España - Cataluña
Un programa como ‘los de entonces’
Jorge Binaghi

Este recital, que se repetirá en breve en el Wigmore
Hall de Londres, también para recordar el centenario del nacimiento de Victoria
de los Ángeles, se centró en la presentación de un programa confeccionado de
acuerdo con los criterios de la gran soprano (aunque algo más reducido: faltaban
los italianos del inicio). Una parte alemana y otra francesa en las dos partes
más una serie de canciones de su tierra (en este caso irlandesas tradicionales,
de acuerdo con la nacionalidad de la artista).
La segunda fue superior a la primera quizá porque
Erraught estaba más tranquila o porque las canciones no le permitieron hacer
tanto uso de una hiperexpresividad especialmente marcada en las canciones más
‘ligeras’.
Y así comenzó su actuación con una ‘Vergebliches
Ständchen’ de Brahms demasiado subrayada (además de que por lo general es mejor
terminar la selección de lieder de Brahms con esta canción que no comenzar para
luego ponernos serios).
Las siguientes, como el resto (salvo las irlandesas)
formaron siempre parte del repertorio de Victoria, y así se sucedieron ‘Wie
Melodien zieht es mir’, ‘Meine Liebe ist grün’, ‘Die Mainacht’, todas
maravillosas, para terminar con aquella que casi invariablemente provocaba el
bis, la ‘canción de cuna’. Erraught demostró buena técnica, conocimiento del
estilo, un alemán que admite mejora en la articulación, y buena extensión
aunque su zona más rica es el centro.
Luego siguieron los seis números de Les nuits d’été de Berlioz, que la catalana sólo interpretaba de
forma completa con orquesta (salvo error -posible- de mi parte). De nuevo se
advirtió que la primera y la última (‘Villanelle’ y ‘L’île inconnue’) eran muy
‘enfáticas’, mientras los números serios resultaban más en carácter.
Especialmente logradas fueron ‘Absence’ y ‘Au cimitière’. Fueron muy estimables
las versiones de ‘Le spectre de la rose’ y ‘Sur les lagunes’ aunque en esta
última el grave sobre ‘linceul’ marcó una limitación. El francés resultó bueno,
mejor que el alemán, aunque algunas ‘r’ admiten mejora.
En la segunda parte aparecieron, cómo no, Schubert y
Fauré. Del primero nuevamente se comenzó por la pieza más larga y dramática que
suele concluir un apartado, ‘Erlkönig’: fue muy bien traducido y ya en esta
parte la hipergestualidad había desaparecido (claro que los textos no la
permitían). Siguió después un especialmente sentido ‘Ave Maria’ y cerró el
capítulo Schubert nada menos que un favorito como ‘An die Musik’, también muy
bien resuelto.
En Fauré hubo un ligero percance y nos quedamos sin
‘Pleurs d’or’, pero las otras tres fueron excelentes, e in crescendo desde
una muy buena ‘Les roses d’Ispahan’ a un ‘Clair de lune’ justo y equilibrado y
una excelente ‘Chanson d’amour’ (tal vez a un tiempo demasiado vivaz).
Luego vinieron las canciones irlandesas, cuatro muy bien
dispuestas y en las que en dos (‘I’ll walk with my love’ y sobre todo ‘She’s
far from the land’) volvió a hacerse presente una marcada emoción. También
estuvieron en su justo punto ‘Gartan mother’s lullaby’ y ‘The cloths of
heaven’. Y tras los cálidos aplausos apareció una más, la célebre ‘O Danny
boy’. Baillieu acompañó en todo momento con gran propiedad y sensibilidad.
Antes de la primera parte se habían exhibido como ‘nuevos artistas’ el tenor Marc García acompañado al piano por Esther Vilar. Allí hubo selecciones de La bella molinera y El viaje de invierno de Schubert seguidos de un atractivo ‘Bleuet’ de Poulenc sobre un magnífico texto de Apollinaire. Buenas intenciones, resultados flojos. El tenor demostró buen hacer pero escaso caudal, y la torrencial intervención de la pianista no mejoró las cosas. Tal vez el momento más interesante fue, precisamente, la mélodie de Poulenc. Así fue lástima que se suprimiera la anunciada ‘Cançó de grumet’ de Eduard Toldrà.
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