Francia

Grieg y Debussy por la Filarmónica de Radio France

Francisco Leonarte
miércoles, 4 de octubre de 2023
Camille Pépin © 2023 by Natacha Colmez-Collard Camille Pépin © 2023 by Natacha Colmez-Collard
París, viernes, 22 de septiembre de 2023. Maison de la Radio. Alice Sara Ott (piano). Orchestre Philarmonique de Radio France. Dirección, Mikko Franck. Eduard Grieg: Canción de Solveig (extraída de Peer Gynt) y Concierto para piano. Camille Pépin: Inlandsis (commande de Radio France – création mondiale). Claude Debussy: Nocturnes (Nuages, Fêtes , Sirènes).
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Tocaba el viernes ir al bonito auditorio de la Casa de la Radio, la sede de Radio France, para escuchar un grato programa Grieg-Debussy (amén de un estreno) por la orquesta de la casa y su director titular.

Como es habitual en los conciertos de Radio France, retransmitidos en directo, un locutor salió al escenario para hacer una breve presentación del concierto y sus intérpretes. Y nos dijo algo así como que la obra que se iba a estrenar mundialmente, la de la joven Camille Pépin, nos tenía que gustar porque era sobre el deshielo de los Polos Artico y Antártico, y que había que ser solidarios. Algo que a servidor de ustedes (y puede que no fuera el único) empezó por tocarle los cataplines. La «solidaridad» no se manifiesta gustándote una obra o no. Y menos en un tema tan acuciante. El comentario del locutor sonaba a hipocresía pura. Pero bueno.

 Grieg siempre funciona

Y empezó de verdad la cosa con la Canción de Sollveig, del Peer Gynt, la música incidental que Grieg compuso para el texto de su compatriota Ibsen. Canción que fue interpretada en versión puramente orquestal para, a renglón seguido, atacar el Concierto para piano del mismo compositor. ¿Que qué hacía ahí la canción sin cantante?¿Que por qué fue interpretada inmediatamente antes del concierto para piano como si prácticamente se tratase de una misma y única obra ? Pregúntenle ustedes a Mikko Franck o al maestro armero, porque servidor de ustedes no tiene ni idea. ¿Por rellenar ? Bien puede ser. El caso es que quien esto escribe iba acompañado de dos adolescentes que no supieron distinguir entre la música del Peer Gynt y el Concierto para piano. O sea que desde un punto de vista didáctico, cero patatero.

Se encargaba de la parte para piano Alicia Sara Ott que al parecer está en residencia en estos momentos en la Casa de la Radio. Atacó con brío (no es posible atacar de otra manera este concierto), bien correspondida por la orquesta que nunca la cubrió. Tanto brío que a veces se escuchaba el cambio de pedal y que en dos o tres momentos pudieron notarse pequeñas imperfecciones. Pero la musicalidad estaba, y el virtuosismo espectacular así como la suavidad en el adagio, también, con una inteligente utilización de los silencios que daban una suerte de suspense a la frase musical. Y como el piano cantaba y la orquesta también cantaba, la magia de Grieg funcionó una vez más.

Así que la joven Alicia Sara Ott agradeció los vítores del público con una Gnosiana de Satie. Tal vez podría haberse mojado con una obra que viniera más al caso o que fuera un poco más comprometida –la obra para piano de Satie, siendo muy hermosa, no es de gran exigencia técnica. Pero un bis es un bis, y a caballo regalado no le mires el diente.

Y vino el estreno mundial

A servidor de ustedes le daría vergüenza presentar lo que presentó Camille Pépin entre Grieg y Debussy. Nos quieren hacer chantaje psicológico para que nos guste, diciendo que aquello es por el deshielo de los Polos. Pero en realidad aquello se queda en nata de bote caducada cuando se compara con la sinfonía Antartida de Waughan-Williams (mil veces más evocadora y misteriosa que lo que nos sirvió Pépin) o con las invenciones constantes de Debussy en los Nocturnos que seguían (escritos más de cien años antes de que Pépin pergeñase su cosa). 

Lo de Pépin era música para serie de Netflix con tendencia a la banalidad del video-juego. Con lo cual, la Orquesta de la casa, como Institución, ha rellenado dos casillas que al parecer son necesarias (encargo a 1- mujer y 2 – menor de 35 años). Eso sí, las otras casillas (3 - originalidad y 4 - interés) han quedado cruelmente en blanco.

 Siempre nos quedará Debussy

Pero bueno, después de aburrirnos como ostra corrupta con Pépin, venía Debussy. Y eso es harina de otro costal.

Madre mía, los miembros de la Orquesta Filarmónica de Radio Francia han bebido Debussy desde que eran muy pequeñitos. Tocan sus obras como si fueran en bicicleta. Todo suena evidente con ellos, el fraseo no puede ser más «francés», las florituras más endiabladas parecen fáciles, los pasajes delicados no pueden ser más naturalmente delicados. Flauta, oboe, corno inglés, trompa, clarinete, trompeta, arpa, violín, violoncelo, todos y cada uno de los solistas merecen ser citados.

Y el sonido de la orquesta. Esa es otra. El día anterior habíamos asistido a la interpretación de una prestigiosa orquesta alemana: las cuerdas de la Filarmónica de Radio Francia suenan mucho mejor, más empastadas, dulces, cómodas en los agudos...

Mikko Franck, atento a las distintas texturas y sonoridades que Debussy inventa (ay, con qué sabiduría el arpista modera su sonido para que se funda con el de la flauta), también supo establecer tres climas muy distintos para cada uno de los nocturnos que componen el tríptico. Y si Nubes sonó evanescente, en Fiestas todo corría y jugueteaba. En Sirenas, el coro, tomando protagonismo, no sonó misterioso, sino fue coro de mujeres – de mujeres de carne y hueso, haciendo pensar por momentos en el coro de troyanas de Berlioz. Y qué bien corrían las voces, qué bien se pasaban la nota de mezzos a sopranos, qué bien timbradas...

El público respondió con calor. Y servidor de ustedes, con la música de Debussy y de Grieg en la cabeza, salió feliz del concierto.

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