Austria
The Sound of Christmas
Juan Carlos Tellechea
La legendaria Goldener Saal (Sala dorada) del Musikverein (Asociación de Música) de Viena, con su sobresaliente acústica, una de las mejores del mundo, es ya de por sí uno de los grandes atractivos de la capital austríaca, a punto de entrar en la conmemoración del Bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner.
La joya arquitectónica que aloja el Musikverein, inaugurada el 6 de enero de 1870, fue construida en terrenos donados por el emperado Francisco José, bajo la custodia de la Gesellschaft der Musikfreunde (Sociedad de Amigos de la Música, en la que se estrenaron la Missa Solemnis y la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven) en un estilo historicista basado en modelos de la Antigua Grecia: columnas, cariátides y relieves en los frontones dan la impresión de que aquí se ha erigido un templo consagrado a la música; como así es ciertamente.
La historia del Musikverein de Viena está impregnada de un riquísimo patrimonio. El precioso órgano que domina actualmente el altar de la Sala dorada de este templo es de nuevo un Rieger, ahora de 86 registros, cuatro manuales y pedal, inaugurado en 2011. El primer órgano, de 1872, fue un complicado Ladegast de 44 registros, tres manuales y pedal, que sería sustituido en 1907 por un modelo anterior de Rieger de 71 registros; y éste a su vez sucedido por un E. F. Walcker & Cie., de 100 registros en 1967/1969.
Esta tarde el esplendor de la Goldener Saal ha convocado a 2000 espectadores para presenciar un concierto de Navidad de la extraordinaria orquesta Imperial Philharmonic Austria, bajo la égida de Alastair Willis, y el destacado Chorus ALEA, preparado por su fundador (2015) Matthias Schoberwalter, arropado por los brillantes solistas Ildikó Raimondi (soprano), Zita Elisabeth Kalakatroni (soprano), Thomas Gansch (trompeta), Wolfgang Breinschmid (flauta), Gyula Szép (violín), con arreglos y transcripciones del compositor Randol Alan Bass.
Programa
El recital titulado The sound of Christmas (El sonido de la Navidad) está pensado más que nada para la gigantesca ola de turistas que ha inundado Viena en estos días, alojamientos casi agotados en los hoteles. Poco antes de que los músicos comiencen a afinar sus instrumentos, se oyen entre los asistentes animadas conversaciones en inglés, alemán, chino, ruso, ucraniano, japonés, así como en español de España e Iberoamérica, entre otros idiomas; pero pocos vieneses están presentes.
Los excelentes músicos, unos 80 en total, entre jóvenes talentos y experimentados instrumentistas, provienen fundamentalmente de Austria, pero también de otros países europeos. Reunido en 2015, es éste un extraordinario colectivo, más conocido dentro que fuera de fronteras, propiedad de la hábil empresaria artística (y soprano) Zita Elisabeth Kalakatroni, una apasionada de la música clásica y gran experta en gestión cultural, que ha sabido sobrevivir indemne a los dos años de pandemia. La Imperial Philharmonic Austria tiene su sede en el propio edificio del Musikverein, que en 2011 fue renovado y ampliado meticulosamente para incluir nuevas salas de ensayos y conciertos de cámara.
La magnífica, variada y popular velada comenzó con Joy of the World (Regocijad, Jesús nació; Alegría para el mundo), de Georg Friedrich Haendel, con la primera intervención del espléndido Coro ALEA, y en la que hace sonar tímbricamente a la orquesta como la banda sonora de un filme de Hollywood, con una predominancia de los metales (vientos) por encima de las cuerdas. Siguió entre eclosiones de aplausos de la platea La noche de Navidad, de Nikolai Rimsky Korsakov, ya con las cuerdas más acentuadas frente a los vientos.
En Salut d'amour, de Edward Elgar, intervino el extraordinario violinista Gyula , y en Liebestraum, de Franz Liszt, hizo su primera y divertida entrada el histriónico trompetista Thomas ; Hark the Herald Angels, de Charles Wesley / Felix Mendelssohn Bartholdy, contó con la única intervención de la brillante soprano Zita Elisabeth Kalakatroni.
El vals de Los patinadores, de Émil , fue muy bien llevado por Willis con un mayor equilibrio entre cuerdas y vientos maderas. En Plus fort que nous, de Adam (arr. Brent Robitaille), tuvo su segunda intervención el ocurrente Thomas Gansch. En el carol The Twelve Days of Christmas (arr. John ), el colectivo y el coro suenan con enorme brío. El director Alastair Willis se vuelve al público para animarlo a cantar también y la platea se divierte con su participación.
La primera parte concluyó con el tradicional villancico Angels we have heard on high / Gloria in Excelsis Deo (arr. Darryl McKenzie), y la delicada, ágil interpretación de la magnífica soprano Ildikó , en una bella línea de canto que se repitió como segundo bis, entre más y más ovaciones del público. Las voces bien timbradas y técnicamente muy precisas de ambas sopranos, Zita Elisabeth Karakatroni e Ildikó Raimondi, transmitieron gran expresividad a la audiencia, reafirmando el sentido semántico de los textos.
En la segunda parte siguieron We need a little Christmas, de , (arr. Robert Wendel), llevada por el director Alastair Willis lógicamente al estilo de Broadway. Rudolf the red nose, de Johnny Marks (arr. Richard Hayman), con toda esa fantasía destilada de las leyendas del mítico Santa Claus que aguardan los espectadores.
Con el tema principal del filme Cinema Paradiso, de Ennio Morricone, hizo su segunda y conmovedora aparición el violinista Gyula Szép. El flautista Wolfgang Breinschmid, de la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena y de la Wiener Philharmoniker, tuvo una primera y destacada intervención solista en ''Reigen seliger Geister'' (de la ópera Orfeo y Eurídice) de Christoph Willibald Gluck, que prosiguió en la vivaz ''Badinerie'', de Johann Sebastian Bach.
Cerraron el concierto Der schöne Morgenstern, estreno en Europa del compositor Randol Alan Bass (presente en la sala), con la vocalización de la soprano Ildikó Raimondi, muy aplaudida por los asistentes, así como las popularísimas Sleigh Ride, de , White Christmas, de (arr. Randol Alan Bass), y O come all ye faithful, (arr. Leroy Robertson).
De la orquesta dirigida por Alastair Willis y del coro preparado por Matthias Schoberwalter se escucharon piezas ejecutadas con gran brío, vivacidad y frescura. Bajo la hábil y precisa batuta de Willis se recrearon sonoridades cálidas y delicadas, llenas de intensidad y armonía estética en los diferentes matices. Las ovaciones no se hicieron esperar y como primer bis ofrecieron la no menos popular canción Feliz Navidad... (1970), de José Feliciano, en español e inglés.
El escenario de la Sala dorada del Musikverein de Viena quedaba así libre para el celebérrimo Concierto de Año Nuevo de los Wiener Philharmoniker que el lunes 1 de enero de 2024 sería dirigido por Christian Thielemann. El de 2025, adelantaron ya sus organizadores, será bajo la batuta del maestro Riccardo Muti.
Pero el Concierto de Año Nuevo de la Imperial Philharmonic Austria, que tendrá lugar los días 5 y 6 de enero, bajo la dirección de Stephan Koncz, llenará otra vez a este recinto de historias sinfónicas, melodías resplandecientes y una celebración nostálgica del patrimonio musical de la era monárquica austro-húngara, con los virtuosos solistas Jennifer Gheorghita (violín), Martin Breinschmid (percusión), así como Gyula Szép (violín).
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