España - Valencia

Esplendor y miseria del bolo navideño

Francisco Leonarte
miércoles, 17 de enero de 2024
Silueta de Johann Strauss II © 1914 by Otto Böhler Silueta de Johann Strauss II © 1914 by Otto Böhler
Valencia, martes, 2 de enero de 2024. Palau de la Música de Valencia. Polkas y Valses. Johann Strauss hijo: El Murciélago (obertura); Vals del emperador op 437; Tritsch tratsch polka, op 214; Cuckoo Polka, op 336; Künstler quadrille, op 201; El bello Danubio azul, op 314 . Gioachino Rossini: Guillaume Tell (obertura). Piotr Ilich Chaikovski: Vals sentimental; Serenata para cuerdas en do mayor, op 48 (vals). Leo Delibes: Lakmé (dúo de las flores). Johann hijo y Joseph Strauss: Pizzicato polka, op 234. Dimitri Shostakovitch: Suite para orquesta de jazz nº 2 (vals). Aram Jachaturian: Masquerade (vals). Johann Strauss padre: Marcha Radetzky, op 228. Vasko Vassiliev, violín. Covent Garden Soloists. Miguel Ángel Navarro Gimeno, dirección musical.
0,0004196

Un concierto de año nuevo con valses, polkas y otros bomboncillos musicales. A precios muy accesibles. Y el público ha respondido llenando la sala.

Hay de todo, desde melómanos de pro (que con la música en vivo intentan sacudirse los yinguelbels y otros estribillos navideños que enlatados se escuchan por doquier), hasta la pareja de jubilados (que no suelen tener ocasión de asistir a un concierto de música clásica a pesar de que les gusta eso), pasando por la pareja de amigas (que han decidido vestirse bien y salir de concierto como quien asiste a una fiesta) o por la familia entera, de los nietos a los abuelos (empecinados estos en que la música clásica termine por gustarle a los niños...). Público variopinto pero decidido a disfrutar, que para eso han venido.

Miserias

El programa anunciado en internet es más bien vago, y sólo se concreta con el programa de mano en papel, bastante cuidado y con buenas notas, del Palau de la Música de Valencia.

Se trata de una pequeña orquesta, orquesta de cámara incluso, dirigida oficialmente por Miguel Ángel Navarro Gimeno aunque en la práctica todo parece controlado por el violín solista Vasko Vassiliev (vestido por cierto con una suerte de frac bastante imposible). De hecho, tratándose de fragmentos sólo para cuerdas, el director deja el escenario y Vassiliev se las apaña solito con el resto. Además, como la mayoría de las piezas no están pensadas para violín solista, este toma a su cargo la parte de los primeros violines y deja al resto de profesores la parte de los segundos violines.

Así las cosas, la obertura del Murciélago, por ejemplo, se convierte en una suerte de concierto para violín, ad majorem gloriam del solista, Vasko.

Con lo que, el director de orquesta y los profesores de la misma están atentos a nunca ahogar al solista de violín, salvo la trompa que, a pesar del buen nivel del instrumentista, poco hace para moderar su volumen... O sea, que la cosa queda a veces en concierto para violín y orquesta y trompa.

Pero hay veces en que los arreglos son pura y simplemente... simplistas. Véase ese ‘dúo de las flores’ de Lakmé de Leo Delibes, reducido a una pura melodía ahogada en su propio almíbar... Y no digamos la obertura del Guillaume Tell de Rossini, reducida a su galop final que termina como Dios le dio a entender al arreglista… o como al arreglista le salió del forro de los calzones.

Eso sí, el citado Vasko, con un agudo sentido del CHOU alla americana, parece regocijarse en su gloria de aplausos...

Y también esplendor

Sin embargo, a pesar de todos esos detalles irritantes, hay que reconocer que Vasko Vassiliev toca soberanamente bien su violín Amati de 1705. Su interpretación, como propina, de las Czardas de Monti, por ejemplo, es absolutamente brillante, pero no desprovista de toda la variedad de acentos y sutilidades que la pieza requiere.

Los profesores de la orquesta también son maestros, con algo mejor que un sonido opulento, un sonido auténtico. Es sin duda este tipo de orquesta (en que el número de instrumentistas viene calculado en razón de las pérdidas o beneficios de la empresa) es el que debía de corresponder a los conjuntos del XIX, aquéllos que estrenaron los valses, polkas, operetas y otras piezas que ahora recuperan las macro-orquestas de sonido dopado. E individualmente, las intervenciones de la viola, el trombón o el violoncelo son testimonio de la alta categoría de los instrumentistas.

Estamos además ante un auténtico testimonio de «cultura popular». En la sala, todas las edades, todas las clases sociales, gente que muchas veces no se atreve a venir a los conciertos o simplemente no pueden por culpa de precios u horarios (¿¡Cuándo en España van a programar conciertos a una hora en que la mayoría de los empleados han salido ya del trabajo ?! Porque a las 19'30 en día laborable sólo algunos privilegiados pueden darse el lujo de dejar su trabajo para ir al concierto... Y luego directores de sala y programadores pretenden que la música clásica sea popular...). El programa además es de los que enganchan, con melodías atractivas, de los que crean afición. Y hay que reconocer que numerosos momentos han sido hermosos...

En fin, que ha valido la pena. Por eso y por tantos momentos de hermosura. Y por ver la felicidad de toda una sala con un público variopinto, curioso y entregado. Gracias.  

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.