España - Andalucía

Currentzis fascina con un inolvidable Requiem de Mozart

José Amador Morales
lunes, 25 de marzo de 2024
Teodor Currentzis © 2022 by Olya Runyova Teodor Currentzis © 2022 by Olya Runyova
Sevilla, martes, 12 de marzo de 2024. Teatro de la Maestranza. Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para piano y orquesta núm. 24 en do menor, K.491; Réquiem en re menor, K.626. Olga Pashchenko, piano. Elizaveta Sveshnikova (soprano), Egor Semenkov (tenor), Andrey Nemzer (contratenor), Alexey Tikhomirov (bajo). MusicAeterna Orquesta y Coro. Teodor Currentzis, dirección musical.
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Programada en colaboración con el Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMAS), la visita de Teodor Currentzis al frente de “su” MusicAeterna al Teatro de la Maestranza era a priori uno de los grandes atractivos de la temporada, máxime cuando el programa seleccionado incluía obras de Mozart y, muy especialmente su Requiem. Así pues, un teatro prácticamente completo asistió al evento con las mejores expectativas, hasta el extremo de querer -y poder- participar como un protagonista más, si no el que más: tal fue la vorágine de toses, ruidos, estornudos, llamadas y caídas de móviles, etc, con la que irrumpió durante toda la velada a excepción tal vez de parte del propio Requiem, cuya presentación tuvo el impagable acierto de aplacar la oleada de ruidosas manifestaciones de la audiencia.

Un hecho lamentable que nos hizo recordar aquel concierto de enero de 2015 en este mismo escenario en el que un Daniel Barenboim enfadadísimo cerró visiblemente enojado la tapa de su piano antes de retirarse, dando a entender con claridad que no daría ningún bis; tal había sido la perorata de toses con la que el público sevillano le había obsequiado a lo largo de su interpretación (hay que decir que, significativamente, esto no le había sucedido el día anterior en Córdoba).

Sobre el papel la primera parte se presentaba como un trámite o “calentamiento” previo al Requiem, pero aquí adquirió un inesperado realce en torno al protagonismo de Olga Pashchenko que, no solo en el mozartiano Concierto para piano y orquesta núm. 24 -muy bello el lírico segundo movimiento- sino con las obras que regaló fuera de programa (el Concierto para clave en Re mayor de Dmitro Nortniansky, compositor ucraniano coetáneo de Mozart y unas contundentes variaciones de Beethoven), se reveló como una pianista sutil, convenientemente sobria en el fraseo y de técnica impecable.

La actuación de la pianista moscovita entusiasmó al frente de un instrumento que, según comentó ella misma al público, era reproducción del pianoforte Walter del compositor de Salzburgo, cuyo bello sonido y demás características ilustró incluso con ejemplos; eso sí, el pianoforte precisaba de una acertada y leve amplificación que a la postre tuvo que competir con los ruidos de la sala ya comentados.

Teodor Currentzis, que en la primera parte había arropado a la pianista mostrando una extraordinaria complicidad, comenzó la segunda con la Música fúnebre masónica K.477 de Mozart como introducción a un Requiem que, a su vez, fue precedido de la equivalente cantilena gregoriana (Requiem aeternam dona eis) previa reducción de la luz a una tenue lumbre que apenas iluminaba a los tenores encargados de su canto. El impacto de esta puesta en escena generó indiscutiblemente un clima propicio (¡de silencio al fin!) del que surgieron de forma natural los primeros compases del Requiem en re menor de Mozart.

El director grecorruso, de gestualidad expresiva y movimientos un tanto teatrales, ofreció una versión inolvidable y arrebatadora en su intensidad dramática, cristalina y preciosista en rigor tímbrico, bellísima en su desbordante musicalidad. Provisto de una orquesta y coro que parecen funcionar como una extensión de su cuerpo, Currentzis eligió tempi en general ligeros, a excepción tal vez del repentino freno en un “Confutatis” que por sí solo parecería algo efectista pero que en el marco de toda la obra y en la experiencia musical en directo adquiere plena carta de naturaleza. Máxime cuando a continuación emergió un sublime “Lacrimosa”, acaso lo mejor de toda la noche, al que Currentzis añadió los dieciséis compases de la fuga que, sobre la palabra "Amén", escribió Mozart y que fueron hallados en los años sesenta.

En el cuarteto solista destacó el fraseo cálido del bajo Alexey Tikhomirov, de voz timbrada, rotunda y firmemente proyectada, quien remató una actuación impecable y muy aplaudida en los saludos finales. También Elizaveta Sveshnikova aportó su hermoso timbre y musical línea de canto pese a algún contratiempo puntual, como al inicio del “Recordare”, mientras que Egor Semenkov lució un recio caudal canoro de más fuste de lo acostumbrado en su parte y de latín algo tosco (ese ingrato énfasis consonántico en los “naturra”, “creaturra” o “responsurra”); por su parte Andrey Nemzer logró propiciar un atinado contraste con una inusitada presencia vocal. 

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