España - Castilla y León
Versiones y sacrificios
Samuel González Casado
El concierto que inaugura la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León combinó momentos estupendos con otros decepcionantes, estos últimos debidos a algunos conceptos del director, que no fueron muy coherentes o que sacrificaban demasiado, o bien a cierta falta de empaste de la orquesta, cuya puesta a punto no parece haber culminado aún.
Vaya por delante que la presencia de
Luego, en la Sinfonía n.º 1 de Beethoven, hubo un marcado rítmico tan brutal que muchas veces el contraste de las acentuaciones impedía captar el resto. Los tempi en esta sinfonía me gustaron, pero creo que se erró a la hora de que resultara práctica en su transmisión al espectador de todo lo que tiene: la información musical requiere algo más elaborado, y Fischer prefirió sustituirlo por toda esa “chispa”, más inmediata, lo que tampoco se tradujo en una reacción entusiasta del público. El sacrificio de la cuerda en el Finale, que a velocidades parecidas siempre es evidente, aquí se materializó en un peaje difícil de asumir. Al final, claro, queda una sensación de brío, contrastes harnoncourtianos sin vibrato y algunos detalles de creatividad que aparecieron en cuanto hubo alguna ocasión. La orquesta no estuvo mal, salvo evidentes descoordinaciones de la cuerda en pasajes rápidos que se repetirían en la Sinfonía fantástica.
Por lo que se ve en la programación de la temporada 2023-2024, Thierry Fischer sigue en modo “titular del repertorio”, y amenaza con repasar todo lo más trillado. No digo que no pueda hacerlo, pero no sé qué quiere demostrar a estas alturas, parece que está con prisa y también debería tener en cuenta que existe un repertorio no tan top, con obras que sin ser raras se han interpretado pocas veces en la sala sinfónica y en las que puede conseguir éxito (habrá menos comparaciones); por no mencionar que tener piedad con el público es algo que enaltece. Me interesa infinitamente más conocer su versión de La gran Pascua rusa, Francesca de Rimini o Mazzepa (que imagino excelentes) que de la Quinta de Beethoven.
Así pues, procedí a escuchar por séptima vez aquí la Sinfonía fantástica. A mí me interesaba más la primera parte del concierto, porque esa sinfonía de Beethoven es de toda la vida mi favorita de las nueve, y además adoro a Haydn; pero reconozco que tras el descanso Fischer se sintió mucho más identificado y se lograron efectos expresivos tan radicales como inspirados. La obra los admitió perfectamente, y las sorpresas continuas crearon un suspense que mantuvo al público en vilo (ausencia repentina de toses). Hubo pasajes muy curiosos, como esa supuesta desgana o arrastre de los metales en la Marcha al suplicio, que no tenía nada de celebración; o en las granguiñolescas brujas, desde una acumulación de efectos que resultaba casi cómica. Incluso la Escena en los campos, movimiento de semisiesta por excelencia, me pareció de un interés inusitado, dada su transparencia y continua intencionalidad.
Una vez estuvo disponible el programa de mano lo descargué, esencialmente para leer la notas de Enrique García Revilla, experto en Berlioz. Pero al llegar a la página —ajena a ese autor— donde se anuncian las obras, con clarividencia encabezada por La representación del caos, los errores ortográficos me desanimaron y cerré el PDF. A ver si en papel aguanto lo suficiente, aunque solo sea por esta vez.
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