Austria
Velada de ballet “Shifting Symmetries” en la Ópera Estatal de Viena
Juan Carlos Tellechea

La gracia de tres generaciones de coreógrafos deslumbró al público en la hermosa velada de ballet Shifting Symmetries estrenada este sábado 23 de diciembre por el Wiener Staatsballett (Ballet Estatal de Viena), que dirige Martin Schläpfer, en la gran sala de la Wiener Staatsoper. La Orquesta de la Ópera Estatal de Viena fue brillantemente dirigida por Matthew Rowe, quien debutó esta tarde al frente del célebre colectivo musical.
Hans van Manen ha creado una perfecta interacción de música y danza en su obra Concertante,* con música de la Petite Symphonie Concertante (1944-1945) de Frank Martin. Cuatro parejas atraviesan los distintos momentos del amor, la seducción y la devoción, la atracción y el retraimiento, la intimidad y la extrañeza, contados de forma muy clara, únicamente a través del movimiento y en completa armonía con la música, que se asemeja a la partitura de un thriller.
Elegancia
Como siempre ocurre con , esta obra no puede ser superada en términos de elegancia.
Lo ornamental de los relucientes leotardos con rayas longitudinales (Keso Dekker, también escenografía), no interfiere para nada, pese a los abundantes, difíciles y rápidos giros de los intérpretes; todo impresiona por una sencillez encantadora, inmaculada en la forma y seca, pero no desalmada.
El tejido iridiscente de las mallas confiere a los cuerpos de las cuatro mujeres y los cuatro hombres algo reptiliano e inabordable. La forma en que Liudmila Konovalova y Marcos Menha se exploran mutuamente aquí es altamente erótica.
Vitalidad
Cada movimiento de las bailarinas y los bailarines, preparados impecablemente por Nancy Euverink, habla con gran elocuencia, tanto a los espectadores como a los músicos.
Cuando los ocho bailarines en escena reciben al final prolongadas ovaciones, cuesta creer que este pequeño conjunto haya aportado tanta vitalidad y frescura al escenario.
El hecho de que Hans van Manen, presente personalmente en la representación, haya confiado esta obra al Ballet Estatal de Viena, que dirige su colega más joven Martin
William Forsythe
Con su coreografía In the Middle, Somewhat Elevated* (En el centro, algo elevado), William Forsythe cambiaría en 1987 la faz de la danza. La obra, un encargo de Rudolf Nureyev para la Compañía de la Ópera Nacional de París, viene electrizando desde aquel entonces al mundo del ballet. En esta velada Shifting Symmetries el público ha tenido la oportunidad de apreciar por qué esta pieza, con sus tan elevadas visiones, transformó para siempre al género balletístico.
Dicho sea esto adicionalmente, el Wiener Staatsballett realizará el próximo 29 de junio de 2024 en la gran sala de la Ópera Estatal de Viena, como lo hace anualmente, una función de gala en homenaje a Gerhard Brunner.
Cerezas doradas
En el centro, algo elevado arranca con dos bailarinas vestidas con leotardos verdes y mallas negras, que se muestran de pie, insolentes y desenfadadas ante la platea. Las jovenes hincan sus elegantes dedos en el suelo y miran hacia arriba, donde cuelgan dos cerezas doradas sobre el escenario; los objetos algo elevados del título.
Luego con un ligero encogimiento de hombros, una se aleja, dejando el escenario a la otra, que empieza bailar en medio de un estrepitoso trueno de sonido electrónico (música de Thom Willems en cooperación con Leslie Stuck, banda sonora), que amedrenta al principio a los espectadores, antes de que éstos habitúen después sus oídos a las reiteradas vibraciones de la composición que hacen retemblar hasta los soportes de las butacas de la sala.
El acto único consta de un tema coreográfico y musical principal, que es retomado y variado repetidamente por solistas, dúos o grupos en el transcurso de la obra. El nivel de dificultad de la coreografía aumenta cada vez más hasta que la pieza alcanza finalmente su clímax en un virtuoso pas de deux. En contraste con los desafíos técnicos de la obra, los bailarines hacen gala de una soberbia sangre fría; parecen querer superarse unos a otros todo el tiempo.
Espléndido reparto
In the Middle ilumina todo a su alrededor y convierte a los bailarines en destacadas figuras a tener en cuenta. El maravilloso reparto del Ballet Estatal de Viena incluye a Hyo-Jung Kang, Brendan Saye, Kiyoka Hashimoto, Davide Dato, Sonia Dvořák, Gaia Fredianelli, Sveva Gargiulo, Eszter Ledán y Arne Vandervelde, una impresionante joven generación de bailarinas y bailarines capaz de convertir en verdadero arte dancístico cualquier cosa que se les pida.
La coreografía lleva el ballet clásico al absurdo. Los estiramientos, saltos y giros exigidos superan con creces los requerimientos de las grandes obras clásicas. La competición entre los bailarines en escena ridiculiza las tópicas disputas dentro de las compañías de ballet.
