España - Madrid
Monteverdi fluctuante
Maruxa Baliñas
Por la mañana había asistido en este mismo Auditorio Nacional al estreno de Itinera 4.0. de Federico Vísperas de la Virgen , uno de cuyos números era 'Fluctus', donde se reflejaba "la agitación y la inestabilidad de nuestra existencia y el constante movimiento del mar" y de algún modo el planteamiento de Leonardo (La Plata, Argentina, 1976) de estas de Monteverdi me recordó ese continuo movimiento, que puede resultar relajante, pero también crispante.
La carrera de García Alarcón, que durante años fue un director destacado en el 'boca a boca' pero con una reducida presencia internacional, ha florecido en los últimos años, principalmente desde 2013 con su Elena de Cavalli en el Festival de Aix-en-Provence y sus Indes Galantes de Rameau en la Bastilla (en 2019), con lo que eso tiene -para bien y para mal- de 'moda'. Establecido en Suiza, principalmente Ginebra, desde 2005, está recibiendo con el Coro de Cámara de Namur (que dirige desde 2010) y la Cappella Mediterranea (que fundó oficialmente en 2005, aunque anteriormente ya tenía un Capella Mediterránea de México con la que actuó en España en 2003) unas críticas muy favorables y publicando una amplia discografía en la que también abundan los premios.
Impresionada aún por su Orfeo de Monteverdi en el Teatro Real en 2022 con una coreografía de Sascha Waltz (producción estrenada en 2014 en la Nederlandse Opera), me dispuse a asistir a estas Vespro della beata Vergine SV 206 (1610) esperando un concierto más 'clásico' que aquel, pero el resultado fue también muy coreográfico, muy teatral. Desde el mismo comienzo del concierto el movimiento de cantantes, solistas y ocasionalmente músicos fue constante. A veces estas fluctuaciones parecían justificadas por los efectos sonoros que se querían lograr, los continuos contrastes de las obras del primer Barroco (o de las últimas décadas del Renacimiento, esa etapa que en las artes plásticas se llama 'manierismo' y en música no se acaba de definir) entre muchos-pocos, agudos-graves, cuerdas-vientos, y los juegos dinámicos y de espacialidad del ambiente sonoro.
Pero lo que en dosis pequeñas o adecuadas puede funcionar, me pareció en esta ocasión exageradísimo, al punto de impedir un correcto disfrute de la música de Monteverdi y de una obra tan bella como estas Vísperas. Es muy difícil concentrarse cuando los intérpretes están en continuo movimiento, y el aspecto visual llega a predominar sobre el musical. Y cerrar los ojos no funcionaba, porque seguía percibiéndose una continua y desconcertante dispersión de las fuentes sonoras.
Como números sueltos, alguna de las partes resultó muy bella. La fanfarria inicial con la entrada de coro e instrumentos de viento desde el patio de butacas. Me gustó especialmente la Sonata sopra 'Sancta María' (el undécimo número), que cerró la primera parte del concierto, casi totalmente instrumental hasta que entran seis mujeres del coro, divididas en dos tríos enfrentados en el primer piso, creando una polifonías preciosas. Muy bello también el Audi coelum, cantado por Chaumien desde el escenario mientras desde el primer piso Valerio Contaldo hacía el 'Eco' repitiendo sólo algunas palabras.
Pero el conjunto, insisto, fue desconcertante y si bien el Auditorio Nacional tiene una buena acústica, escuchar a los intérpretes desde prácticamente cada punto de la sala, incluida la caja del órgano, el segundo piso, de frente y de espaldas, desde el patio de butacas, en movimiento, quietos, etc. fue un buen recurso teatral, pero complicó el disfrute del orden y la armonía, elementos tan barrocos como la teatralidad o los juegos tímbricos y espaciales.
El rendimiento de los cantantes fue muy correcto en todos los casos. Personalmente me interesaron especialmente la soprano Mariana Flores y el tenor Pierre-Antoine Chaumien, porque fueron los más expresivos, aunque en algunos momentos me resultaran excesivos sus trémolos y vibratos, por más que sean recursos típicos de la oratoria barroca. La Capella Mediterranea y sobre todo el Coro de Cámara de Namur me resultaron de los mejores grupos de música antigua que he oído en los últimos años por afinación, control dinámico y construcción de un estilo barroco no sé si más auténtico que otros, pero sin duda muy convincente.
Y a pesar de todos mis quejas sobre la excesiva teatralidad de estas Vísperas y sobre García Alarcón, debo reconocer que espero con ansia la siguiente ocasión de verlo, especialmente si es con sus grupos, la Capella Mediterranea y el Coro de Cámara de Namur.
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