Alemania

Măcelaru & Jussen

Juan Carlos Tellechea
martes, 26 de marzo de 2024
Christian Măcelaru © 2024 by Thomas Brill Christian Măcelaru © 2024 by Thomas Brill
Düsseldorf, domingo, 17 de marzo de 2024. Gran sala auditorio Mendelssohn de la Tonhalle de Düsseldorf. Lucas und Arthur Jussen (piano), Peter Stracke y Johannes Wippermann (percusión). WDR Sinfonieorchester. Director Cristian Măcelaru. Antonín Dvořák, Extractos de ''Leyendas'' op 59. Béla Bartók, Concierto para dos pianos, percusión y orquesta. Johannes Brahms, Sinfonía nº 2 en re mayor op. 73. Solistas Bises: ''Mambo'', de West Side Story (Leonard Bernstein), y tema II de ''Leyendas'' (Antonín Dvořák). Recital organizado por Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf. 100% del aforo.
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El maestro Cristian Măcelaru diseñó un programa memorable para esta velada organizada por Heinersdorff Konzerte – Klassik für Düsseldorf con la WDR Sinfonieorchester (Orquesta Sinfónica de la Westdeutsche Rundfunk). Cuando el espectador ve en cartel una obra de Antonín Dvořák no se imagina que va a presenciar la interpretación de una composición casi desconocida o muy poco tocada de este compositor en los últimos tiempos.

Esto es precisamente lo que ocurrió esta tarde. Măcelaru abrió el recital con un extracto de las diez miniaturas de Leyendas op 59 de Antonín Dvořák escritas en 1881 y dedicadas al musicólogo y crítico musical Eduard Hanslick: I. Allegretto (en re menor); III. Allegro giusto – Andante – Allegro giusto (en sol menor); VI. Allegro con moto (en do menor), tocadas de forma sedosa, con serenidad, elegancia y encanto, sin tener que preocuparse por la dramaturgia de la forma y la arquitectura de la labor. El ciclo completo fue grabado (sello LINN) por el director y la WDR Sinfonieorchester hace un par de años atrás, junto con la Suite checa para orquesta en re mayor op 39 del mismo compositor.

Lectura

El título de Leyendas que dió Antonín Dvořák a este ciclo se jusitifica por el tono narrativo, épicamente medido, que lo impregna. Son breves narraciones musicales sin tema ni asunto concreto, cuyos sonidos folclóricos checos hacen que parezcan creadas por un bardo. El oyente intuye lo maravilloso, lo característico de un cuento de hadas, sin poder descifrar lo inefable que desempeña el papel protagonista de esta serie.

Măcelaru con su musicalidad, con su cultura de sonido pulido y una soberanía técnica al más alto nivel, ofrece una lectura exacta de la partitura, con la profundidad de expresión y empatía de esta música. La orquesta ofrece además los mejores matices de Dvořák, implementando movimientos diferenciados en sonidos coloridos. Hasta el implacable crítico, que era Hanslick, se habría deshecho en elogios aún cuando el compositor no le hubiera dedicado sus Leyendas.

Béla Bartók

Los hermanos Lucas y Arthur Jussen están siendo paseados por las salas de conciertos de Europa, desde que debutaron a edad muy temprana en el Concertgebouw de Amsterdam en 2006 y fueron descubiertos por el Klavier-Festival Ruhr de Alemania en 2015. Desde hace varias temporadas vienen trabajando con la WDR Sinfonieorchester en diversos conciertos del repertorio para dos pianos (Mozart, Mendelssohn, Poulenc).

Ahora lo han hecho con el Concierto para dos pianos y percusión Sz 115 de Béla Bartók, en lo que constituye un sorprendente acento para un programa convencional como éste. En 1940 el compositor había rodeado su Sonata para dos pianos y percusión, compuesta tres años antes, con una parte orquestal que estabilizó las armonías y fortaleció las voces, pero por lo demás no contribuyó en nada sustancial. La vieja sonata descansa en este nuevo concierto al abrigo del colectivo musical.

Bajo la égida de Cristian Măcelaru la WDR Sinfonieorchester no le perdió pisada a los hermanos Jussen, quienes se divertían bastante ante el teclado, tocando con deportiva elegancia en el Assai lento – Allegro molto inicial. Con Peter Stracke y Johannes Wippermann, los dos solistas de percusión de la orquesta, se logró el ajuste rítmico en el Lento ma non troppo hasta alcanzar el impresionantemente sereno Allegro ma non tropp final.

Las ovaciones fueron tan frenéticas que el cuarteto solista volvió tres veces al escenario para agradecer al público y entregar como bis el brillante "Mambo", de West Side Story, de Leonard Bernstein.

Johannes Brahms

El cierre del concierto con la Sinfonía nº 2 op 73 de Johannes Brahms marcó el verdadero brillo de este preciosa velada con la WDR Sinfonieorchester bajo la égida de Cristian Măcelaru. Fue el famoso director Hans Richter, al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena, quien la estrenó en la capital imperial austríaca el 30 de diciembre de 1877.

Apasionado defensor de Brahms, Hans Richter también estrenó la Sinfonía nº 3 del compositor en 1883. Muy diferente de las sombrías y heroicas Sinfonías nº 1 y nº 3 y de la melancólica Sinfonía nº 4, esta Segunda Sinfonía manifiesta una alegría que excluye toda aspereza, como si Brahms se refugiara en una especie de felicidad envuelta en un optimismo infalible.

Brahms reunió una orquesta muy completa para esta Segunda Sinfonía, llegando incluso a requerir la presencia de una tuba y tres trombones. Paradójicamente, a esta obra, con su ambiente alegre bañado en una luz que podría calificarse de "vienesa", le siguió la Sinfonía nº 3, extremadamente dura, con sus movimientos violentos poco frecuentes en el universo sinfónico de Brahms.

Ensoñación

La Sinfonía nº 2 op 73 en re mayor, es realmente luminosa. El Allegro non troppo es tranquilo y soñador, el desarrollo oscila entre lo bucólico y lo popular. La pequeña armonía de la WDR Sinfonieorchester es aquí particularmente elocuente. El Adagio non troppo – L'istesso tempo, ma grazioso, que comienza con largas frases de los violonchelos, ofrece una suave melancolía; el segundo tema es amplio y está bien en el espíritu de ensoñación que corresponde a esta parte, sin precipitarse.

El Allegretto grazioso (Quasi Andantino) tiene un encanto rural, suavemente arrullado por las maderas. En el Allegro con spirito, la articulación se vuelve más pronunciada, sin caer en una violencia innecesaria en los compases finales ni sucumbir a las tentaciones wagnerianas. El final es glorioso, lleno de júbilo y desató las merecidas aclamaciones de la platea. Otras tres veces tuvo que entrar Cristian Măcelaru al escenario para agradecer al público que se había puesto espontáneamente de pie en la sala. El director agradeció las ovaciones con otro bis: el tema II. Molto moderato (en sol mayor), de Leyendas, de Antonín Dvořák.

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