Esta impactante y emocionante descarga de alto voltaje se extiende por doquier hasta hoy en el universo del ballet. Todos tienen un aspecto sensacional mientras se impulsan a través de los equilibrios descentrados de la obra, sus pulsantes y cambiantes simetrías y sus encuentros casuales, pero cargados.
Línea y fuerza
El ambiente es eléctrico, lo crea de forma idónea la poderosa partitura de
El impacto de In the Middle, Somewhat Elevated, fue en su momento de tal grado, que entretanto se ha convertido en la obra más famosa de
Disfrutamos mucho cuando nos toca bailar estas modernas coreografías; Dios mío nos encanta y es tan emocionante hacerlas, son un gran desafío para continuar el desarrollo de nuestras capacidades físicas y dancísticas.
Tradición
El ballet tiene que ver con la historia, o mejor dicho, con la lealtad cambiante del presente al pasado. Es la única forma de arte que, hasta hace muy poco, se transmitía "de brazo a brazo, de pierna a pierna", como dicen los rusos, con un bailarín de una generación enseñando un papel a la siguiente. El respeto por la tradición está arraigado en su forma actual.
Pero no se conserva en gelatina. Los grandes clásicos, como El lago de los cisnes, La bella durmiente o Giselle, se han adaptado a distintos públicos. Han surgido nuevos coreógrafos que han replanteado los usos de los pasos tradicionales. George
No fue el primer ballet que Forsythe había creado para el Ballet de la Ópera de París a petición de su entonces director, Rudolf Nureyev. Previamente había hecho France/Dance, una pequeña pieza que mostraba famosos monumentos de París, pasando por cinta transportadora.
Un devorador
Nadie conoce y entiende mejor esta gran tradición que William Forsythe, un voraz estudioso de la historia de la danza que ha llegado a perder tardes de su vida estudiando y analizando en youtube las representaciones del pasado.
Nacido en Nueva York en 1949, Forsythe empezó a estudiar danza hacia el final de su adolescencia. Se formó en Florida y bailó con el Joffrey Ballet, de Chicago, antes de incorporarse al Stuttgarter Ballet de John Cranko en 1973, donde empezó a coreografiar en serio. En 1984 fue nombrado director artístico del Ballet de Fráncfort, y enseguida lo transformó en una de las compañías de danza más deslumbrantes del mundo.
A lo largo de esta evolución, se le vio como el heredero natural de George Balanchine, un linaje que el momento hizo parecer inevitable. Pero pese a toda su brillantez técnica, Forsythe no era Balanchine. Sus intereses le impulsaban siempre lejos de la abstracción elegante o la narrativa tradicional. Tuvo que encontrar su camino entre Balanchine, Marius Petipa, , Kenneth MacMillan y toda esa multitud de sensacionales coreógrafos.
No solo ver la danza
Forsythe se dio cuenta de que tenía que seguir adelante. Es el único coreógrafo que ha sido mencionado en la misma frase que el filósofo Michel Foucault, aplicando una inteligencia crítica similar a la naturaleza de la danza y su lenguaje, pidiendo a la gente que no se limite a ver danza, sino que analice lo que está viendo y entienda cómo piensan los propios bailarines, cómo se forjan los pasos, cómo se crean los espacios, las formas y las partituras.
Toda su carrera, desde que el Ballet de Fráncfort se transformó en la más pequeña y aún más experimental Compañía Forsythe en 2004, ha sido una exploración que le ha llevado lejos de sus orígenes balletísticos. A nadie le interesa participar en una conversación en la que se dice lo mismo una y otra vez. Para Forsythe es necesario ver siempre lo que es posible hacer de otra manera.
En 1987 ya estaba bien encaminado. In the Middle siempre se concibió como el acto abstracto central de una obra mayor llamada Impressing the Czar, que Forsythe montó en Fráncfort un año después. En aquella época era muy ahorrativo y no tenía mucho tiempo para ensayar en esa ciudad, así que pensó que podría hacer parte de ella en París y traerla de vuelta. La pieza completa explora el declive de la civilización occidental, con personajes como San Sebastián y los hermanos Grimm y una conclusión que ve a todo el reparto vestido de colegialas volando por el escenario en una celebración bacanal del poder de la danza.
Orden clásico
En este contexto, In the Middle, Somewhat Elevated -que, a pesar de su apariencia feroz y moderna, está estructurada como un tema y variaciones muy tradicional- parece representar un orden clásico que se inclina hacia el cambio y la alteración. Forsythe la describe como una ampliación y aceleración de las figuras tradicionales del ballet. Al cambiar la alineación de las posiciones y el énfasis de las transiciones, los encadenamientos empiezan a inclinarse oblicuamente y reciben un impulso inesperado que los hace parecer en desacuerdo con sus orígenes.
