Francia

Así no

Francisco Leonarte
viernes, 22 de marzo de 2024
La Seine Musicale © La Seine Musicale, 2024 La Seine Musicale © La Seine Musicale, 2024
Boulogne-Billancourt, miércoles, 6 de marzo de 2024. La Seine Musicale. Duparc: L'invitation au voyage; Puccini: Coro inicial de monjas (Suor Angelica); Wagner: Coro de peregrinos y coro final (Tannhaüser); Mussorgsky: Escena de la coronación (Boris Godunov); Verdi: Coro de brujas (1er acto Macbeth); Boito: coro final del Sabbath (Mefistofele); Trenet: La mer; Mozart: coro de viajeros (Idomeneo), Soave sia il vento (Cosí fan tutte); Bizet: Coro inicial (Les pêcheurs de perles); Rautawara: Legenda; Villalobos: Duas lendas amerindas em nhengatu; Offenbach: Coro de viajeros (La vie parisienne). Con Elisabeth Matak y Levi Gerke, piano. Choeur de l'Opéra National du Capitole. Dirección musical, Gabriel Bourgoin.
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A medida que vamos llegando a la Seine Musicale, vamos viendo una inmensa cola, mayoritariamente de jóvenes. «¿Es para el concierto de coros de ópera? / No, es para el concierto de un DJ, Thielacyne, con orquesta sinfónica». Dos entradas distintas para dos conciertos distintos en dos espacios distintos del mismo complejo. Evidentemente es política de la Seine Musicale eso de que «se mezclen los públicos, que la sala resulte familiar al público no-clásico, etc.» No puedo evitar preguntarme si se mezclarán también los ecos de uno y otro concierto en cada sala.

En la sala del concierto coral el público es notablemente menos joven que en el de la cola para el DJ, pero ya se sabe, a la llamada «música clásica» se suele llegar más tardíamente. En todo caso los dos tipos de público son claramente distintos, y ni siquiera creo que los jóvenes sepan que hay otro concierto que no sea el del DJ ...

Centrándonos en el concierto dedicado a Coros de Ópera, cuando nos indican nuestros asientos nos distribuyen también dos hojitas. Una está impresa a todo color con el título del concierto bien grande en el anverso, y el programa muy pequeñito en el reverso -dudo que buena parte de los espectadores (los que ya no vuelven a cumplir los 65) puedan leer con soltura esa letra tan pequeña-. Lo que me hace sospechar que, para los programadores, el programa del concierto «es lo de menos».

La otra hojita contiene la letra de La Mer, la famosa canción de Charles Trenet. Lo que me hace sospechar que quieren hacernos cantar. No es cosa de buen augurio para mí, yo no había venido ni a cantar ni a escuchar cantar al público. Tampoco había venido a escuchar canciones de Trenet. En fin. 

El concierto empieza con una transcripción para coro de la muy hermosa canción de Duparc, L'invitation au voyage, sobre texto de Baudelaire. Se trata de una auténtica joya … para escucharla de forma intimista por un solista. A mis oídos, la transcripción para coro la banaliza. Porque un coro, por principio, no puede alcanzar la sutileza ni la intimidad de una simple voz solista. Y este coro en particular no parece que pueda hacer los pianísimos que la obra maestra de Duparc hubiera necesitado.

A renglón seguido, el director del coro agarra un micrófono y nos atiza una serie de banalidades a modo de presentación de las obras (que «vamos a hacer un viaje», que «hay muchos tipos de viaje», etc...). Yo no había venido a escuchar las explicaciones de nadie sobre las obras. Y menos cuando se trata de puro marketing, sin ninguna información seria.  

Sigue pues el concierto con algún momento brillante (en particular el coro de peregrinos de Tannhaüser, la fuga del Sabbath de Mefistofele, o la escena de la coronación de Boris Godunov), porque el coro, cuando se trata de brillantez, está muy bien. Agudos seguros, empaste, bonito color, musicalidad... Las dos secciones masculinas en particular tienen un bonito color y buena inteligibilidad. Aunque también algo menos de volumen. Pero en general hay un buen equilibrio entre las distintas cuerdas.

Eso sí, cuando se trata de obras más delicadas como el inicio de Suor Angelica, falta eso, delicadeza.

