Italia
‘Good night, good people, good night’
Jorge Binaghi
Ya he reseñado varias veces esta obra maestra de la ópera
del siglo XX, que ya es decir. Ahora he elegido esta frase con la que se
saludan los habitantes del Borough y que obviamente indica buenas maneras,
respeto, educación, confianza, amistad. Esta vez me resultó particularmente
irónica e hiriente probablemente por la labor de coro y la dirección de Young. Sonaba
más hipócrita que nunca y hacía estremecer ver a los potenciales (o algo más)
linchadores oficiales (todo ‘el pueblo’) intercambiándose con urbanidad el
saludo. De ‘good people’ nada, y en cuanto a lo de ‘good night’, pues.
No voy a insistir una vez más en la descripción de la
soledad del diverso, seguramente él mismo con sus defectos y errores, aunque
exacerbados por la hostilidad de la comunidad de la que no quiere alejarse
porque ahí están ‘sus raíces’ (vaya raíces podridas que te llevan a la
desesperación y al suicidio).
La nueva producción confiada a Carsen potenciaba todos
estos detalles con una escena prácticamente única y asfixiante (el mar sólo se
ve al final en vídeo cuando aparece para hacer más urgente la decisión del
suicidio. Sólo me pregunto por qué Carsen pone las palabras ‘amigas’ de
Balstrode en la boca del propio Grimes: no estoy seguro de que el efecto sea
mayor. Cuando un amigo te dice que te va a ayudar a matarte porque es la única
solución ...).
La dirección de actores fue soberbia hasta en los
personajes menores (como las ‘sobrinas’, o sea las prostitutas del pub) y el
recurso a un actor mudo joven, Edoardo Galeano, pero no tan niño y frágil para
el aprendiz confirió más estremecimiento a las escenas en que aparece, en
particular en los dos últimos actos. Luces, vídeo e incluso la coreografía de
los momentos en el bar o taberna, entre otros, fueron excelentes.
Si el coro, cantando y actuando, estuvo memorable (un
enorme bravo merecido al final para el cuerpo estable y su director, Malazzi)
la orquesta no le fue a la zaga. No hablo de los detalles técnicos donde estuvo
todo en su lugar, sino de la respuesta a la dirección de Young, a la que por
primera vez se le confiaba una ópera en esta sala. Fue desde el inicio de una
incisividad y de una crueldad inauditas, aunque supo dar matices (por ejemplo,
en el caso del extraordinario cuarteto de voces femeninas en el segundo acto).
Pero incluso en los maravillosos interludios ‘marinos’ estaba presente el
drama, y no sólo durante el temporal; el mar también es ‘el otro’, imprevisible
y peligroso.
Con estos mimbres se forjó un espectáculo memorable, que
compensó algunas limitaciones de los cantantes. Jovanovich tiene la figura y el
timbre para Grimes. Su emisión y técnica, desprolijas y explosivas, aquí le
sirvieron para caracterizar al personaje (ciertamente en la línea de Jon
Vickers -que Britten y Pears, el creador, desaprobaban- y no en la de los
tenores ‘ingleses’, pero lo que cuenta es que el personaje también puede verse
en esta luz).
Carr, a quien oía por primera vez en vivo, tiene una voz
importante que se hace metálica en los agudos al punto de hacer ininteligibles
las palabras en esos momentos; pero dio una figura más bien aguerrida aunque
eso vuelve más incoherente su actitud en el último acto y justifica su
exclusión de la escena final donde otro ‘Grimes’ sufre nuevamente la agresión
de las personas ‘de bien’ y sus ‘nobles’ representantes y a la misma hora (un
golpe notable de la puesta en escena).
El Balstrode de Sigurdarson fue bonachón y distante, y
resultó bueno aunque la comparación con la creación de Keenlyside en París es
toda en favor de éste. Los demás tienen lo suyo que cantar y lo hicieron bien,
en particular los dos ‘extremos’ femeninos del pueblo, la ‘Auntie’ de Plummer y
la ‘Mrs. Sedley’ viperina y biliosa de Petrinski.
Los hombres estuvieron todos bien aunque sobresalió el Keene de Melrose y pese a sus pocas frases impresionó la voz del Hobbson de William Thomas. Pero vale la pena citarlos a todos: Peter Rose (Swallow), Michael Colvin (Bob Boles), el Reverendo Adams de Benjamin Hulett, las dos sobrinas de Katrina Galka y Tineke Van Ingelgem, y hasta el abogado de Michele Mauro y la vendedora de pescados de Victoria Shapranova.
Mucho público presente, muy atento y aplausos ensordecedores al final de la representación.
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