Discos
Cálida recuperación de Joaquín García
Daniel Martínez Babiloni
El tenor Manuel Gómez Ruiz ha podido investigar y
grabar seis cantadas compuestas por el maestro de capilla de la Catedral de
Gran Canaria, Joaquín García de Antonio (Anna, València, ca. 1710 - Gran
Canaria, 1779), gracias a la concesión de una Beca Leonardo de la Fundación
BBVA. Se trata de un repertorio litúrgico en castellano, dedicado a solemnizar
las fiestas más señaladas de la Iglesia católica, al que también pertenecen otros
géneros como los villancicos y las tonadas. En este caso, estas cantadas, hasta
ahora inéditas, forman parte de un corpus de casi 600 partituras escritas
durante más de cuarenta años y estaban destinadas la celebración del Corpus
Christi -cuatro de ellas- y las otras dos a la onomástica de Santa Ana, titular
de la seo insular.
El trabajo de Gómez Ruiz es serio y minucioso en todos
los ámbitos. Su canto es cálido; exquisito en la prosodia y en la expresión.
Ésta surge de un lenguaje alegórico, cuyo objetivo es la exaltación de la Fe y
loar la figura de la santa, al fin y al cabo, abuela de Jesús, según la
doctrina católica. Entre los recursos retóricos que emplea el cantante aparecen
una serie de adornos que hacen que ciertas palabras destaquen en el discurso.
Un ejemplo sería el término “estelas” en Vuele en
alas de mi voz (1749) o “se abrasa y muere” en Víctima
del amor (1775). También resalta algunos fonemas con carácter
onomatopéyico como la expresión de anhelo en el amor a Cristo en Si es el
amor (1768) y matiza con creatividad las variaciones del aria da capo Arda mi afecto, que da título al disco, de la cantada Sol divino
(1755). Otro aspecto interesante es la intención narrativa con la que se dicen
los recitativos, el punto que tienen de teatralidad y el imaginativo fraseo con
el que se revisten melodías como las de Vuele la voz (1760). Hay que
apuntar, que cinco de las seis cantadas se estructuran en recitativo y aria y Vuele
en alas de mi voz, por ser más arcaica, cuenta además con una introducción.
A Gómez le acompaña el Flamma Ensemble, al que no se ve,
pero se intuye en la iconografía de la carpetilla. Es un conjunto de
especialistas reunido por él mismo y su labor, impecable. La instrumentación
dispuesta por Joaquín García está formada por los cordófonos y aerófonos propios
de la orquesta barroca (violines, chelo, contrabajo, clave, órgano positivo,
archilaúd, tiorba y guitarra) y, como innovación, añadió un oboe y dos trompas
naturales. De este modo, dados los “aullidos” de alegría que emiten éstas
últimas en Víctima del amor, no es difícil imaginar que los oyentes de la
época y los músicos de la Capilla se sintieran asombrados y rechazaran estas
moderneces italianizantes, según informaba Lothar Siemens. En otro sentido, las
trompas son revestidas con carácter heráldico cuando se glosa la grandeza del
vientre de María, cuyo “albor” fue a su vez el de Ana (A nadie pues asombre,
1769), y al oboe se le otorga carácter simbólico al ser asociado varias veces al
amor.
En cuanto a la base científica del proyecto, Gómez
Ruiz reconoce que se ha apoyado en las catalogaciones de Lola de la Torre y de
Siemens, ya mencionado, y, en el estuche, Rosario Álvarez Martínez apunta unas
breves pero clarificadoras notas sobre las cantadas. En conclusión, estamos
ante un trabajo de musicología aplicada sobresaliente, que, por ende, “tiene
una razón social”. Como le gusta decir al autor: la música está para disfrutarla
y no para que coja polvo en los anaqueles.
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