La cosa es flagrante en Mozart. Especialmente en «Soave sia il vento». Alguien (supongo que el propio director del coro) ha tenido la nefasta idea de transcribir para coro el maravilloso terceto de Così fan tutte. El resultado es tan nefasto como la idea, y uno tiene ganas de que pasen pronto a lo siguiente ¿No hay obras corales que hubieran funcionado mucho mejor? ¿No hay suficientes coros de ópera en el repertorio?

A modo de entreacto, mientras el coro reposa, el director se empeña en hacernos cantar. He de reconocer que, aunque a mi no me interesa en absoluto, la mayor parte del público está encantada. Así que me armo de paciencia y escucho («seamos felices de que los otros sean felices», me digo). Sólo que el director de coro quiere hacer virguerías (segundas voces, canones...) con un coro improvisado de espectadores y la cosa no acaba de funcionar. Temo que nos hallemos ante un callejón sin salida.

Finalmente el sentido común impera, y pasado el tiempo de descanso del coro (y puede que un poco más) el director de coro hace de tripas corazón, y termina diciendo que «muy bien, formidable» aunque haya sido él mismo quien haya tenido que cantar al micrófono todas las segundas voces y el canon ...

Sigue pues la cosa con Mozart (ay), como decíamos, y con dos coros de Rautavaara y Villalobos, coros que nada tienen que ver con la ópera, contrariamente a lo anunciado en el título del concierto, y que a servidor de ustedes no acaban de interesarle.

Después del coro, que a mi juicio es el menos interesante de toda la producción de Bizet (el inicio de Los pescadores de perlas), termina el concierto con el coro de viajeros de La vida parisina. Simpático.

Ante los aplausos, nos vuelven a atizar el coro de Los pescadores de perlas.

Los pianistas que acompañan, sólidos.

El coro es prestigioso (el del Capitole de Toulouse que estaba a la sazón realizando una magnífica prestación en el Boris Godunov en el Teatro de los Campos Eliseos), el programa anunciado en la programación anual (poco se decía, pero se citaba a Boito, etc.) podía ser interesante. Por eso en su día compré la entrada...

Intento disculpar a quienes pergeñaron el concierto diciéndome que tal vez fuera yo quien no estaba en su sitio. Es indudable que el concierto ha sido placentero para mucha gente (aquellos a quienes les estaba destinado), de forma que lo que a mí me ha resultado vacuo o cargante, a buena parte del público le ha parecido simpático. Tal vez lo que yo considero «rigor» a ellos les puede parecer «envaramiento».

Cierto, no quisiera que el modelo propuesto por La Seine Musicale fuera el que se extendiera, pero he de entender que también tiene su sitio, también tiene su público.

Aunque tal vez el concierto del que se trata hubiera podido satisfacer a todos (a mí también) si las transcripciones innecesarias (de Duparc, de Mozart) hubieran sido sustituidas por coros de ópera de verdad (que los hay), si los comentarios del director (Gabriel Bourgoin) hubieran sido menos vacuos y un punto más informativos, si el coro hubiera sido mejor preparado para abordar los fragmentos delicados, si el programa de mano hubiera sido pensado para quienes quieren leerlo y no sólo para quienes van únicamente a mirarlo...

Tengo la sensación de haber sido víctima de algún experto en marketing capaz de todas las torpezas con la excusa de «atraer a nuevos públicos», e insisto, no, no quiero que tal sea el modelo que prevalezca en el mundo de los conciertos. Directores que mezclan churras con merinas, hablan a tontas y a locas, y hacen demostraciones más demagógicas que simpáticas. Todo con la excusa de «desempolvar la música clásica». Puede haber conciertos que aúnen calidad, rigor y simpatía. No son conceptos reñidos.

Costará mucho que servidor de ustedes vuelva a La Seine Musicale. Y bien que lo siento.

NB – Quien esto escribe ha asistido ya a sesiones participativas en que el público canta dirigido por un jefe de coro. Y disfruté mucho. Pero sabía que asistía a una sesión participativa, y el director tenía una horita para hacernos trabajar. ¡Menuda diferencia con el mejunje sobre la canción de Trenet del otro día en La Seine Musicale ! 

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