Reino Unido
Stundyte, una Tosca a medio camino en el Covent Garden
Agustín Blanco Bazán
Cuando Nina Stemme se
enfermó, Ausrine Stundyte aceptó reemplazarla en tres funciones de Elektra en el Covent Garden ¿Y por qué
no? Después de todo, la Stundyte se luce por todos lados con este rol. ¡Y qué
suerte para la ROH, eso de ahorrarse la molestia de buscar demasiado! Pero “lo
barato sale caro", y los que vieron a Stundyte como Elektra la encontraron
forzada hasta el límite. Algo parecido ocurrió la primera noche de una Tosca decididamente deslucida para los
antecedentes de esta soprano alfa. Tal vez la administración de la casa debería
haber rechazado esta disponibilidad de una cantante ensayando un rol dramático pesado
para tomar otro similarmente difícil al mismo tiempo. Porque no hay buen casting sin prudentes predicciones de reemplazo para casos de cancelación.
De cualquier manera, con o sin estas Elektras de por medio, mi impresión fue que la voz de Stundyte es hoy demasiado liviana para Tosca, porque a lo incisivo de su registro alto se opusieron serias dificultades en el medio y el grave. Stundyte es una cantante excepcional por su extensión de registro y seguridad de impostación, pero en este caso su voz no pudo agregar a su proverbial incisividad esa brillantez y claridad de dicción que en condiciones normales siempre le ha permitido cantar de todo. En este caso el color general fue algo opaco en comparación con sus propios antecedentes y faltó la calidez de timbre necesaria para proyectar convincentemente la maravillosa mezcla de intimidad y convicción dramática necesarias para reflexiones como “Nell'ora del dolore, perché, perché Signore” Y la firmeza de fiato pareció abandonarla del todo en su conjuro final contra Scarpia en el parapeto de Sant´Angelo.
Con
estas limitaciones Stundyte, una artista escénica genial por la convicción con
que encarna cualquier tipo de personaje, debió confrontar en ésta, su primera
Tosca londinense, una regie de
Jonathan Kent que Lucy Bradley, la directora de la reposición, no se ha
preocupado por mejorar.
El
principal defecto de esta producción es que la regie de personas es de patetismo de gesticulación de cine mudo que
la acercan más a un Trovatore que al
verismo pucciniano. Imposible no reírse, por ejemplo, frente a la exagerada
renguera de Angelotti, o la excesiva calentura de un Scarpia tratando de forzar
a Tosca como un Drácula dispuesto a morderla toda o un ocasional violador de
callejón oscuro. A veces pareciera como si para los regisseurs no
consustanciados con las distinciones de estilo del repertorio italiano no
pudieran comprender la diferencia entre los cánones de dramaturgia belcantista
o los verdianos y el verismo que en Tosca
Puccini lleva a alturas de una perceptiva psicología moderna.
Al
tener que mantener su personaje dentro de un adocenado manierismo, Stundyte
dejó de ser la de siempre. Sólo en algunos momentos de su desesperada
confrontación con Scarpia en medio de la tortura de Cavaradossi, logró
colocarse al borde de la locura con sólida convicción.
Gabriele Viviani en cambio
pareció comodísimo haciendo de malo perverso y demoníaco sin esa sutileza que
al rol le daban Tito Gobbi, Giuseppe Taddei y en la actualidad cantantes como
Ludovic Tezier. Pero en comparación con tantos Scarpia hoy venidos del Este o
de Anglosajonia (USA-UK) Viviani pudo neutralizar su falta de matices con un
fraseo genuinamente italiano por la firmeza de su mordente.
También Marcelo Puente se entregó
sin reservas al patetismo de la regie.
¡Lo vieran ustedes gimiendo el suelo luego de su tortura! Vocalmente sus
mejores momentos los tuvo en pasajes del registro medio que sabe impostar con
seguridad de fraseo. Pero las dificultades comienzan en el pasaje a agudos que
solo logra colocar con esfuerzos sobrehumanos y cambiando el color, por ejemplo
en “la
vita mi costasse” o “Vittoria!” espetados con suprema
dificultad y cambio de color. También faltó fuerza de proyección en
algunos momentos, hasta el punto que en 'Recondita armonia' el antológico
sacristán de Henry Waddington pareció pasar a primer plano con sus
interjecciones.
De cualquier manera, vaya
para todos los solistas el beneficio de duda frente a la dirección orquestal de
Karen Kamensek, más preocupada en subrayar comentarios de instrumentos de
viento que en controlar dinámicas incómodas a veces demasiado fuertes. En el 'Tedeum' en cambio, Kamensek concertó maravillosamente los coros y orquesta de la
casa en contraste con un Scarpia algo desaforado en su combinación de pacatería
y erotismo.
La escenografía
sigue siendo mediocremente “tradicional” y … confieso que he terminado
extrañando la de Zefirelli que en sus últimos años terminó cansándome, pero que,
finalmente, había sido concebida por un artista que sabía de que iba Tosca.
¡En cambio esta, que por ejemplo se las arregla para arruinar el fin del primer acto solo con resaltar a un clero y un pueblo enajenados en incomprensibles rituales religiosos (con custodia del Santísimo y todo)! Con ello no hace sino reducir la efectividad del viaje sacro-libidinoso de Scarpia. En Zefirelli en cambio, simplemente veíamos pasar la procesión religiosa y de fieles en un segundo plano mientras el villano lograba atraernos la atención con los planes que finalmente son la médula del desarrollo dramático.
En el segundo acto el
palacio Farnese quedó siempre a media luz por la pretensión de reproducir una
especie de iluminación mortecina “a vela” lo cual ensombreció aún más el
confuso movimiento escénico. La reintroducción de un intervalo después del
segundo acto no hizo sino disolver aún más la tensión a medias de esta Tosca a medio camino.
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