España - Valencia

Encanto danés de época

Francisco Leonarte
lunes, 22 de enero de 2024
Valencia, jueves, 4 de enero de 2024. Palau de les Arts Reina Sofía. La Sylphide, ballet en dos actos. Libreto de Adolphe Nourrit. Música de Herman Severin Løvenskjold. Coreografía de Johann Kobborg a partir de Auguste Bournonville. Escenografía, Martin Černý. Vestuario, Barbora Maleninská. Iluminación, Pavel Dautovský. Con Paul Irmatov (James); Alina Nanu (la sylphide); Irina Burduja (Effie); Matej Sust (Gurn); Giovanni Rotolo (Madge); Misato Isogami (Niña); Evgeniya González, Alexandra Pera, Olga Bogoliubská (Sílfides). Ballet Nacional Checo (Filip Barankiewicz, director artístico). Orquesta de la Comunitad Valenciana. Director musical, Piotr Staniszewski.
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La mayoría de las obras de arte que nos han llegado desde la antigüedad son copias o reinterpretaciones. Copias y reinterpretaciones realizadas por artesanos de mayor o menor pericia, a partir de lo que en su día se consideraban obras maestras. Tal vez los estetas griegos y romanos quedasen muy sorprendidos si nos vieran extasiarnos ante lo que nosotros consideramos obras maestras y ellos consideraban simples subproductos u obras de artistas «provinciales», mas lo cierto es que, una vez desaparecidas las que en su día eran consideradas obras maestras que pudieran hacerles sombra, dichas copias y reinterpretaciones cobran un valor incalculable...

Un poco de historia

La decada de 1830 es un periodo de auténtico cambio para el ballet. Ciertas bailarinas, en particular María Taglioni, muestran una nueva técnica llamada a tener un éxito descomunal: las puntas. Así las cosas, en efecto, la italiana Taglioni, presenta en 1832 en París, centro neurálgico del ballet en aquellos años, un espectáculo en que la bailarina se pasa casi todo el tiempo danzando con la nueva técnica. Interpreta a un espíritu, una sílfide, y, usando las puntas, su personaje cobra un carácter irreal ... Aquello, como ustedes comprenderán, es un triunfo, todo se llena de sílfides, con muchos subproductos y algún que otro espectáculo inspirado en el mismo tema, como, nueve años después, Giselle de Coralli y Perrot con música de Adam y argumento de Gautier, que todo aficionado conoce bien.

Aquel mítico ballet, que justamente se llama La Sylphide, había sido coreografiado por el padre de la bailarina, Filippo Taglioni, la música se debía al francés Jean Madeleine Schneitzhoeffer, y el argumento al legendario tenor Adolphe Nourrit a partir de un cuento de Charles Nodier.

A una de estas representaciones asiste el bailarín y coreógrafo danés Auguste Bournonville, hijo del también bailarín y coreógrafo francés afincado en Dinamarca Antoine Bournonville. A su vuelta a Copenhague, Auguste Bournonville decide epatar a los daneses con el epatante ballet que ha visto en París. Pero París pide una pasta para enviar el material de partitura, etc... Así que, ni corto ni perezoso, Bournonville decide copiar el original. Fusila el libreto de Nourrit, le pide una partitura al joven Løvenskjold, y se encarga él mismo de la coreografía. Y La Sylphide (porque ni siquiera cambia el título, que si en esa época los derechos de autor se respetan ya en Francia, en buena parte del resto del mundo están todavía en mantillas), la de Løvenskjold y Bournonville, tiene un éxito tremendo en Copenhague cuando se estrena cuatro años después del original de París. Y como Auguste Bournonville vive muchos años más y es quien manda en el ballet danés, en Dinamarca se sigue bailando «a la manera de Bournonville» durante muchos más años.

Un día, muchos decenios más tarde, ya entrado el siglo XX, el mundo del ballet se da cuenta de que nadie sabe ya cómo era el ballet romántico de los años 30-40-50 del XIX, muchas coreografías se han perdido -incluso la mítica La Sylphide de Taglioni- y en el ballet clásico prácticamente sólo se sabe remontar hasta Petipa, cuyo estilo ha sido férreamente conservado por ejemplo en Rusia.

