Reino Unido
La Forza del vibrato
Agustín Blanco Bazán
La primera reposición de la puesta de Christoph Loy para La forza del destino estrenada en el Covent Garden en el 2019 permitió al público londinense apreciar una genial dirección orquestal a cargo de Mark Elder. Sus tiempos fueron moderados pero intensamente apoyados en sforzandi de formidable graduación. Y su interpretación del sinfonismo de esta obra madura de Verdi fue inteligentemente dosificado: todos los detalles de orquestación, incluidos algunos magníficos trémolos de cuerdas e intenso fraseo en las maderas de viento, fueron proyectados sin perder la urgencia y el arrebato del incomparable pulso verdiano. Y eso que tuvo que lidiar con un equipo de cantantes más bien mediocre, algo que no hizo sino incrementar su profesionalismo para apoyarlos y evitar mayores desfases.
El momento más dramático en este sentido fue cuando Etienne Dupuis pareció perderse al final de “Egli e salvo oh gioia inmensa”. De alguna manera, Elder logró reencauzarlo y hacerlo callar justo para insertar a tiempo la coda orquestal. Dupuis, llamado a reemplazar a Igor Golovatenko, fue una elección errónea, típica de esos errores de selección en que frecuentemente cae el Covent Garden cuando de cantantes italianos se trata. Porque Dupuis es un barítono más bien martin o ligero, más apropiado para Mozart, y sin el apoyo o la densidad de registro medio requeridos para frasear con mordente los legati de su rol.
Como Leonora, Sondra Radanovsky gritó y ensordeció con un constante y agresivo vibrato durante toda la función. Solo en “La vergine degli angeli” su malogrado timbre pareció aplacarse para lograr un fraseo entendible y un color luminosamente bello. Durante el COVID, esta y otras sopranos lanzaron en los Estados Unidos de América un programa web muy gracioso llamado Screaming divas (Divas chillonas) ¡Pena que en el Covent Garden sonó como una de ellas! Sus gritos impresionaron a un público similarmente descontrolado en sus gritos de aprobación.
También gritó Brian Jagde, un Alvaro de voz potente y de buena densidad, heroico en su actitud frente a Carlo, pero falto de sutileza para frasear y requebrar debidamente las maravillosas frases de “O tu, che in seno agli angeli”.
En este reparto sin un italiano (con la excepción del excelente Trabuco de Carlo Bosi) se destacaron Evgeny Stavinsky como un padre Guardiano de fraseo comprensible y bien proyectado, y un Meliton que Rodion Pogossov interpretó con comicidad convincente y exenta de bufonería.
La similarmente bien fraseada Preziosilla de Vasilisa Berzhanskaya se vio beneficiada por su actuación en las escenas de conjunto.
Después de acalorar la escena con una irresistible tarantela, las comparsas se integraron a un inolvidable rataplán que Christoph Loy escenificó con una intensidad cabaretística y que Elder musicalizó con palpitante percusión y ritmo.
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