Portugal

Químicas mestizas

Samuel González Casado
lunes, 25 de marzo de 2024
Kaija Saariaho © Priska Ketterer / saariaho.org Kaija Saariaho © Priska Ketterer / saariaho.org
Oporto, sábado, 16 de marzo de 2024. Casa da Música. Sala Suggia. Orquestra Sinfónica do Porto Casa da Música. Jonathan Ayerst, piano. Stefan Blunier, dirección. Sariaaho: Du Cristal. Magnus Lindberg: Feria. Vasco Mendonça: Step Right Up. Ocupación: 85 %.
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Espléndido concierto en Casa da Música, donde se pudo disfrutar de autores muy distintos pero a la vez fuertemente conectados. Sariaaho y Lindberg participaron de orígenes parecidos (académicamente fue fundamental Paavo Heininen, del que siempre se han contado muchas anécdotas sobre sus personales métodos de trabajo y no tanto que fue un maravilloso compositor), aunque sus caminos divergieron muy habitualmente; mientras que Vasco Mendonça tuvo una estrechísima relación formativa con Sariaaho, si bien su estilo pertenece a una generación en la que las propuestas suelen ser, de alguna manera, mestizas, y eso que la sombra de Katia está por todas partes.

De hecho, la obra más “químicamente pura”, por así decirlo, es Du Cristal, obra próxima al estilo al que se suele asociar a Sariaaho en los 80, aunque desde luego la trayectoria de la compositora finlandesa sea de todo menos simple. Se trata de un gran bloque estático que evoluciona desde presupuestos que se repiten pero avanzan firmemente con pequeños cambios. Existen diversos planos en los que estos contenidos varían, y esa es una de las principales riquezas de la obra; otra es el desarrollo del dramatismo en un tono muy abstracto pero evidente, lo cual se logra a partir de referencias de volumen o timbre; y hay una tercera, que sugiere algo que recuerda a una trascendencia que reside en la idea en sí, y donde la misma tímbrica provoca una especie de ensimismamiento ante algo que habita completamente fuera de la individualidad.

La acústica de la Sala Suggia es absolutamente ideal para esta música, y la primera impresión del espectador al experimentar la obra es asombro, porque la transparencia y la amplificación natural lo ocupan todo de una manera que casi podría calificarse de invasiva, inquietante: la combinación no me permitió hacer amagos de escapada. Y no puedo encontrar errores en la interpretación de la Orquestra Sinfónica ni de su titular, Stefan Blunier, máxime cuando en la sala se aprecia tanto de lo que hay en Du Cristal y esta pieza resulta tan rematadamente difícil de llevar a cabo. El grupo dejó muy patente su experiencia en estas lides, el mérito que tiene y lo privilegiado que es este público.

Las dos obras restantes se movieron por derroteros muy distintos, si bien tanto Lindberg como Mendonça parten de presupuestos concretos a los que someten después a procesos de abstracción. En el caso del primero, el comienzo de Feria, que como es normal indica animación al aire libre (a su manera), es lo más espectacular y para mí fácilmente recordable, ya que se utiliza una fanfarria que marca el tono del desarrollo. Además, como se menciona en las muy precisas notas de Daniel Moreira, Lindberg utiliza la narrativa musical y algunas referencias históricas (Lamento de Ariadna), lo cual da coherencia y otorga a la composición una especie de desenvolvimiento que yo llamaría “clásico”, pero que en muchas ocasiones no es nada fácil de explicar o justificar. En cualquier caso, se trata de una obra trepidante (típico de Lindberg) que poco tiene que ver con la de Sariaaho, aunque recursos puntuales y ciertas texturas producen algunos dejá vù.

Mendonça, como se ha mencionado, es otro asunto aunque parta en gran medida de una evolución de estos estilos (y de otros). Compone una música que no renuncia a una identidad fuerte, pero a la vez la trufa de interculturalidad. Y el hecho de que el propio compositor salga al escenario a explicar, micrófono en mano, en qué consiste Step Right Up a través de cuatro muestras orquestales concretas (algo muy de moda) habla muy a las claras de su actitud. En cuanto a la composición en sí, ejemplo claro de todo esto es el primer movimiento, llamado Joyful, celebratory, donde incluso podemos encontrar referencias bastante movidas a ciertas músicas norteamericanas. Luego todo se calma un poco, y el tercer movimiento quizá no termine de despegar con la fuerza que cabría esperarse, pero aun así el conjunto no deja de ser interesante. El piano solista resulta fundamental para la idea de la obra, porque realmente el autor somete a la relación del instrumento con la orquesta a un análisis minucioso.

La participación del pianista Jonathan Ayers fue simplemente impecable, favorecida una vez más por la clara acústica (arma de doble filo); y es que el solista destacó incluso en momentos en que su desempeño era más bien obbligato. Por otra parte, orquesta y director mantuvieron durante este intensísimo concierto su alto nivel, aunque a veces se produjeran ciertas descoordinaciones: percusión en el tercer movimiento, Triumphant, de Step Right Up, y algún pequeño borrón en Feria, donde la cuerda podría haberse cuidado algo más. En cualquier caso, una gran velada de música contemporánea. 

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