterházy con una chica también de la
nobleza, era su primera ópera y para juzgar esta atrevida conclusión, es
preciso evitar comparaciones. Porque ya se sabe que a Haydn no se lo puede
comparar con nadie, pero … ¡tal vez sí! Hace unos años vi una Festa teatrale compuesta por el joven
Glück para que las hijas de María Teresa se lucieran cantando un aria detrás de
otra y confieso que me aburrí bastante. No así con Alcide, un simplísimo relato escénico sobre el amor de Acide y
Galatea y los celos del cíclope Polifemo que mata a Alcide para quedarse con
Galatea. Esta se muere de amor, pero allí está la ninfa Glauce, a cuyo pedido
la divinidad Tetide resuscita a Acide y ... ¡final feliz!, con un doble dúo, el
de los amantes y el de Glauce y Tetide, engarzado en un cuarteto final como
coda.
Para esta representación
los regisseurs optaron
inteligentemente por una simpleza consistente en una gran tarima con el juego
escénico a la izquierda contra un telón de fondo de impresionismo abstracto que
contrastó con un ingenioso vestuario intemporal, con evocación barroca de tules
y colores vivos, pero sin estilo definido. La excelente orquesta Barruco, se
ubicó a la derecha de la misma tarima.
En este marco el concepto
de “Festa teatrale” fue actualizado con una regie de personas tan ágil y
coherente como la partitura para voces y comentario orquestal de Haydn.
Sabiamente, los regisseurs optaron por una visión naïve con un Polifemo caricaturizado como sin cabeza y portando su
único ojo como una enorme linterna.
Christoph Filler cantó al
villano con excelente impostación y expresivo fraseo. Frente a él, Jan Petryka fue
un Acide particularmente inspirado en su aria de entrada La beltà, che m’innamora, un magnífico allegro moderato para dos oboes, trompas y
cuerdas, la misma instrumentación en la cual la excelente Gauce de Elisabeth
Breuer desarrolló su límpida coloratura en Perché stupisci tanto. Con buen timbre y genial expresividad
cómico dramática ayudó Elisabeth Wimmer (Galatea) a acentuar las
alternativas de farsa y tragedia admirablemente balanceadas en la obra, y
también Cornelia Sonnleither convenció con afirmativo pathos como Tetide, el
hada buena que termina solucionándolo todo.
Un elemento decisivo para
unificar la dramaturgia de esta obra fragmentada y sin versión definitiva fue
la inclusión de un narrador a cargo de Cornelius Obonya, un reconocido actor y regisseur en países de habla alemana,
que aparte de comentar sobre lo que estaba ocurriendo interactuó con los
cantantes y el público con miradas irónicas, gesticulación descriptiva de la
acción dramática y hasta pasos de danza. Con ello, esta Festa teatrale para la nobleza se transformó mágicamente en un Singspiel que la partitura no hizo sino
realzar con una excelente obertura y comentarios orquestales ágiles y
perceptivos.
La versión incluyó
fragmentos de la Sinfonía nº 12 de Haydn, y todos los números fueron
cincelados por la Orquesta Barruco y su director Heinz Ferlesch con una
sensibilidad relajadamente natural y expresiva.
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