Francia
El nacimiento de un Festival
Francisco Leonarte

Siempre es
emocionante asistir al concierto inaugural de un primer festival de
música. Máxime cuando, lejos de todo ribombori, el concierto tiene
lugar como una reunión de amigos músicos que pasan un buen momento
juntos, en un ambiente distendido, al aire libre, al final de un
caluroso día de septiembre, en un hermoso lugar, ante las murallas
de Denée, localidad al pie del caprichoso río Loira, cerca de Angers.
La cosa tiene mérito, mucho mérito, cuando además sabemos que se trata de una iniciativa privada: Dominique Denis, mecenas y melómano, propietario del lujoso hotel Loire et Sens, se ha liado la manta a la cabeza y ha decicido crear este festival empezando por llamar a su amigo Michel Lethiec, prestigioso clarinetista que estuvo varios años al frente del festival de Prades. Y el cultísimo y simpatiquísimo Michel Lethiec, a su vez, ha echado mano de sus magníficos contactos, y hete aqui reunidos a un puñado de intérpretes a cada cual mejor.
¡Ojalá todos los propietarios de hoteles de lujo tuviesen la cultura, la sensibilidad y los arrestos de Dominique Denis y se embarcasen en aventuras tan ricas, tan exaltantes, como este Musicales de Loire et Sens!
Un programa popular y variado
Para este concierto inaugural, los organizadores optaron por músicas festivas (músicas de buena onda): de Mozart a Berstein, pasando por Bizet, buena parte de las melodías estaban en el inconsciente colectivo. Así que el público disfrutó (creo que algunos hasta tararearon: ventajas de estar al aire libre ...). Todos admiramos la inteligencia de escritura de Mozart (hasta en músicas supuestamente de entretenimiento como son sus serenatas), apreciamos el sentido del humor de Beethoven en sus variaciones, reímos todos con las bromas de Hindemith (que los Talich interpretaron con gran seriedad, como si de auténticos errores se tratase, cosa que los hacía todavía más divertidos), y casi hasta batimos palmas (no, no llegamos a tanto, pero casi) con la Folk suite de Machala, con todas esas melodías que tántas veces hemos escuchado en las películas históricas estadounidenses.
Interpretación de mucha altura
Claro, «ambiente distendido», «aire libre», «programa variado y popular»... A algunos de ustedes, melómanos de pro, ya les está entrando miedo -y puedo entenderlo-.
No padezcan.
Es cierto que no hubo siempre una total perfección en ciertos pasajes comprometidos (muy comprometidos), porque el aire libre tiene eso, bichitos que vuelan y se posan donde no toca, manos humedecidas por el calor, distracciones por ruiditos y por otros estímulos naturales propios de una tarde de verano ... ¿Y qué? La calidad de todos y cada uno de los intérpretes era tal que un defectillo por allí o por allá es verdaderamnte lo de menos. Así que hubo algo mucho más importante. Hubo Música.
Hubo música de la que brota cuando, a partir de partituras hermosas, un conjunto de amigos instrumentistas de altísimo nivel deciden disfrutar tocando.
Y de paso, el público disfruta también. Y mucho.
O sea que, ¡Larga vida al recién nacido festival Les Musicales de Loire et Sens!
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