Alemania
Măcelaru & Jussen
Juan Carlos Tellechea
El maestro Cristian
Măcelaru diseñó un programa memorable para esta velada organizada
por Konzerte – Klassik für Düsseldorf con la WDR
Sinfonieorchester (Orquesta Sinfónica de la Westdeutsche Rundfunk).
Cuando el espectador ve en cartel una obra de Antonín no se imagina que
va a presenciar la interpretación de una composición casi desconocida o muy
poco tocada de este compositor en los últimos tiempos.
Esto es precisamente lo que ocurrió esta tarde.
Măcelaru abrió el recital con un extracto de las diez miniaturas de Leyendas op 59 de
Antonín Dvořák escritas en 1881 y dedicadas al musicólogo y crítico musical Eduard Hanslick: I.
Allegretto (en re menor); III. Allegro giusto – Andante – Allegro giusto (en
sol menor); VI. Allegro con moto (en do menor), tocadas de forma sedosa, con
serenidad, elegancia y encanto, sin tener que preocuparse por la dramaturgia de
la forma y la arquitectura de la labor. El ciclo
completo fue grabado (sello LINN) por el director y la WDR
Sinfonieorchester hace un par de años atrás, junto con la Suite checa para
orquesta en re mayor op 39 del mismo compositor.
Lectura
El título de Leyendas que dió Antonín
Dvořák a este ciclo se jusitifica por el tono narrativo, épicamente medido, que
lo impregna. Son breves narraciones musicales sin tema ni asunto concreto,
cuyos sonidos folclóricos checos hacen que parezcan creadas por un bardo. El
oyente intuye lo maravilloso, lo característico de un cuento de hadas, sin
poder descifrar lo inefable que desempeña el papel protagonista de esta serie.
Béla Bartók
Los hermanos Lucas y Arthur
Ahora lo han hecho con el Concierto para dos pianos y percusión Sz 115 de Béla , en lo que constituye un sorprendente acento para un programa convencional como éste. En 1940 el compositor había rodeado su Sonata para dos pianos y percusión, compuesta tres años antes, con una parte orquestal que estabilizó las armonías y fortaleció las voces, pero por lo demás no contribuyó en nada sustancial. La vieja sonata descansa en este nuevo concierto al abrigo del colectivo musical.
Bajo la égida de Cristian Măcelaru la WDR
Sinfonieorchester no le perdió pisada a los hermanos Jussen, quienes se
divertían bastante ante el teclado, tocando con deportiva elegancia en el Assai
lento – Allegro molto inicial. Con Peter
Las ovaciones fueron tan frenéticas que el
cuarteto solista volvió tres veces al escenario para agradecer al público y
entregar como bis el brillante "Mambo", de West Side Story, de Leonard
Johannes Brahms
El cierre
del concierto con la Sinfonía nº 2 op 73 de Johannes Hans Richter,
al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena, quien la estrenó en la capital
imperial austríaca el 30 de diciembre de 1877.
Apasionado
defensor de Brahms, Hans Richter también estrenó la Sinfonía nº 3 del
compositor en 1883. Muy diferente de las sombrías y heroicas Sinfonías nº 1 y
nº 3 y de la melancólica Sinfonía nº 4, esta Segunda Sinfonía manifiesta una
alegría que excluye toda aspereza, como si Brahms se refugiara en una especie
de felicidad envuelta en un optimismo infalible.
Brahms
reunió una orquesta muy completa para esta Segunda Sinfonía, llegando incluso a
requerir la presencia de una tuba y tres trombones. Paradójicamente, a esta
obra, con su ambiente alegre bañado en una luz que podría calificarse de
"vienesa", le siguió la Sinfonía nº 3, extremadamente dura, con sus
movimientos violentos poco frecuentes en el universo sinfónico de Brahms.
Ensoñación
La Sinfonía
nº 2 op 73 en re mayor, es realmente luminosa. El Allegro non troppo es
tranquilo y soñador, el desarrollo oscila entre lo bucólico y lo popular. La
pequeña armonía de la WDR Sinfonieorchester es aquí particularmente elocuente.
El Adagio non troppo – L'istesso tempo, ma grazioso, que comienza con largas
frases de los violonchelos, ofrece una suave melancolía; el segundo tema es
amplio y está bien en el espíritu de ensoñación que corresponde a esta parte,
sin precipitarse.
El Allegretto grazioso (Quasi Andantino) tiene un encanto rural, suavemente arrullado por las maderas. En el Allegro con spirito, la articulación se vuelve más pronunciada, sin caer en una violencia innecesaria en los compases finales ni sucumbir a las tentaciones wagnerianas. El final es glorioso, lleno de júbilo y desató las merecidas aclamaciones de la platea. Otras tres veces tuvo que entrar Cristian Măcelaru al escenario para agradecer al público que se había puesto espontáneamente de pie en la sala. El director agradeció las ovaciones con otro bis: el tema II. Molto moderato (en sol mayor), de Leyendas, de Antonín Dvořák.
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