Alemania
La magia de los preludios para piano
Juan Carlos Tellechea
Jan Lisiecki ha presentado este jueves un recital de piano íntegramente dedicado al género del preludio, tocó 39 títulos en total, de diferentes compositores, zigzagueando desde Johann Sebastian Bach hasta Henryk Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf, en la sala Mendelssohn de la Tonhalle.
Meticuloso
De todas formas, el joven de 28 años demostró ser un maestro de la precisión. Incluso las secuencias tonales tornadizas de los dos preludios de Henryk Górecki, escritos a mediados de la década de 1950 (¡todo un descubrimiento!) los presentó con precisión mecánica; aquí demostró de que es capaz de desatar una energía desenfrenada. El Preludio en do sostenido menor op 3/2 y el Preludio en sol menor op. 23/5 de , fueron muy bien interpretados, Lisiecki impresionó sobre todo por su técnica integral y su meticulosidad interpretativa.
El Preludio en do mayor BWV 846 de El Clave bien temperado de Bach, que todo estudiante de piano conoce muy bien (y había muchos en este auditorio), es francamente asombroso, aunque con un toque todavía demasiado grueso que dejó resbalar alguna nota.
Emocionalmente superficial
El Preludio en re menor op 23/3 de Rachmaninov está demasiado poco articulado; aquí, como en el siguiente, las emociones permanecen claramente demasiado controladas. En el segundo de los tres primeros preludios del op 1 (Andante con moto) de Karol
Los tres primeros de los Huit Préludes (I La colombe; II Chant d'extase dans un paysage triste; III Le nombre léger) de Olivier
Desafortunada
El Prélude en do sostenido menor op 45 de Chopin está impregnado de una hermosa calidez vocal. En el Prélude op 3/2 de Rachmaninoff en la misma tonalidad, a la que se vio repetidamente reducido para su frustración de toda la vida, Lisiecki sale poderosamente de su armadura en los acordes iniciales, pero la tensión se derrumba de nuevo inmediatamente después, con pasajes individuales que sufren de un pedaleo impuro.
El Preludio en do menor BWV 847 de Bach simplemente lo malinterpreta como un estudio de velocidad, que no está muy resuelto en cuanto a técnica interpretativa. La decisión de Lisiecki de tocar sucesivamente varios preludios de un compositor, a saber, los de Rachmaninov y Bach, en una secuencia de interpretación escalonada es desafortunada desde el punto de vista conceptual.
Contornos borrosos
En la segunda parte, se despoja ocasionalmente de su imagen de alumno modelo y se dedica al ciclo autocontenido de Chopin op 28. Mientras que el primer preludio (en do mayor, Agitato) sigue siendo convincente, los dos siguientes (II la menor, Lento; y III sol mayor, Vivace) parecen interpretados de forma demasiado mecánica y tonalmente indiferentes.
Al preludio IV (en mi menor, Largo) le falta expresividad melancólica, que despliega en el VI (én si menor, Lento assai). Los preludios V y VIII (la menor, Molto allegro; y fa sostenido menor, Molto agitato, respectivamente), por momentos volcánicos, son ejemplares en sus problemas con los contornos, en los que aparecen pasajes de movimiento virtuoso, como en los números XI (si mayor, Vivace), XVI (si bemol menor, Presto con fuoco) y XXII (sol menor, Molto agitato). Éstos están generalmente desdibujados y Lisiecki también se equivoca en las notas (confiando demasiado en su memoria).
En el XIX Prélude (en mi bemol mayor, Vivace), elige un tempo notablemente lento, incluso pierde el hilo por un momento. A los números IX (mi mayor, Largo) y XII (sol sostenido menor, Presto) les confiere una gravedad excesiva y pesada. Solo en contadas ocasiones, por ejemplo en el VII (en la mayor, Andantino) y en el XX (do menor, Largo), su enfoque resulta convincente; de lo contrario, la expresividad lírica y poética y el arte de la nobleza de salón que siempre resuena en la música de Chopin se quedan muchas veces por el camino.
Comparaciones odiosas
En el Preludio XV en re bemol mayor se produce la peculiaridad mencionada al principio: esta pieza se repite en la segunda mitad del concierto. La razón de Lisiecki es la intención declarada en el libreto del programa de mano de mostrar que tiene una función diferente como pieza independiente que como parte de una obra completa. De hecho, la diferencia en la interpretación es marginal y esta idea conceptual básica no es musicalmente tan evidente.
Las comparaciones son casi siempre odiosas y hasta absurdas. Si se compara la interpretación de Chopin de Lisiecki con la de exégetas tan consagrados y reconocidos como Grigory
Mas, el público, que se puso espontáneamente en pie en la sala para ovacionarlo con tanto entusiasmo y que le brindó toda su confianza, quería a toda costa un bis, y Lisiecki le dejó un ensoñador Romance en fa sostenido mayor de Robert Schumann, que parecía un oasis de calma frente a tanto trajín al teclado.
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