España - Castilla y León
No todo es espectáculo
Samuel González Casado
Irregular concierto donde lo más
relevante era la participación del coro no profesional formado por miembros de
distintas formaciones, extrañamente conocido como “Coro de la OSCyL”, y el
programa, que era realmente interesante. La Segunda sinfonía de
Mendelssohn es difícil vocalmente pero muy agradecida por su calidad y
espectacularidad. Por otra parte, que yo recuerde nunca se había interpretado Totenfeier,
de Mahler, en esta sala, obra que siempre se presta al ejercicio de las
comparaciones respecto al primer movimiento de la Auferstehung, lo cual
resulta entretenido, aunque su final deje la sensación de que el asunto debería
continuar; y eso que, de alguna manera, continuó con cuatro movimientos y coro
final (de la Lobgesang), de ahí el valor de un programa que esta vez
relacionaba las obras en varios niveles de forma ingeniosa.
La disposición instrumental de
Christoph Koncz no suele funcionar muy bien en esta sala, sobre todo respecto a
la separación de violines primeros y segundos, porque estos últimos pierden
presencia, aunque se potencie el efecto polifónico, supuestamente adecuado en
Mendelssohn. En Mahler fue un error: el sonido fue pobre por esta cuestión, aderezado
por múltiples errores de algunos metales, la labor poco memorable de algunas
maderas y la sequedad y poco andamiaje de los violines primeros, cuyas
carencias se oían implacablemente. Los segundos desaparecieron, como era
previsible, al menos desde mi posición izquierda de la fila 12. Koncz, además,
no preparó bien algunas escaladas dinámicas, que sonaron planas, aunque es
cierto que introdujo algunos detalles personales que hicieron lamentar una
realización técnica más acorde.
Con Mendelssohn hubo altibajos:
en general, no hubo mucho contraste entre ambientes (solemnidad/ligereza), y antes
del coro sonaron mucho mejor los pasajes reposados que los rápidos y fugados; estos
últimos adolecieron de cierta confusión, porque Koncz dio predominancia al brío
antes que a la claridad. Así, lo mejor fue el Alegretto un poco agitato,
perfecto técnica y estilísticamente, y el Adagio religioso, íntimo pero
a la vez muy fluido. La extensa parte en la que intervienen coro y solistas se
sacó adelante, aunque, como ocurrió con la orquesta, de alguna manera se
notaron más que otras veces sus carencias, sobre todo en la parte de las
sopranos, que evidentemente son las que suenan con mayor presencia. Sin
embargo, como he dicho antes la obra es muy agradecida, y el empuje y
entusiasmo de esta formación de aficionados hicieron que todos los momentos
fueran disfrutables.
Los tres solistas, todos por
debajo de lo deseable, participaron sin ofrecer excesivas alegrías: el tenor,
sustituto de Ian Bostridge, sufrió mucho con el fiato, y no por falta de
este, sino por los cálculos de las respiraciones: da la sensación que tenía
asimilada la obra con otros tempi. Aparte, el legato era inexistente, las
vocales estaban colocadas muy irregularmente, el sonido no era limpio y las
inflexiones no pasaron de lo mecánico. De Ulrike Haller poco puede decirse dada
su escasa presencia, pero sus agudos fijos no fueron precisamente lo más
reseñable de la noche.
Alicia Amo tiene un sonido que da
bastante vuelta y la resonancia no se lleva a cabo en zonas que favorezcan la
precisión, de ahí los problemas en el paso, que el centro esté descompensado y suene
con poco volumen relación al agudo, y que vea recortadas sus posibilidades
musicales. Por ejemplo, y es un detalle, el la de Die Nacht ist vergangen
es un punto de lucimiento en solitario que da lugar al coro más brillante de la
sinfonía. Se trata de un pequeño momento, pero muy teatral, y se debe desarrollar
dinámicamente porque estamos hablando de una dominante secundaria que crea
tensión hacia su nueva tónica, nueva tonalidad y nuevo número, que entrará de
forma triunfal como consecuencia del texto de la soprano. Es, por así decirlo,
una frase liederística de texto + armonía, que debe reflejarse en la
interpretación. Pero solo noté voluntad de asegurar, y si hubo intento de algo
más la falta de definición impidió que lo captara. Por otra parte, sí debe
reconocerse que Amo es una cantante sensible que, dentro de sus posibilidades,
siempre intenta dar ciertos matices al texto, lo que en este caso se agradece, sobre
todo escuchados sus compañeros solistas.
Inanes notas al programa de Rafael Ortega Basagoiti. Aunque las investigaciones sobre los Mendelssohn han aportado un vasto campo en el que bucear o simplemente picotear, Basagoiti prefiere centrarse en contar lo que ocurre en cada número de la sinfonía (dos páginas y media, uf), como si el concierto se fuera a suspender por algún motivo. Menos mal que al final revela, brillantemente, que Das Judentum in der Musik es antisemita e hizo daño, un asunto metido con calzador que parece querer concluir con un aroma de activismo cuqui. Texto para coleccionar.
Comentarios