Tales afirmaciones, aunque ciertas, no logran comunicar el impacto visceral de la pieza. Tiene una energía casi elemental cuando pone a sus seis mujeres y tres hombres a merodear por el escenario, como feroces criaturas explorando un espacio alienígena. Mientras que la mayoría de las danzas miran hacia el frente del escenario, estas nueve miran en todas direcciones, y sus solos y dúos interrumpen deliberadamente la atención. La formalidad balletística se desecha en favor de una teatralidad salvaje y alocada que replantea las convenciones incluso cuando las expone a la luz brillante y nítida.
George Balanchine
El tercero y último tramo de Shifting Symmetries presenta el Cuarteto Brahms-Schoenberg (1966)* de George Balanchine. En realidad Balanchine no consideraba que la música de Johannes fuera especialmente adecuada para una coreografía. La mayor parte de su música fue escrita para ser escuchada o interpretada, y muy poca para ser bailada.
Desde el punto de vista dramatúrgico, este ballet funciona, subrayando los sutiles matices de la obra del neoclasicista Balanchine. El baile es muy exuberante y variado. La coreografía de Balanchine para la versión orquestal de Arnold
Creado tras el traslado de la compañía de Balanchine del City Center al mucho más grande New York State Theatre, el Cuarteto Brahms-Schoenberg se desarrolla en última instancia como una gala en la que los solistas y el conjunto (vestuario Vera Richter) exploran el espacio y se presentan en diferentes contextos. Desde la delicadeza y la contención (en un maravilloso pas de deux andante de Hyo-Jung Kang y Masayu Kimoto) hasta la misma precisión y vivacidad en las danzas húngaras del final (Ketevan Papava y Alexey Popov).
Sutilidad
Hay que fijarse muy bien para percibir los sutiles cambios en la dinámica de las parejas. Puede ser un gesto del brazo o simplemente un giro de la cabeza, una mirada. Los bailarines no se rinden en los 18 primeros valses. Hyo-Jung Natalya Butchko, Kiyoka , Marcos , Sonia Dvořák, se mueven también con gran armonía, Alice Firenze, Aleksandra Liashenko, Liudmila , , Ketevan y Alexey encuentran la expresión más fuerte e íntima en el movimiento cuando juegan a través de varios estados de amor, entre la cercanía y la distancia.
El delicado dibujo de la fachada de un palacio imperial proyectado sobre una pantalla de fondo, constituye la escenografía de Thomas Ziegler que capta la atmósfera de una reunión bailable en medio de la naturaleza del parque que rodea esa arquitectura.
Como en todas las representaciones de coreografías del fundador del New York City Ballet, el George Balanchine Trust guió el ensayo y la interpretación de sus piezas en Viena. Los antiguos bailarines del New York City Ballet Nilas Martins y Christian Tworzyanski se aseguraron de que la obra de Balanchine permaneciera inalterada.
Ni que decir tiene lo importante que es para una compañía tan exigente como el Wiener Staatsballett contar con Balanchine en su repertorio. La extraordinaria y mundialmente célebre Orquesta de la Ópera Estatal de Viena, por primera vez bajo la égida de Matthew
Notas
«Concertante»: Coreografía Hans van Manen. Escenografía y vestuario Keso Dekker. Iluminación Joop Caboort. Preparación Nancy Euverink. Bailarinas: Liudmila Konovalova, Aleksandra Liashenko, Iliana Chivarova y Alisha Brach. Bailarines: Marcos Menha, Géraud Wielick, Lourenço Ferreira y Andrés García Torres. Arpa, Anneleen Lenaerts. Clave, Sonja Leipold. Piano, Shino Takizawa.
«In the Middle, Somewhat Elevated»: Coreografía, escenografía, vestuario e iluminación: William Forsythe. Implementación técnica, escenografía e iluminación: Tanja Rühl. Preparación: Kathryn Bennetts. Bailarinas y bailarines: Hyo-Jung Kang, Brendan Saye, Kiyoka Hashimoto, Davide Dato, Sonia Dvořák, Gaia Fredianelli, Sveva Gargiulo, Eszter Ledán y Arne Vandervelde.
«Brahms-Schoenberg Quartet»: Coreografía: George Balanchine. Escenografía: Thomas Ziegler.Vestuario: Vera Richter. Iluminación: Robert Eisenstein. Preparación: Nilas Martins y Christian Tworzyanski. Bailarinas y bailarines: I. Movimiento Allegro, Hyo-Jung Kang, Masayu Kimoto y Natalya Butchko. II. Movimiento Intermezzo, Kiyoka Hashimoto, Marcos Menha, Sonia Dvořák, Alice Firenze y Aleksandra Liashenko. III. Movimiento Andante, Liudmila Konovalova y Davide Dato. IV. Movimiento Rondo Alla Zingarese, Ketevan Papava y Alexey Popov.
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