España - Cataluña
Dos estrellas en concierto
Jorge Binaghi
El concierto de ambos cantantes se hizo con piano, muy bien ejecutado por James Baillieu,
quien demostró su valía no sólo en el lied, aunque intentó quizá convertir en
demasiado ‘clásica’ la canción italiana. Sería natural extrañar la orquesta en
Wagner o Chaicovsky, pero curiosamente su falta se hizo muy palpable, por
ejemplo, en los fragmentos verdianos y en particular en los de Un ballo in
maschera.
La aparición de
Davidsen, muy elegante (un vestido para cada parte, como es ahora costumbre),
dicharachera y cómoda (parecía estar realmente contenta y sentirse como en
casa) fue saludada con una ovación que se repitió, en menor medida, cada vez
que volvía al escenario, y al final se convirtió en una aclamación colectiva.
Justificada.
Interpretó la que
parece ser siempre su carta de presentación, la entrada de Elisabeth de Tannhäuser,
y lo hizo, también como siempre, de modo inmejorable (las nunca demasiadas
veces en que la he oído ha estado siempre presente, y también abriendo el
programa).
En la parte
dedicada a Verdi repitió su ‘Ave Maria’ de Otello, muy bien, y una
cuidadísima y vocalmente ejemplar versión de ‘Morrò ma prima in grazia’ de Un
ballo in maschera. Su parte de arias italianas concluyó con una excelente
traducción del ‘Vissi d’arte’ de Puccini, donde evitó patetismos y
‘expresividad’ de telenovela.
En la segunda parte
comenzó con una conmovedora interpretación de la gran escena final de Lisa de La
dama de picas de Chaicovsky, ópera que próximamente interpretará en su
integridad.
Después fue el
turno del lied de Richard Strauss. Si ‘Zueignung’ fue un tanto precipitado y
con una ligera equivocación, ‘Allerseelen’ fue ya muy bueno (lo dirá mejor
cuando tenga más edad pero su final ‘wie einst in Mai’ fue ya extraordinario),
‘Cäcilie’ simplemente glorioso, y el menos conocido de todos, ‘Befreit’,
notabilísimo. Su última actuación en solitario fue ‘I could have danced all
night’ de Loewe (‘no puedo cantar My fair Lady, pero sí puedo cantar
esto y es lo que me gusta de hacer un concierto’).
Por supuesto la voz
sonó como siempre, sana, enorme, brillante, homogénea, con un agudo potente y
en apariencia sin esfuerzo alguno, un centro redondo y pastoso, y un grave
absolutamente natural (Amelia y Lisa dieron buena prueba de ello) y pianissimi
muy reales. Su bis fue el famoso ‘Heia!’ de La princesa de las czardas
de Kalman muy bien dicho y cerrado con un agudo de novela.
Introdujo ella a De
Tommaso porque este debería haber sido su debut oficial en el Liceu (pero una
indisposición de Michael Spyres unos días antes lo hizo presentarse como Don
José en Carmen).
Juntos cantaron el gran dúo del segundo acto del Ballo (‘Teco io
sto’), y finalizaron la segunda parte con el casi inevitable dúo del final de La
viuda alegre (‘Lippe schweigen’).
Para información complementaria, fue el dúo de Ballo el único
momento en que utilizó Davidsen partitura y eso hizo que su italiano (no tan
bueno como su alemán) se resintiera y con él la interpretación.
El tenor debía debutar en este concierto, pero lo hizo días antes
sustituyendo a un indispuesto Spyres en Carmen. Cuando ganó hace unos
años el Viñas me impresionó su material de lírico spinto y su color
oscuro. Luego el joven artista se presentó en Peralada con un recital Verdi
-reseñado aquí mismo- que me decepcionó porque el material no había ido
acompañado ni de variedad en el fraseo ni la técnica se había refinado ni la
elección del repertorio parecía la mejor.
Aquí el resultado fue mejor, pero sigo notando esos ‘pequeños’
problemas. Si se recupera el singhiozzo hay que hacerlo a lo Gigli o Tucker y
resueltamente. Si se quiere cantar como Del Monaco primero hay que ser él
(imposible) y segundo abstenerse de algunos roles o frecuentarlos poco.
Sin embargo insiste con el Oronte de I Lombardi, que no le va en
absoluto aunque la buena noticia es que aquí concluyó con una media voz muy
satisfactoria. Hubo otra también notable en un ‘Lamento de Federico’ de L’Arlesiana,
que por lo demás no se elevó a las alturas, como tampoco ocurrió con su buena
versión de ‘Amor ti vieta’ de Fedora. Pero es el Riccardo de Un ballo
in maschera (que pronto cantará aquí mismo) el que, aunque sobrado de
medios, no correspondió al personaje en otros aspectos igualmente importantes.
En la segunda parte cantó canciones de Tosti, y si el día anterior
Camarena había demostrado qué difícil es interpretarlas de forma completamente
adecuada, aquí estuvimos en el aspecto contrario: es el tipo de voz que se
asocia con ellas (con menos squillo y belleza vocal, ciertamente), pero de una
monotonía absoluta. Y así desfilaron ‘L’alba separa dalla luce l’ombra’, ‘Non
t’amo più’ (quizá la mejor) e ‘Ideale’ donde la media voz se convirtió en
falsete. Luego cantó de Cardillo ‘Core ‘ngrato’, que tampoco entrará en la
lista de inolvidables. Como bis ofreció una canción de Massimo Ranieri, ni
demasiado bonita ni demasiado bien interpretada.
Ofrezco aquí la opinión de otro habitual asistente, no sólo del Liceu,
que podría escribir perfectamente en mi lugar: “Es un diamante sin pulir ... desprolijo,
y falto de emoción verdadera”.
El público aplaudió con mucha intensidad sus solos y saludos en solitario, pero aun más al saludar junto con Davidsen y Baillieu. Para un concierto, mucha asistencia aunque el teatro no estaba lleno.
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