Alemania
Carnaval straussiano de travestidos
Juan Carlos Tellechea
Michael Schulz ha logrado una hilarante y osada puesta, sumamente entretenida, con esta nueva producción de Eine Nacht in Venedig (Una noche en Venecia), con música de Johann Strauss (y arreglos de Erich Wolfgang Korngold), estrenada entre aclamaciones del público en el Musiktheater im Revier (Teatro Musical del Distrito), de Gelsenkirchen, corazón de la cuenca del Ruhr.
Esta novena opereta de Strauss, ocupa un lugar especial en la obra del "rey del vals", y no solo porque, pese a lo pegadizo y popular de sus numerosas melodías, se la considera débil en cuanto a su argumento y problemática en materia de humor.
A diferencia de sus otras operetas, no se estrenó en Viena, sino en Berlín, aunque hubo razones muy personales para ello.
La segunda esposa de Johann Strauss (había enviudado de la soprano Jetty Treffz) mantenía entonces una relación amorosa con el director del Theater an der Wien, Franz Steiner, lo que provocó su separación (de lecho matrimonial y mesa; el divorcio no era posible en la católica Austria) y también que el compositor no pudiera aceptar ese escenario vienés como lugar de estreno.
De ahí que la llevara al entonces Neues Friedrich-Wilhelmstädtisches Theater de Berlín (hoy desparecido), para estrenarla el 3 de octubre de 1883. El “Vals de la Laguna”, que originalmente tenía la letra "Nachts sind die Katzen so grau, schreien dann zärtlich Miau" (De noche todos los gatos son tan grises, y gritan tiernamente miau), provocó un verdadero alboroto entre el público, que inició divertido un concierto de maullidos. Así que la letra fuera cambiada por "Ach wie so herrlich zu schau'n sind all die reizenden Frau'n" (Oh, qué maravilloso es ver a todas esas mujeres encantadoras).
Reelaboración
Siguieron después numerosas adaptaciones, en parte para desembrollar la trama. En 1931, Erich Wolfgang Korngold reelaboró la pieza para acercarla al gusto del público de la época y crear un contrapunto a la opereta jazzística, cada vez más exitosa, remitiéndola a la dicha del vals vienés. Esta es la versión de la "fantasía de opereta basada en Johann Strauss" que llevó a escena Michael Schulz, director general (intendente) del MiR, enriqueciéndola a través de geniales interludios con música de otras óperas, operetas y temas populares, de autores como Paolo Conte, Agustín Lara, Wolfgang Amadé Mozart, Nino Rota, Oscar Straus, Giuseppe Verdi y Antonio Vivivaldi, entre otros.
En realidad, la trama se sitúa en Venecia en la época del Carnaval. Guido, el duque de Urbino, viaja todos los años por estas fechas a la Ciudad de la Laguna para seducir a bellas mujeres durante las carnestolendas. Este año, su objetivo es Bárbara, la esposa del senador Delacqua, que le llamó la atención el año pasado. Aunque ella también quiere divertirse fuera del matrimonio en el carnaval, ha elegido para ello a su sobrino político, Enrico Piselli.
Enredos
Delacqua, especulando con el puesto de mayordomo del duque, decide presentar al duque a la criada de Bárbara, Ciboletta, como la supuesta Bárbara y hacer que el gondolero Caramello saque a su mujer de la ciudad. Caramello, que es el barbero personal del duque, decide llevar a la dama en la góndola hasta el palacio del duque. Caramello se da cuenta demasiado tarde de que no es Bárbara quien va en la góndola, sino su amante Annina, una pescadera que ha intercambiado máscaras con Bárbara.
Así, el duque se encuentra finalmente con dos Barbaras en su palacio, sin darse cuenta de que ninguna de ellas es la esposa de Delacqua. Caramello y el amigo de Ciboletta, el cocinero de macarrones Pappacoda, se enfurecen de celos, mientras las dos damas consiguen persuadir al duque para que favorezca a sus respectivas amantes. Delacqua, que se ha enterado de que su mujer no ha abandonado la ciudad, se tranquiliza al final al saber que Barbara no ha estado con el duque, sino "solo" con su sobrino Enrico.
Schulz ha creado su propia versión del diálogo para esta puesta, con la que pretende remodelar el texto, en parte muy misógino desde la perspectiva actual, y traerlo a nuestros días. La historia no transcurre en Venecia, sino en un "Ristorante di Venezia", que quizá se encuentre en algún lugar de Gelsenkirchen. Como "dato curioso", durante la obertura el sistema de sobretítulos anuncia que en Gelsenkirchen hay incluso más puentes que en la ciudad de la laguna.
