Alemania

Música y esperanza en el 2024

Juan Carlos Tellechea
martes, 23 de enero de 2024
Christoph Koncz © 2022 by Andreas Hechenberger Christoph Koncz © 2022 by Andreas Hechenberger
Neuss am Rhein, domingo, 14 de enero de 2024. Gran sala auditorio de la Stadthalle de Neuss am Rhein. Neujahrskonzert (Concierto de Año Nuevo). Saludo inicial del alcalde de la ciudad de Neuss (a orillas del Rin), Reiner Breuer. Presentador (maestro de ceremonias) Daniel Finkernagel. Solista Andre Mehne (viola). Orquesta Deutsche Kammerakademie Neuss. Director, Christoph Koncz. Wolfgang Amadé Mozart, Obertura de ''Der Schauspieldirektor'' (El director de teatro) KV 486. Hugo Wolf, Serenata italiana. Johann y Josef Strauss, Pizzicato-Polka (Polka française). Béla Bartók, Danzas populares rumanas. Piotr Chaikovski, II. Vals de la Serenata para cuerdas en do mayor op 48. Serguei Prokofiev, IV. Finale de la Sinfonía nº 1 en re mayo op 25 (Symphonie classique). Ludwig van Beethoven, Sinfonía nº 7 en la mayor op 92. 100% del aforo.
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Como en cada Año Nuevo, todas las esperanzas están puestas en que el futuro depare paz, salud y bienestar, como afirma el alcalde socialdemócrata de la pujante ciudad de Neuss a orilla del Rin, Reiner Breuer, en su saludo de bienvenida al inicio de esta velada musical. 

Neuss, una urbe muy solidaria frente al sufrimiento y las penurias causadas por las guerras que desgarran el mundo, mantiene relaciones de hermandad con ciudades de Israel, Francia, Estados Unidos, Croacia y Turquía

Ante la sala colmada de público del auditorio del ayuntamiento, Breuer declaró que su ciudad ha acogido ya más de 1600 refugiados de Ucrania, y es un firme baluarte contra el antisemitismo y el terrorismo en todas sus variantes, incluso la de Hamás.

Pese a todas las dificultades y reveses, la música programada para esta esta tarde por el director Christoph Koncz y la orquesta de la Deutsche Kammerakademie Neuss es, por su propio carácter, un ardiente voto en favor del optimismo y el entendimiento entre los pueblos, con piezas de Wolfgang Amadé Mozart, Hugo Wolf, Johann y Josef Strauss, Béla Bartók, Piotr Chaikovski, Serguei Prokofiev y Ludwig van Beethoven.

Ya desde la Obertura del Singspiel de Mozart ''Der Schauspieldirektor'' (El director de teatro, con libreto de Johann Gottlieb Stephanie, el mismo de El rapto en el serrallo, 1782), estrenado en el invernadero (Orangerie) del Palacio de Schönbrunn en junio de 1786, se transmite al público de inmediato el ingenio perspicaz y buen humor destilados por el compositor en Las bodas de Fígaro, puesta por primera vez en escena un mes antes en el antiguo Burgtheater, junto al Palacio Imperial de la Corte (Hofburg). Mozart, de nacimiento salzburgués, se consideraba a sí mismo vienés de alma, y no le faltaba razón.

Felices años juveniles

En contraste, la Serenata italiana de Hugo Wolf vino en segundo término, interpretada brillantemente por la Deutsche Kammerakademie Neuss. Bajo la batuta de Christoph Koncz se desplegaron escenas teatrales, gestos operístico italianos, bromas y desenfado, así como íntimas confesiones de amor de un autor cuya vida misma ofrece el material perfecto para un drama. 

Wolf, fallecido en un hospital psiquiátrico de Viena en 1903, y una de las almas artísticas más sensibles del siglo XIX, solo completó un movimiento de su Serenata en 1887. Este rondó refleja los felices años de juventud del último wagneriano, quien se sumergió en las óperas italianas con gran pasión .

A continuación, un mundo más bello que nunca se abrió con sensibilidad y precisión en la Pizzicato Polka de Johann y Josef Strauss, tema obligado en cada concierto de Año Nuevo, tanto en Viena como en Alemania, embelesando a los espectadores que seguían en vilo el concierto.

De Béla Bartók, incansable investigador de los diversos folclores centroeuropeos, el recital exaltó el lado más imaginativo y poético del compositor. Con sus Seis Danzas populares rumanas (1915) Bartók introduce al oyente en el territorio más familiar de las melodías recogidas en Transilvania.

