Discos
Muy disfrutable Offenbach: La princesse de Trébizonde
Francisco Leonarte

Hace ya años que Opera Rara es uno de los
sellos discográficos más interesantes del panorama. Precisamente porque se
dedican a explorar repertorios olvidados con una muy alta calidad de
interpretación. Gracias a Opera Rara el aficionado ha podido descubrir con
regocijo obras de Pacini, Mercadante, Mayr o fragmentos de Manfroce, García,
Zingarelli ... En tal sentido, sus recopilaciones por décadas sobre el
melodrama italiano son auténticos tesoros, y todos los aficionados a la lírica
le tenemos especial cariño y apego a Opera Rara.
El último título presentado sea tal vez menos oscuro
que otros, puesto que al menos hay una grabación (eso sí, incompleta y no sé si
comercializada) de los archivos de la RTVF, de cuando la radio por su cuenta
exhumaba obras, grabándolas y difundiéndolas merced a una compañía estable
(cuánto le debemos, los amantes de la lírica francesa a la desparecida troupe
estable de la RTVF). Pero se trataba de una grabación, como decimos,
incompleta, sabrosa pero sin el rigor que siempre aporta la intervención, como
es el caso en Opera Rara, del gran especialista de Offenbach, Jean-Christophe
Keck.
La princesse de Trébizonde, por su formato y por la popularidad de que gozó en su día, podría
contarse entre las grandes realizaciones del músico. Cierto que su libreto no
tiene la componente gamberra, azote de su tiempo, que aún hoy nos regocija en
obras como Orfeo en los infiernos, La bella Helena, La vida
parisina, Los bandoleros o La Gran duquesa de Gerolstein. En
el caso de La princesa de Trebisonda estamos ante un libreto más amable,
un libreto que, en ese sentido, anticipa lo que será la tónica de la opereta en
los años 1870-1880, con textos menos ácidos, más convencionales en que prima
sobre todo la a menudo tierna y previsible aventura sentimental de los
protagonistas.
Eso sí, a pesar de un libreto que puede ser
considerado menos interesante que los de las obras ya citadas, en La
princesa de Trebisonda hallamos todo el ímpetu, toda la fuerza melódica y
rítmica del gran Offenbach en sus mejores horas. Cada fragmento es una pequeña
joya que da ganas inmediatas de bailarla y tararearla, y que desde luego no
tiene nada -pero que nada- que envidiar a las polkas, valses y mazurkas de los
Strauss vieneses. Ya solo por eso, este doble CD vale la pena.
Si además añadimos a eso una bonita
presentación (como es costumbre en Opera Rara), con un aspecto visual simple y
atractivo; si añadimos también un muy interesante artículo del especialista,
Jean-Christophe Keck (por desgracia sólo en inglés); si añadimos las
variantes de la primera versión recogidas al final del disco (variantes pues de
la versión de Julio de 1869 en Baden-Baden, puesto que la versión grabada es la
versión de París, de diciembre del mismo año), pues la verdad es que muchas cosas
buenas hay.
Pues tantas cosas buenas, poco serían sin una
interpretación llena de chispa. Voces sanas y adecuadas, cargadas de intención,
una mezcla de jóvenes promesas y jóvenes estrellas, y una buena comprensión de
los ritmos danzantes que a menudo son los empleados por Offenbach. Bravo pues a
todos los intépretes dirigidos por Paul Daniel.
Unos diálogos llevados con buen ritmo de
comedia y dichos con simpatía y sinceridad, evitan que el todo se convierta en
una pura sucesión de números. Se agradece.
Es lástima sin embargo que la inteligibilidad
no siempre esté presente. ¿Cuestión de toma de sonido ? Es probable,
porque quien esto escribe ha tenido la suerte de escuchar en directo a
Anne-Catherine Gillet (de voz espumosa y sugerente como el champagne) y
a Antoinette Dennefeld (como divertida Périchole, por ejemplo) y a ambas se les
entendía siempre muy bien. Tal vez la toma ha sido demasiado cercana o
demasiado lejana para las voces femeninas -con las masculinas no se da ese
problema.
Lo cierto es que este de la inteligibilidad es
problema general de la lírica actual -más acuciante si cabe cuando se trata de
géneros considerados «ligeros», como ópera-comique, opereta o zarzuela-,
problema nacido al socaire de la mundialización (no todos los públicos
entienden la lengua de la obra) y del aumento de volumen sonoro de las
orquestas (circunstancia que hace premiar el volumen del cantante sobre su
dicción).
En cualquier caso no supondrá problema para la
mayoría de los auditores, que no tienen por qué dominar el francés y para
quienes el libreto impreso, traducido al inglés e incluido en el cofrecillo,
debiera bastar. Máxime cuando, como hemos dicho, las melodías offenbachianas
son tan inmediatamente atractivas y están tan bien servidas.
Es decir, que estamos ante algo así como «el regalo ideal»: una obra poco frecuentada y que hará disfrutar sin ningún género de dudas a quien lo reciba.
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