España - Madrid
¡Vaya si hay bufos en España!
Germán García Tomás
Quizá no haya existido en la historia del teatro musical en España experiencia artística tan efímera como la de los Bufos Madrileños. Algunos años antes de que el todopoderoso género chico se adueñara de los escenarios líricos de la capital del reino, un pianista del café Minerva y artista cómico de zarzuela muy popular en aquellas décadas de los 50 y 60 del siglo XIX llamado Francisco viajaba a París con el coro del Teatro de la Zarzuela del que formaba parte y quedaba absolutamente fascinado por los ambiciosos espectáculos de variedades que a ritmo de can can organizaba Jacques , por lo que decidió implantar en nuestro país la modalidad que hacía furor en Francia.
Y es a los Bufos Madrileños, esa compañía de teatro lírico fundada por
el avispado y resolutivo empresario teatral que revolucionó la forma de hacer
teatro musical asociado a las masas populares con especial epicentro en la
Villa y Corte, a la que ha querido rendir durante las fiestas navideñas un
sincero y riguroso homenaje el actor y cantante Rafa , artífice de este
montaje y miembro de una de las mejores sagas de artistas de zarzuela que hemos
tenido (hace unas cuantas décadas se comentaba por los círculos y mentideros
líricos: “ponga un Castejón en su vida y acertará”).
Ha sido loable por parte del vástago de Rafael Castejón y Pepa Rosado recordar una etapa del teatro lírico español bastante inexplorada e injustamente olvidada por la historiografía y la iniciativa empresarial y /o estatal dedicada a la representación escénica de zarzuela. Sin ir más lejos, el Teatro de la Zarzuela -al igual que la Compañía Nacional de Teatro Clásico adscrito al INAEM (Instituto de Ciencias Musicales y de la Música, dependiente del Ministerio de Cultura y Deportes)- debería tomar buena nota y seguir la estela de esta iniciativa para ayudar a redescubrir una pequeña pero fructífera parte de todo lo que le atañe como teatro lírico nacional. Es justo reconocer que, aun contando con fondos públicos, al acercarse a una parte inexplorada de nuestro teatro lírico, este proyecto también tiene algo de riesgo a la hora de presentarse y ser bien acogido por el público en general.
La temática abordada en este proyecto teatral no ha sido tan orillada por la musicología, pues Emilio
Rodicio, María del Pilar Templado o más actualmente Enrique , entre otros, han abordado el teatro de los bufos madrileños como aplicación española del modelo de Offenbach. Porque este espectáculo que ha acogido el Teatro de la Comedia de la capital -una de las sedes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, ubicado en la muy céntrica y comercial Calle del Príncipe, que albergó la representación de algunas piezas de nuestro teatro lírico en la época gloriosa del género chico, es una clara muestra de amor por nuestra lírica en su mayor extensión realizada desde el corazón y el alma de un artista que ha aprendido a amarlo y que es parte consustancial de su ser.El espectáculo, muy bien hilado, lleno de rigurosidad y buen hacer como todo lo que la familia de “Castejones” emprende, ha sido concebido por Rafa Castejón y por ese otro gran valor de los “musicales líricos” de los últimos años que es el polifacético Antonio Comas,
a todos los efectos, que cada cierto tiempo exhibe su buen hacer actoral y vocal en los Teatros del Canal de la calle Cea Bermúdez gracias a la creatividad de las dramaturgias que idea Albert . Aquí es Comas el que lleva la batuta musical, nunca mejor dicho, con la concepción dramatúrgica del segundo de los tres hijos del clan Castejón -los otros dos son Jesús y Nuria Castejón-.La primera de las dos partes en que se divide la
representación está dedicada a ilustrar a modo de documental viviente las
circunstancias y hechos históricos que motivaron el fenómeno de los Bufos en
España, incluyéndose explicaciones enciclopédicas por parte del propio Castejón
y su equipo actoral, y con la ejemplificación musical de icónicos números de
zarzuelas cómicas pertenecientes al repertorio de los Bufos Madrileños de la
década de los 60 como El joven Telémaco -como
el Orfeo de Offenbach, ridiculización
de los dioses de la mitología- y su irresistible habanera “Me gustan todas en
general”, con música del compositor oficial de Arderíus, La Gran Vía , o la
alegoría de la bandera española, aquí sucia y mugrosa, que aparece en otra
zarzuela, por lo general obras de crítica mordaz de la actualidad política y
social de ese momento convulso de nuestra historia: los prolegómenos de la
Revolución Gloriosa de 1868, con un público ávido de diversión, y que revistas
como seguirían su estela.
Bufonerías que abrirían el camino dejándoselo expedito a su majestad el Género
Chico, que tomó el relevo a los retoños del señor Arderíus. También aparece el
sentimentalismo bufonesco de Offenbach y su Orphée
aux enfers para mostrar al público el catalizador (la opereta francesa y
los espectáculos de variedades) que originó el genuino producto español que fue
protagonista de la aventura teatral más fugaz en el agitado siglo XIX.