Influjo gitano

Extremadamente breves, estas danzas contienen, sin embargo, una gran riqueza de invenciones rítmicas y armónicas: 1. Jocul cu Bata (Danza del bastón), obtenida de dos gitanos –un violinista y un violista populares- en Mezőszabad / Voiniceni; 2. Brâul (Danza en ruedo); 3. Pe loc (Pisando), danza de pareja, de un gaitero de Egres / Igris; 4. Buciumeana (Danza de Bucium), con un tiempo de tres por cuatro, de un violinista gitano en Bucsony / Bucium; 5. Poarga Românească (Polca rumana), más áspera, de un violinista rumano en Belényes / Beiuş; al igual que la 6. Mărunţelul (Pasos cortos), danza rápida de pareja muy animada.

Toda una gran pequeña joya de la música bartókiana (originalmente para piano solo, pero orquestada después por el compositor, se ha convertido entretanto en la versión más interpretada en conciertos), que desafía sobre todo a la sección de cuerdas de la Deutsche Kammerakademie Neuss.

Serenidad y fuegos artificiales rítmicos

El elegante Vals (Moderato – Tempo di Valse), segundo movimiento de la Serenata para cuerdas en do mayor op 48 de Piotr Chaikovski (contemporánea de otras importantes obras orquestales, como la bulliciosa Obertura 1812, cuyo estremecedor final lleva a las campanas y los cañones a una grandiosa conclusión; y la dramática y febril Obertura fantástica de Romeo y Julieta), es un dechado de serenidad que casi hipnotiza a la platea.

Después vino el Finale (Molto vivace) de la Sinfonía nº 1, Symphonie classique (1918), la más popular de Serguei Prokofiev, un ramillete de fuegos artificiales rítmicos, así como de grandeza sinfónica. De tono alegre y vivaz, esta obra plantea grandes exigencias a la calidad interpretativa de una orquesta, que la Deutsche Kammerakademie Neuss supo superar con creces, al cuidado de Christoph Koncz. 

Por un lado, es importante captar los ritmos, a veces difíciles, y por otro, traducir el humor en un gesto sonoro sugerente. Joseph Haydn fue la principal inspiración de esta obra, pero Mozart y Chaikovski también se incorporaron a ella estilísticamente. Fue un gran placer escuchar este Finale, porque la orquesta tocó magníficamente y Koncz dio a la música todo su pintorequismo.

Tras un intermedio, la orquesta interpretó la Sinfonía nº 7 de Ludwig van Beethoven que cerró este concierto de Año Nuevo con otro dechado de ritmo, hasta el punto de que Richard Wagner llegara a describir este opus 92, en la mayor, como "la apoteósis de la danza". Se notaban pies y piernas, moviéndose al compás en la sala. 

La ejecución de la Deutsche Kammerakademie Neuss fue grandiosa, forjada por una combinación de energía liberadora que impregnaba sus cuatro movimientos (aplaudidos uno tras otro durante la ejecución) y un refinamiento instrumental extremo.

Ligereza e inmaterialidad

Desde el (I.) Vivace, que se ha asentado tras la lenta introducción (Poco sostenuto), Koncz magnifica la escansión, como si se precipitara hacia un ideal de júbilo. El (II.) Allegretto, construido sobre un ritmo de marcha, es absolutamente ligero en manos del director y de las cuerdas inmateriales de la Deutsche Kammerakademie Neuss, su obsesivo ostinato esclavizado a alguna declaración majestuosa y el crescendo desarrollándose generosamente.

El III. Scherzo, ciertamente marcado Presto, parece incluso más rápido en la medida en que ofrece un irresistible efecto propulsivo llevado a tal ritmo, agradablemente atemperado por los dos tríos. El IV. Allegro con brio final, por supuesto, da la impresión de ser aún más rápido, y tiene un ímpetu verdaderamente eufórico hasta una coda que roza la embriaguez; impresionante tal y como la interpreta esta orquesta.

Danza en la visión

Se puede decir de esta interpretación que revela hasta qué punto la danza está en la visión de Christoph Koncz, con tempos muy rápidos; y que atempera la grandiosidad de estas páginas con verdadera ternura. También hay que destacar el virtuosismo de la Deutsche Kammerakademie Neuss, que evita cualquier brillantez excesiva.

La disposición espacial adoptada, con los violines I y II a ambos lados, las violas en el centro izquierdo y los violonchelos en el centro derecho, permite un perfecto equilibrio de masas; la extrema atención de Koncz a los segundos violines hace que se aprecie plenamente el contrapunto finamente concebido por Beethoven. La delicadeza de las maderas, flautas, oboes, clarinetes y fagotes es hechizo puro.

El público se puso de pie espontáneamente al final de la interpretación para aclamar durante largos y más largos minutos a la Deutsche Kammerakademie Neuss y a su extraordinario director Christoph Koncz. 

Como si hubiera sido poco, y para aplacar de algún modo las incontenibles ovaciones, el colectivo entregó una de las más célebres polcas, de Johann Strauss hijo, poniendo así cierre definitivo a la hermosa velada.

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