Cocina
Beata Kornatowska ha creado una impresionante escenografía. Tras una fachada de cristal, se ve a la derecha una cocina blanca, donde Pappacoda prepara sus populares macarrones, y a la derecha una especie de salón con un piano y numerosas botellas al fondo.
Al apartar el gabinete de cocina, la vista se abre a una escalera que conduce a varias habitaciones, señaladas en otro nivel con muebles tapizados. A la izquierda se encuentra el lugar elegido por el duque para sus secretas citas carnavalescas. Encima hay un bar y una puerta giratoria que marca la entrada al hotel. En este escenario, Schulz hace que el conjunto, ataviado con impresionantes trajes de Renée Listerdal, dé rienda suelta a una historia que tiene mucho de humor físico en algunos momentos.
El papel más bien pequeño de Enrico Piselli (Sebastian Schiller), que en la producción de Schulz es un músico callejero, se ve realzado. Antes de que empiece la velada, Schiller se sienta frente al restaurante con una guitarra, entretiene al público con Sex Bomb de Tom Jones e incluso les anima a cantar con él I Want It That Way de los Backstreet Boys durante el famoso estribillo Tell Me Why. Cuando se lanza al clásico Azzurro de Adriano Celentano, se desvanece y comienza la obertura.
Cola de zorro
Caramello (Benjamin Lee) no llega en góndola, por supuesto, sino en una bicicleta con una cola de zorro casi tópica. La razón por la que aparece con una camiseta de tirantes sigue siendo tan poco clara como el hecho de que Piselli le pase una bolsa blanca. El gag de que Pappacoda (Martin Homrich) aparezca en los diálogos con acento sajón también parece un poco llano. Un nuevo personaje es el pianista Giovanni Mazzo (Mateo Peñaloza Cecconi), que acompaña al piano la mayor parte de los textos hablados y se preocupa meticulosamente de limpiar su instrumento musical cada vez que alguien lo utiliza como escalera para acceder a la suite del Duque. Al principio de la segunda parte, también actúa como director de orquesta en el escenario, dando instrucciones a los figurantes para que preparen las mesas para el carnaval.
El personaje de Barbara Delacqua, interpretado de forma bastante seductora y segura de sí misma por Lina Hoffmann, también adquiere más peso. Además se le da un número relativamente conocido de la opereta de Oscar Straus Eine Frau, die weiß, was sie will (Una mujer que sabe lo que quiere): "¿Por qué no debería una mujer tener una aventura?"
Con su oscura voz de mezzosoprano, deja claro que es superior a su marido, interpretado con maravillosa impotencia por el barítono Urban Malmberg. Schulz reúne en un solo personaje al senador Barbaruccio y a su esposa Agricola. En este papel, Anke Sieloff se encarga con maravilloso ingenio de que el género sea siempre el correcto. Al principio, aparece de forma bastante estricta con una blusa verde -¡el color también forma parte del programa! - y una falda gris, pero en la segunda parte viste de forma bastante seductora cuando quiere conseguir ella misma el trabajo del duque. En general, aquí se juega mucho con los clichés de género. Al final, todas las mujeres llevan pantalones, mientras que los hombres llevan vestidos. Pero, al fin y al cabo, es carnaval.
Granada
Además de las melodías habituales de la opereta de Strauss, Schulz añade algunos números más o menos apropiados de otros compositores. Por ejemplo,
Cuando las mujeres, lideradas por Barbara, deciden darle la vuelta a la tortilla, cantan un aria del oratorio de Vivaldi Juditha triumphans, en la que Judith mata al general Holofernes por venganza. Las mujeres no matan al duque, pero lo visten de mujer con un seductor vestido de plumas, lo que le hace sentirse importante e impresiona bien a las numerosas mujeres.
El tenor Adam Temple-Smith decide entonces también como el duque no volver a Venecia al año siguiente para "pescar" aquí, sino viajar a Granada (nada menos) y probar suerte en España. Para ello, se une a todo el conjunto para cantar la famosa canción de Agustín Lara. También se incluye La flauta mágica de Mozart. Así, Papagena y Papageno se convierten en Ciboletta y Pappacoda, lo que funciona exactamente con las sílabas y la acentuación, que de repente tienen numerosos pequeños chefs y cocineros en el escenario para el famoso dúo. Bele Kumberger y Martin Homrich puntúan con gran comicidad.
Histrionismo
La velada ofrece un entretenimiento completo y satisfactorio, si al espectador le gustan las bufonadas. Algunas de las diversiones sobre el escenario pueden ir demasiado lejos. Sin embargo, todo el conjunto muestra un gran entusiasmo, esta noche en Venecia entretiene mucho y tiene abundante energía. La Neue Philharmonie Westfalen, bajo la égida de Giuliano Betta, tampoco deja nada que desear, por lo que se ovaciona y se viva a todos los implicados, merecidamente, incluido el equipo de dirección.
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