La segunda parte es la representación de un ejemplo de zarzuela bufa, la absolutamente desconocida Los órganos de Móstoles, estrenada en 1867 en el Teatro del Circo -el mismo que acogió Jugar con fuego de Barbieri en 1851-, con música de Rogel y libreto ni más ni menos que de Luis Mariano de El barberillo de Lavapiés , hijo de “Fígaro”, el artífice siete años más tarde de la gloriosa zarzuela grande . Es Los órganos de Móstoles, como nos dice el propio Rafa Castejón en el “prólogo”, un ejemplo de lo mejor y lo peor de las características que definen al teatro de los Bufos Madrileños de Arderíus. Y en efecto es así, porque esta comedia de enredo que presenta situaciones disparatadas e hilarantes cuenta la historia de Don Abdón, un viudo que quiere casar a sus tres hijas de diferentes edades porque quiere librarse de ellas y ya no las soporta más en su hogar. Para ello pone un anuncio en el Diario Oficial de Avisos con las dotes respectivas al que acuden tres pretendientes a cada cual más estrafalario. Un cuarto varón, un seductor vecino de la familia, es un remedo de Don Juan Tenorio -pues así se llama- a la madrileña y está enamorado en secreto de la más joven de las hermanas, Pilar.
Esto le da a Larra para desarrollar escenas de gracia chispeante ágilmente versificadas y de enorme ingenio teatral entre alusiones a lugares de Madrid- como esos órganos del título que al parecer eran un desorden, pues este es el sentido de la expresión, que se remonta a épocas pretéritas- o a las comedias de autores teatrales como
y . De hecho, esa convención de casar a las hijas es muy propio de comedias moralistas de la Ilustración española como El sí de las niñas de Moratín, autor igualmente mencionado por Don Abdón en su monólogo. Aunque se percibe escrupulosamente fiel al original de Larra, esta exhumación es una adaptación de este título de género grande en tres actos. Lo que prevalece ante todo es el texto hablado, que está aderezado con unos pocos números musicales de conjunto -aquí seleccionados- de melodismo sencillo y pegadizo, que era la nota común a la zarzuela de este periodo, entre los que destacaríamos el de la descacharrante presentación de cada uno de los candidatos a las damas, siempre rematado por las féminas con un “me parece bien”.Rafa Castejón, que da vida al propio Tenorio con una chistosidad que no pierde nunca la elegancia y la galantería en una actuación de exquisita finura, se rodea de colaboradores, en su mayoría actores de solvencia, que hacen plena justicia a un título lírico que no es una obra maestra y que hasta ayer mismo dormía el sueño de los justos -como hace el resto de la gran factoría de los Bufos-. El sensacional Chema del Barco es un incisivo padre de verborrea grandilocuente. Interpretando a Homobono Mantecas, enamorado también de la hija pequeña, Toni Comas une un nuevo personaje a su haber en materia de comicidad volviendo a suscribir su faceta intachable de comediante, y que nos deleita asimismo tocando el piano haciéndole el contrapunto a Castejón al interpelarle sobre lo que eran los Bufos.
La temperamental
, como nos tiene acostumbrados, se mete en la piel de una Sebastiana cáustica que se lleva por delante a su pretendiente, el escuálido y afectado Arturo, al que da vida excelentemente Giganto. Clara Altarriba es una encantadora y cursilona Pilar pero a la vez ardiente y seductora que nos recuerda un tanto a la Asia de la muy posterior Agua, azucarillos y aguardiente -de 1897, ya en la fiebre del género chico-. A le toca convertirse en una indolente cuarentona que presume de menos edad pese a las pullas de su padre, y por fin es un Don Rugiero feroz, chulesco y socarrón.El piano de
se hace copartícipe de la acción al integrarse dentro del escenario, preparado sencillamente por Alessio con un atrezzo doméstico, un vestuario realista de Gabriela Salaverri -entre ellos un vestido para la producción de 2021 de El sobre verde en el Teatro de la Zarzuela para el Proyecto Zarza-, una iluminación adecuada de Juan , y una extrovertida y desenfadada coreografía de Nuria Castejón siempre con tics actuales. Para esta propuesta de Rafa Castejón, el Teatro de la Comedia aprovecha telones de la Compañía Nacional de Teatro Clásico: el telón rojo que cubre el escenario antes de la función y el de un plano del Madrid decimonónico que empleó en 1994 el insigne Adolfo para Don Gil de las calzas verdesEra la primera vez que el que esto escribe asistía a este Teatro de la Comedia, erigido en la recién inaugurada restauración borbónica de 1875, y en la función asistida le pareció que el público reía poco de la astracanada que se nos presentaba con esmero y magnífica realización actoral y musical, pues todos cantaron, unos más líricos que otros, con una gran coordinación.
“En esta tierra bendita somos muy aficionados a reírnos. Ni
los males de la patria ni los años de mezquinas cosechas son causas suficientes
para quitarnos el humor; por consiguiente, tenemos algo de bufos en nuestro
ser. ¡Pues habrá Bufos en España!”, sentenciaba Arderíus al prometer que importaría
el modelo músico-teatral de Offenbach y que se recupera en este espectáculo.
Pues ya lo creemos que los hay, antes y ahora, gracias a esta excelente cantera
de comediantes liderada por Rafa Castejón.
Reivindiquemos a los Bufos Madrileños, a su repertorio en el que hay una mina de oro en bruto a explotar, y a estos órganos de Móstoles aunque sean caóticos y mero divertimento, pues la gran urbe que los acoge asistió en los albores de la Guerra de la Independencia frente al invasor francés al patriótico bando de su alcalde Andrés Torrejón García, y para más inri, vio nacer a este humilde plumilla, que aquí se le seca la pluma.
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