España - Valencia
2500 conciertos después
Daniel Martínez Babiloni

Desde que en febrero de 1912 el Cuarteto Petri de
Dresde inaugurara la primera temporada de la Sociedad Filarmónica de Valencia
(SFV), 2500 programas se han sucedido hasta hoy. Una efeméride que los
filarmónicos no han querido dejar pasar, como no podía ser de otra manera. Para
rememorar aquel acontecimiento han invitado al Cuarteto Casals, quien, a su
vez, acaba de celebrar sus primeros veinticinco años de actividad con la
grabación de El arte de la fuga, de Johan Sebastian Bach, para Harmonia
Mundi.
De este modo, una selección de este monumento bachiano
abrió el concierto -las cuatro primeras fugas simples, las tres contrafugas y
la primera de las fugas dobles, es decir, los contrapuncti I a VII y el
IX-. Sobre ellos, el cuarteto se empleó como si de
un artesano sentado ante su telar se tratase. La urdimbre sonora del
Contrapunctus I quedó prieta. En el Contrapunctus II cada músico daba y recibía
con interés esa lanzadera imaginaria en forma de motivos musicales, para trenzar
un tejido colorista y contrastante en expresión. El tercero sonó con precisión
mecánica y en el cuarto, los músicos avivaron el tempo y destacaron en marcato
todos y cada uno de los sujetos de la fuga, que unifican temáticamente, además,
la colección. En la coda del cuarto movimiento esponjaron ampliamente la
textura. Envolvieron el quinto en cierta solemnidad, con un tempo más reposado
que el anterior, hasta aligerar después la segunda sección. En la parte sexta asomó
el sentido teatral y vocal que tienen algunas de estas páginas pedagógicas, en
especial, en la primera entrada del primer violín y su respuesta en el chelo.
Mas en las dos últimas secciones se desvaneció el entusiasmo que hasta entonces
había despertado la interpretación: el tempo cayó en el contrapunto séptimo -se
hizo pesado- y al noveno le faltó claridad en la dicción.
En la luminosa y desenfada lectura del Cuarteto
en la mayor, Op. 20, número 6, Hob. III: 36, de Franz J. Haydn, se apreciaron
ciertas continuidades interpretativas con respecto a la obra anterior como el
enunciado de las melodías de carácter vocal que entona el primer violín en los
dos primeros movimientos y la teatralidad del minúsculo, pero delicioso, Menueto, cuyo Trío resultó casi buffo. Además, a consecuencia del cambio
de parámetros históricos y estilísticos, el scherzo se mostró danzable a
la par que de un clasicismo elegante. Especialmente interesante fue el modo
como el conjunto narró el aria (“Adagio. Cantabile”), con cadencia y floreos
belcantistas incluidos, y un efectivo basamento armónico y rítmico en el chelo de
Arnau Tomás. Casi se podría hablar de un elocuente walking bass. Otro de
los elementos que evidenciaron el cambio de paradigma del que hablamos fue la
fuga, de factura más intelectual que el resto de movimiento, pero, aun así,
conceptualmente más ligera que las de Bach.
En la segunda parte, una vez intercambiados los papeles de prima donna entre Abel Tomás, que lo había ocupado hasta ese momento, y Vera Martínez, que lo ocuparía en el Cuarteto de Beethoven, hallamos una obertura de intenso pathos. ¿Qué otra cosa es si no la Introduzzione del primer movimiento? Una sección ajustada en lo rítmico, enérgica en la medida justa, bien hilada por las partes en las diversas oleadas de semicorcheas y de melodías, también, de carácter vocal y extremada amplitud para el primer violín. En el Andante salió a relucir el estilizado aroma ruso que Beethoven introdujo en honor del patrocinador de la colección a la que pertenece este cuarteto, el Conde Andrey Razumovsky. A continuación, el Cuarteto Casals convirtió el Trío del minueto en un agradable torbellino y, sin solución de continuidad, Jonatan Brown abordó el primer sujeto de la fuga como un torrente.
Tras los calurosos aplausos que suscitó el final, un inspirado arreglo de la
“Danza del molinero”, de El sombreo de tres picos, construyó el bis.
Ecos de sociedad
El concierto n.º 2500 de la SFV coincidió con el reciente reestreno del Palau de la Música, después de una reforma que ha durado cuatro largos años, y del relevo en su dirección -“otras políticas”, apuntaba un músico emérito-. Esta casa ha sido sede del acontecer filarmónico desde 1987, tras pasar por el Salón de Actos del Conservatorio de San Esteban (así llamábamos al Superior por su ubicación en dicha plaza) y del Teatro Principal.
De ahí que en
los parlamentos iniciales el presidente de la SFV, D. Fernando Rodríguez
González, saludase desde el estrado a todos los directores del auditorio, un
gesto de cortesía que afeó aún más el que no tuvo el Ayuntamiento días antes en
la reapertura del edificio. El periodista de Radio Clásica, Martín Llade,
locutó unas notas al programa llenas de chascarrillos, además de que glosó el
reconocido amor hacia la música que se siente en la región valenciana.
En fin, larga vida a la SFV y al Cuarteto Casals.
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