Francia
Grieg y Debussy por la Filarmónica de Radio France
Francisco Leonarte

Tocaba el viernes ir al bonito auditorio de la Casa de la Radio, la sede de Radio France, para escuchar un grato programa Grieg-Debussy (amén de un estreno) por la orquesta de la casa y su director titular.
Como es habitual en los conciertos de Radio France, retransmitidos en directo, un locutor salió al escenario para hacer una breve presentación del concierto y sus intérpretes. Y nos dijo algo así como que la obra que se iba a estrenar mundialmente, la de la joven Camille Pépin, nos tenía que gustar porque era sobre el deshielo de los Polos Artico y Antártico, y que había que ser solidarios. Algo que a servidor de ustedes (y puede que no fuera el único) empezó por tocarle los cataplines. La «solidaridad» no se manifiesta gustándote una obra o no. Y menos en un tema tan acuciante. El comentario del locutor sonaba a hipocresía pura. Pero bueno.
Grieg siempre funciona
Y empezó de verdad la cosa con la Canción de Sollveig, del Peer Gynt, la música incidental que
Se encargaba de la parte para piano Alicia Sara
Así que la joven Alicia Sara Ott agradeció los vítores del público con una Gnosiana de Satie. Tal vez podría haberse mojado con una obra que viniera más al caso o que fuera un poco más comprometida –la obra para piano de Satie, siendo muy hermosa, no es de gran exigencia técnica. Pero un bis es un bis, y a caballo regalado no le mires el diente.
Y vino el estreno mundial
A servidor de ustedes le daría vergüenza presentar lo que presentó Camille entre Grieg y Debussy. Nos quieren hacer chantaje psicológico para que nos guste, diciendo que aquello es por el deshielo de los Polos. Pero en realidad aquello se queda en nata de bote caducada cuando se compara con la sinfonía Antartida de Waughan-Williams (mil veces más evocadora y misteriosa que lo que nos sirvió Pépin) o con las invenciones constantes de Debussy en los Nocturnos que seguían (escritos más de cien años antes de que Pépin pergeñase su cosa).
Lo de Pépin era música para serie de Netflix con tendencia a la banalidad del video-juego. Con lo cual, la Orquesta de la casa, como Institución, ha rellenado dos casillas que al parecer son necesarias (encargo a 1- mujer y 2 – menor de 35 años). Eso sí, las otras casillas (3 - originalidad y 4 - interés) han quedado cruelmente en blanco.
Siempre nos quedará Debussy
Pero bueno, después de aburrirnos como ostra corrupta con Pépin, venía Debussy. Y eso es harina de otro costal.
Madre mía, los miembros de la Orquesta Filarmónica de Radio Francia han bebido Debussy desde que eran muy pequeñitos. Tocan sus obras como si fueran en bicicleta. Todo suena evidente con ellos, el fraseo no puede ser más «francés», las florituras más endiabladas parecen fáciles, los pasajes delicados no pueden ser más naturalmente delicados. Flauta, oboe, corno inglés, trompa, clarinete, trompeta, arpa, violín, violoncelo, todos y cada uno de los solistas merecen ser citados.
Y el sonido de la orquesta. Esa es otra. El día anterior habíamos asistido a la interpretación de una prestigiosa orquesta alemana: las cuerdas de la Filarmónica de Radio Francia suenan mucho mejor, más empastadas, dulces, cómodas en los agudos...
Mikko Franck, atento a las distintas texturas y sonoridades que
El público respondió con calor. Y servidor de ustedes, con la música de Debussy y de Grieg en la cabeza, salió feliz del concierto.
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