¿Todo el ballet romántico ha desaparecido? Nooo, porque un poblado de irreductibles daneses ha resistido a la invasión de las sucesivas nuevas modas y han conservado «el estilo Bournonville».

Estamos pues ante un tesoro histórico, una serie de coreografías románticas auténticas, todas firmadas por Auguste Bournonville y amorosamente transmitidas de maestro de ballet en maestro de ballet en Dinamarca.

Cierto, Lacotte en los años 70 del siglo XX propone una reconstrucción del ballet primigenio, el de Schneitzhoeffer y Taglioni, y la Ópera de París de cuando en cuando lo vuelve a sacar. Pero la versión de Bournonville parece ya casi más auténtica que la reconstrucción del original de Taglioni.

La versión checa en Valencia

Para las representaciones valencianas, la Orquesta de la Comunidad Valenciana es dirigida por Piotr Staniszewski.

Cierto, Løvenskjold no ha pasado a la historia de la música, apenas a la historia de la música danesa, y si lo ha hecho ha sido gracias a este ballet. En su estilo, mucho de Donizetti, algo de Rossini, bastante de von Weber... Tal vez no sea posible identificar un estilo personal o particularidades que hagan su partitura digna de ser retenida por los libros, pero sí hay buen oficio, sentido melódico... Está hecha para que los bailarines brillen y el público se distraiga, y en 2024 sigue cumpliendo ambos objetivos. Tiene el encanto de las bonitas pinturas que a veces exhiben ciertos pequeños museos, la de maestros que crearon con primor como se entendía que debían pintar en su tiempo, sin romper moldes ni hacer propuestas extravagantes, pero con honestidad. Y al escucharla nos invade un intenso perfume de época.

De hecho hubiésemos deseado que, en vez de tratarlo como un compositor de tercera categoría, Staniszewski lo hubiese tratado como un genio. Tal vez hubiese recalcado más tal o cual detalle, tal vez hubiese tratado con más esmero tal o cual pasaje. Staniszewski cumplió pues como un buen artesano, y punto.

Por tanto la magnífica Orquesta de la Comunidad Valenciana sonó también un tanto simplona, con unas trompas agradables pero sin dulzura, con un sonido bueno pero sin terciopelo... Cumplió como se le pedía.

Solistas y cuerpo de baile

Paul Irmatov, con el muy agradecido (y también muy comprometido) papel de James, demuestra agilidad, brío, prestancia, con unos bonitos saltos al estilo Bournonville -lo que hace más difícil la cosa, porque no se pueden usar los brazos para darse impulso- y es copiosamente aplaudido al final de sus intervenciones.

Alina Nanu tiene sin duda gracia, además de un impecable juego de puntas. Indudablemente la suya es una buena prestación.

Gracia también la de Irina Burduja como Efffie, y elegancia la de Matej Sust como Gus y la de Giovanni Rotolo como bruja.

Reina buena disciplina en general en el cuerpo de baile (cierto, con alguna cosilla no totalmente resuelta por aquí o por acá, pero pecata minuta) y resulta justamente aplaudido en las brillantes danzas «escocesas» del primer acto.

'La Sylphide' de Johann Kobborg a partir de Auguste Bournonville. Valencia, Palau de Les Arts, enero de 2024. © 2024 by S. Gherciu.'La Sylphide' de Johann Kobborg a partir de Auguste Bournonville. Valencia, Palau de Les Arts, enero de 2024. © 2024 by S. Gherciu.

Los decorados son a la antigua, con telones pintados bastante cuidados. Como cuidados son los trajes, aunque tal vez haya aquí que deplorar que las faldas escocesas resultaran algo cortas (para la época, las faldas por debajo de la rodilla, incluso en el ballet, eran ya una osadía extrema), y también haya que deplorar que las luces no resuelvan el efecto mágico de la sílfide volando al final (se ven demasiado las cuerdas que la sostienen). Pero bueno.

Lo cierto es que el público (servidor de ustedes incluído) salió encantado: encantado por la música encantadora, por la encantadora coreografía, por el encanto de los bailarines; encantado como James por la Sílfide. 

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