Alemania

La magia de los preludios para piano

Juan Carlos Tellechea
viernes, 15 de marzo de 2024
Jan Lisiecki © 2022 by Heinersdorff Konzert Jan Lisiecki © 2022 by Heinersdorff Konzert
Düsseldorf, jueves, 29 de febrero de 2024. Gran sala auditorio Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf. Jan Lisiecki, piano. Preludios (40 en total) de Frédéric Chopin, Johann Sebastian Bach, Serguei Rajmaninov, Karol Szymanovski, Olivier Messiaen y Henryk Górecki. Recital de Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. Ciclo Piano solo. 100% del aforo.
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Jan Lisiecki ha presentado este jueves un recital de piano íntegramente dedicado al género del preludio, tocó 39 títulos en total, de diferentes compositores, zigzagueando desde Johann Sebastian Bach hasta Henryk Górecky; ahí fueron 300 años de historia de la música. Y lo que más sorprende, ante una sala repleta de público de casi todas las edades. Espectadores jóvenes, maduros y ya entraditos en años acudieron a la convocatoria organizada por Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf, en la sala Mendelssohn de la Tonhalle.

Lisiecki, sentado ante el teclado y sin partituras sobre el atril, convirtió el recinto en una gigantesca sala de estar para el disfrute apabullante de una gran masa de oyentes, elevando al preludio a la categoría de actor protagonista. Hay magia en cada pieza. El programa tiene mucha sustancia musical. Abre la velada con el sólido Preludio XV en re bemol mayor op 28 de Frédéric Chopin, más conocido como ''Gotas de lluvia'' (que repite en la segunda parte). Después se coló una separación no del todo limpia de las capas sonoras en los registros inferiores de la sección central, que continuó en el siguiente Preludio en la bemol mayor B.86.

Meticuloso

De todas formas, el joven de 28 años demostró ser un maestro de la precisión. Incluso las secuencias tonales tornadizas de los dos preludios de Henryk Górecki, escritos a mediados de la década de 1950 (¡todo un descubrimiento!) los presentó con precisión mecánica; aquí demostró de que es capaz de desatar una energía desenfrenada. El Preludio en do sostenido menor op 3/2 y el Preludio en sol menor op. 23/5 de Rachmaninov, fueron muy bien interpretados, Lisiecki impresionó sobre todo por su técnica integral y su meticulosidad interpretativa.

El Preludio en do mayor BWV 846 de El Clave bien temperado de Bach, que todo estudiante de piano conoce muy bien (y había muchos en este auditorio), es francamente asombroso, aunque con un toque todavía demasiado grueso que dejó resbalar alguna nota.

Emocionalmente superficial

El Preludio en re menor op 23/3 de Rachmaninov está demasiado poco articulado; aquí, como en el siguiente, las emociones permanecen claramente demasiado controladas. En el segundo de los tres primeros preludios del op 1 (Andante con moto) de Karol Szymanowski, las emociones se quedan también en la superficie, y el toque de Lisiecki resulta, en general, poco diferenciado.

Los tres primeros de los Huit Préludes (I La colombe; II Chant d'extase dans un paysage triste; III Le nombre léger) de Olivier Messiaen, por el contrario, presentan el mayor grado de tensión de todas las piezas, incluyendo agudos de dimensiones brillantes y progresiones vocales claramente marcadas.

Desafortunada

El Prélude en do sostenido menor op 45 de Chopin está impregnado de una hermosa calidez vocal. En el Prélude op 3/2 de Rachmaninoff en la misma tonalidad, a la que se vio repetidamente reducido para su frustración de toda la vida, Lisiecki sale poderosamente de su armadura en los acordes iniciales, pero la tensión se derrumba de nuevo inmediatamente después, con pasajes individuales que sufren de un pedaleo impuro.

El Preludio en do menor BWV 847 de Bach simplemente lo malinterpreta como un estudio de velocidad, que no está muy resuelto en cuanto a técnica interpretativa. La decisión de Lisiecki de tocar sucesivamente varios preludios de un compositor, a saber, los de Rachmaninov y Bach, en una secuencia de interpretación escalonada es desafortunada desde el punto de vista conceptual.

Contornos borrosos

En la segunda parte, se despoja ocasionalmente de su imagen de alumno modelo y se dedica al ciclo autocontenido de Chopin op 28. Mientras que el primer preludio (en do mayor, Agitato) sigue siendo convincente, los dos siguientes (II la menor, Lento; y III sol mayor, Vivace) parecen interpretados de forma demasiado mecánica y tonalmente indiferentes.

Al preludio IV (en mi menor, Largo) le falta expresividad melancólica, que despliega en el VI (én si menor, Lento assai). Los preludios V y VIII (la menor, Molto allegro; y fa sostenido menor, Molto agitato, respectivamente), por momentos volcánicos, son ejemplares en sus problemas con los contornos, en los que aparecen pasajes de movimiento virtuoso, como en los números XI (si mayor, Vivace), XVI (si bemol menor, Presto con fuoco) y XXII (sol menor, Molto agitato). Éstos están generalmente desdibujados y Lisiecki también se equivoca en las notas (confiando demasiado en su memoria).

En el XIX Prélude (en mi bemol mayor, Vivace), elige un tempo notablemente lento, incluso pierde el hilo por un momento. A los números IX (mi mayor, Largo) y XII (sol sostenido menor, Presto) les confiere una gravedad excesiva y pesada. Solo en contadas ocasiones, por ejemplo en el VII (en la mayor, Andantino) y en el XX (do menor, Largo), su enfoque resulta convincente; de lo contrario, la expresividad lírica y poética y el arte de la nobleza de salón que siempre resuena en la música de Chopin se quedan muchas veces por el camino.

Comparaciones odiosas

En el Preludio XV en re bemol mayor se produce la peculiaridad mencionada al principio: esta pieza se repite en la segunda mitad del concierto. La razón de Lisiecki es la intención declarada en el libreto del programa de mano de mostrar que tiene una función diferente como pieza independiente que como parte de una obra completa. De hecho, la diferencia en la interpretación es marginal y esta idea conceptual básica no es musicalmente tan evidente.

Las comparaciones son casi siempre odiosas y hasta absurdas. Si se compara la interpretación de Chopin de Lisiecki con la de exégetas tan consagrados y reconocidos como Grigory Sokolov o Daniil Trifonov (a quienes veremos y admiraremos próximamente), el joven está lógicamente muy lejos de su nivel. En cualquier caso, por ahora, y a juzgar por esta velada, parece difícil que pueda establecerse pronto entre la élite pianística.

Mas, el público, que se puso espontáneamente en pie en la sala para ovacionarlo con tanto entusiasmo y que le brindó toda su confianza, quería a toda costa un bis, y Lisiecki le dejó un ensoñador Romance en fa sostenido mayor de Robert Schumann, que parecía un oasis de calma frente a tanto trajín al teclado.

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