Valladolid, viernes, 16 de febrero de 2024.
Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Vasily Petrenko, dirección. Martín García García, piano. Falla/Coll: Fantasía bética. Chaikovski: Concierto para piano n.º 1 en si bemol mayor, op. 23. Sibelius: Sinfonía n.º 1 en mi menor, op. 39. Ocupación: 98 %.
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Pese a que se encontró de nuevo con uno de esos típicos guetos (reunión de nacionalismos y bobadas equivalentes), el público pudo disfrutar de un gran concierto en la temporada de la OSCyL, después de algunos programas aquí y allá en los que, por unas razones u otras, faltaran bolos para el strike (también ha habido dos o tres de gran calidad). Como es tradicional, el prodigio vino de la mano de Vasily Petrenko, un director que conoce perfectamente a la orquesta y, lo que es igual de importante, la acústica de la sala.
La primera obra, la orquestación de Francisco Coll de la Fantasía bética, de Manuel de Falla, llama inmediatamente la atención por la fuerte personalidad del trabajo. Coll aborda minuciosamente la partitura sin ningún complejo: no se limita a dejar una buena versión ejecutable, sino que propone una coautoría desde homenajes a lo que todos entendemos por una característica orquestación de Falla, pero contemplada a través de los prismas del tiempo y sobre todo desde una mirada que es tan irónica como respetuosa y potente. No todas las combinaciones sonoras me convencieron, pero el trabajo es tan rico y la propuesta se realiza con tanto convencimiento que la sensación general fue muy estimulante. Petrenko podría haber mimado más algunos detalles, pero en general la interpretación estuvo a la altura.
Portentosa labor de conjunto la desempeñada por director, pianista y orquesta para el Concierto para piano n.º 1 de Chaikovski. La cuerda sonó maravillosamente educada, con sus intenciones muy claras. El equilibrio entre familias me sorprendió, y el balance con el piano fue el mejor que recuerdo en una sala no especialmente apta para este instrumento. La labor de Martín García García, titánica, dejó momentos de mucha enjundia, por la originalidad de los planteamientos y en general la calidad de su labor, repleta de sorpresas y siempre bajo unos cánones muy musicales, que se alejaban de lo excéntrico.
Es cierto que algunos efectos, por ejemplo con la mano izquierda, sin ser especialmente bruscos podrían haberse detallado más; que hubo algún accidente en el tercer movimiento; y que el legato en general pudo realizarse de forma más trabajada o fluida. Pero estas cosillas suponen un porcentaje nimio en relación con lo que significó esta versión: la comprobación de cómo puede llegar a sonar un conjunto con músicos que sepan complementarse desde la calidad.
La Primera de Sibelius tuvo una espléndida recreación por parte de la orquesta y Petrenko, en línea con la obra anterior. Vasily sabe combinar muy bien el brío orquestal y lo delicado, sin resultar especialmente contrastante o brusco. Entra en el juego romántico sin problemas pero nunca es vulgar, y así los grandes temas de esta Primera fueron paladeados sin prisas para mostrar una cuerda que fraseó maravillosamente.
Fue, además, de lo mejor ejecutado esta temporada (tremendos pasajes fugados), lo que contribuyó a la concentración del público. Con buen criterio, Petrenko esparció detalles aquí y allá que tenían que ver con el color, pero sobre todo la potencia, encomendados a metales y percusión, con lo cual transmitió una especie de autoridad absoluta respecto a una sinfonía que siempre ha tenido fama de híbrida, pero que aquí sonó perfectamente cohesionada.
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