Estados Unidos
Una interpretación memorable
Roberto San Juan
La Orquesta
Sinfónica de Detroit se encuentra realizando un tour por Florida bajo la batuta de su director titular, el italiano
Jader Bignamini, y junto con la cellista Alisa Weilerstein. El programa incluye
Emerge, de Michael Abels, el Concierto para cello de Elgar y la suite
orquestal Scheherazade de Rimsky-Korsakov,
si bien en West Palm Beach, donde hay programados dos conciertos, esta última
pieza se alterna con la Sinfonía nº 6
‘Patética’ de Chaicovski.
Me ha
resultado interesante escuchar Emerge,
una obra de la post-pandemia y basada, en cierta medida, en ésta. Compuesta en
2022, la pieza surgió como un encargo de tres orquestas -Sinfónica de New
Jersey, de Detroit y Nacional- al compositor Michael Abels (Arizona, 1962).
Éste se imagina un grupo de músicos profesionales que vuelven a hacer música
juntos tras un largo período y recuerdan la alegría y la disciplina de la
interpretación orquestal. Y es que, en una época donde los contagios por Covid
parecen estar al alza (tras mucho tiempo sin verlo, me llamó la atención que
varias personas del público y uno de los contrabajistas de la orquesta usaran
mascarilla), conviene no olvidar de dónde venimos.
La obra, que
comienza con los músicos afinando a partir del La del oboe, tiene una duración
de apenas 10 minutos, está escrita en un único movimiento y utiliza un lenguaje
tonal. Buena parte de su estructura se articula con ostinatos melódico-rítmicos
y pasajes de pregunta/respuesta entre distintas secciones orquestales. También
hay pasajes con la cuerda en unísono y en octavas, alternados con
intervenciones solistas de la concertino y, más breves, de otros instrumentos
como el primer viola o el primer cello. La plantilla instrumental es amplia y resulta
una obra de escucha agradable que fue muy aplaudida por el público.
El Concierto para cello de Elgar que siguió
es uno de los grandes conciertos del siglo XX para este instrumento. Compuesto
en 1919 y estrenado en 1922, la obra adquirió una proyección internacional tras
las interpretaciones de la legendaria Jacqueline du Pré con la Sinfónica de
Londres en 1961. Pues bien, la versión de Alisa Weilerstein -que lucía un traje
de color rojo intenso- me recordó a ella por la profunda introspección de sus
emociones, la plenitud de su sonido y la pasión de su gestualidad. El intenso vibrato en el recitativo inicial del
cello solista fue el preludio de lo que nos esperaba como público, puesto que
Weilerstein puso su magistral técnica al servicio de la expresión. Mientras que
el breve ‘Adagio’ del tercer movimiento fue una obra de arte en sí mismo, con
un fraseo perfectamente marcado en un amplio arco melódico muy bien matizado,
el último movimiento supuso un admirable e intenso despliegue virtuosístico por
parte de la solista. La orquesta y su director estuvieron magníficos;
destacaría, por la dificultad de su ejecución, el pianissimo orquetal que acompaña al cello solista, también en pianissimo, en la sección final del
movimiento.
El público,
puesto en pie, aplaudió con ganas y forzó una propina que, de nuevo, fue para
sostener la respiración, ya que la versión que escuchamos de la ‘Sarabande’ de
la Suite para cello nº 4 de Bach
combinó arquitectura puramente sonora y sentimiento expresivo en un bello
equilibrio.
Tras un
breve descanso llegó el momento del pleno lucimiento orquestal con la interpretación
de la suite Scheherazade. Bignamini
dirigió de memoria y demostró desde el podio un dominio absoluto de la obra en
toda su riqueza tímbrica y su complejidad rítmica, anticipándose en sus gestos
a los posibles problemas de ajuste que pudieran surgir. Como ejemplo, la
precisión en la ejecución de los pizzicati
de la cuerda en el segundo movimiento -‘La historia del príncipe Kalendar’- o
del ritmo con puntillo, con amplia riqueza agógica, en el tercero -‘El joven
príncipe y la joven princesa’-.
La obra
contiene, además, destacadas intervenciones solistas de numerosos instrumentos -cello,
clarinete, oboe, flauta, fagot, trompa…- que fueron interpretadas con
brillantez. La concertino Robyn Bollinger realizó un magnífico trabajo en sus
pasajes a solo o con el acompañamiento del arpa, a modo de leitmotiv para representar musicalmente a la propia esposa del
sultán. El viento metal tuvo también sus momentos de lucimiento con un sonido
pleno y bien afinado, como la magnífica intervención en el último movimiento,
con la exposición del tema del naufragio en toda su grandeza y solemnidad
acompañado por el tutti orquestal.
En la ronda
de aplausos, que fueron muy generosos, el director reconoció el trabajo individualizado
de los solistas y el público abandonó la sala consciente de haber presenciado
una interpretación para el recuerdo.
Comentarios