Discos

Cálida recuperación de Joaquín García

Daniel Martínez Babiloni
viernes, 5 de enero de 2024
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Arda mi afecto. Seis cantadas para tenor, de Joaquín García. Flamma Ensemble. Manuel Gómez Ruiz, tenor. Un disco compacto de 37’40’’, grabado en la Sala de Cámara del Auditorio Alfredo Kraus, en noviembre de 2021. Manuel Gómez Ruiz, director del proyecto y productor.
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El tenor Manuel Gómez Ruiz ha podido investigar y grabar seis cantadas compuestas por el maestro de capilla de la Catedral de Gran Canaria, Joaquín García de Antonio (Anna, València, ca. 1710 - Gran Canaria, 1779), gracias a la concesión de una Beca Leonardo de la Fundación BBVA. Se trata de un repertorio litúrgico en castellano, dedicado a solemnizar las fiestas más señaladas de la Iglesia católica, al que también pertenecen otros géneros como los villancicos y las tonadas. En este caso, estas cantadas, hasta ahora inéditas, forman parte de un corpus de casi 600 partituras escritas durante más de cuarenta años y estaban destinadas la celebración del Corpus Christi -cuatro de ellas- y las otras dos a la onomástica de Santa Ana, titular de la seo insular.

Pieza enlazada

El trabajo de Gómez Ruiz es serio y minucioso en todos los ámbitos. Su canto es cálido; exquisito en la prosodia y en la expresión. Ésta surge de un lenguaje alegórico, cuyo objetivo es la exaltación de la Fe y loar la figura de la santa, al fin y al cabo, abuela de Jesús, según la doctrina católica. Entre los recursos retóricos que emplea el cantante aparecen una serie de adornos que hacen que ciertas palabras destaquen en el discurso. Un ejemplo sería el término “estelas” en Vuele en alas de mi voz (1749) o “se abrasa y muere” en Víctima del amor (1775). También resalta algunos fonemas con carácter onomatopéyico como la expresión de anhelo en el amor a Cristo en Si es el amor (1768) y matiza con creatividad las variaciones del aria da capo Arda mi afecto, que da título al disco, de la cantada Sol divino (1755). Otro aspecto interesante es la intención narrativa con la que se dicen los recitativos, el punto que tienen de teatralidad y el imaginativo fraseo con el que se revisten melodías como las de Vuele la voz (1760). Hay que apuntar, que cinco de las seis cantadas se estructuran en recitativo y aria y Vuele en alas de mi voz, por ser más arcaica, cuenta además con una introducción.

A Gómez le acompaña el Flamma Ensemble, al que no se ve, pero se intuye en la iconografía de la carpetilla. Es un conjunto de especialistas reunido por él mismo y su labor, impecable. La instrumentación dispuesta por Joaquín García está formada por los cordófonos y aerófonos propios de la orquesta barroca (violines, chelo, contrabajo, clave, órgano positivo, archilaúd, tiorba y guitarra) y, como innovación, añadió un oboe y dos trompas naturales. De este modo, dados los “aullidos” de alegría que emiten éstas últimas en Víctima del amor, no es difícil imaginar que los oyentes de la época y los músicos de la Capilla se sintieran asombrados y rechazaran estas moderneces italianizantes, según informaba Lothar Siemens. En otro sentido, las trompas son revestidas con carácter heráldico cuando se glosa la grandeza del vientre de María, cuyo “albor” fue a su vez el de Ana (A nadie pues asombre, 1769), y al oboe se le otorga carácter simbólico al ser asociado varias veces al amor.

En cuanto a la base científica del proyecto, Gómez Ruiz reconoce que se ha apoyado en las catalogaciones de Lola de la Torre y de Siemens, ya mencionado, y, en el estuche, Rosario Álvarez Martínez apunta unas breves pero clarificadoras notas sobre las cantadas. En conclusión, estamos ante un trabajo de musicología aplicada sobresaliente, que, por ende, “tiene una razón social”. Como le gusta decir al autor: la música está para disfrutarla y no para que coja polvo en los anaqueles.  

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