Italia

La última tempestad de Rossini

Jorge Binaghi
miércoles, 3 de abril de 2024
Muti, Guillaume Tell © 2024 by Brescia/Amisano Muti, Guillaume Tell © 2024 by Brescia/Amisano
Milán, sábado, 23 de marzo de 2024. Teatro alla Scala. Guillaume Tell (París, Académie Royale de Musique, 3 de agosto de 1829). Libreto de Étienne de Jouy e Hippolyte Bis, y música de G. Rossini. Puesta en escena: Chiara Muti. Escenografía: Alessandro Camera. Vestuario: Ursula Patzak. Coreografía: Silvia Giordano. Luces: Vincent Longuemare. Intérpretes: Dmitry Korchak (Arnold), Michele Pertusi (Guillaume), Nahuel Di Pierro (Walter), Evgeny Stavisky (Melchtal), Catherine Trottmann (Jemmy), Luca Tittoto (Gesler), Brayan Ávila Martinez (Rodolphe), Dave Monaco (Ruodi), Paul Grant (Leuthold), Hunahong Li (Un chasseur), Salome Jicia (Matilde) y Géraldine Chauveti (Hedwige). Orquesta y coro del Teatro (maestro de coro: Alberto Malazzi). Dirección: Michele Mariotti.
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No es título que se vea con frecuencia. Y menos bien hecho. He tenido bastante suerte con él desde 1966 aunque es la segunda reposición en francés de gran altura que veo. Las otras fueron en italiano (y la obra pierde o se convierte en algo distinto y menos perfecto) o alguna en francés, pero con una realización modesta (y, seamos claros, no es posible hacer una reposición ‘modesta’ de este título. No sólo no se le hace justicia. Se impone hacerlo bien porque de esta obra maestra, verdadero ‘unicum’ que su autor quiso resaltar abandonando definitivamente el género aunque no la música, depende nada menos que el destino de la ópera como tal en Occidente -e incluyo a Rusia).

El título de esta reseña me lo sugirió la escucha atenta de lo que nos propuso Mariotti, artífice ya de la gloriosa reposición de Pésaro (se puede encontrar aquí mismo mi ‘crítica’). Y así como hay todavía un crescendo típico que de típico tiene poco y da paso a algo ‘distinto’ al final del primer acto (en el tercero ya ni restos del crescendo) hay, cómo no y como en casi toda ópera del compositor, una tempestad. Sólo que aquí está claramente motivada y si su traducción recuerda a otras es más breve, más densa, y desemboca en ‘otra cosa’. El canto a la libertad que se funde con la paz de los elementos naturales es uno de los momentos más altos de la música lírica, no sólo del teatro de Rossini. Estremecedor.

Pieza enlazada

¿Romántico? Sí. Y más que romántico, también. Difícil pensar que quien ha escrito -sólo en esta ópera- páginas como ‘Sombre forêt’, ‘Sois immobile’ o la escena completa que da inicio al cuarto acto y tiene por centro ‘Asile héréditaire’, y la obertura, y los coros, y hasta las danzas, sea el mismo de su producción anterior (y pienso en La donna del lago que en algún punto anticipa esta evolución). Admirable.

Como lo fue lo que hizo la batuta de Mariotti, que se superó a sí mismo (y mi recuerdo de aquella vez en Pésaro lo tenía como una referencia tan ineludible como insuperable), con la complicidad de una orquesta en estado de gracia pura y un coro del que no se sabe si alabar más el empaste, el equilibrio, el dominio de las dinámicas (Malazzi es un digno sucesor de Casoni).

La ovación estalló ya, interminable, después de la obertura, que fue sensacional (pero me temo que yo me haya quedado tan absorbido en la primera parte ‘lenta’ que la efervescente ‘sólo´ me pareció magnífica. Lo que escuché desde el principio me dejó fuera de combate).

Los acompañamientos fueron sabios, nunca se dejó de oír a un cantante, los instrumentos solistas fueron destacados como merecían cuando era necesario, la concertación toda ella un ejemplo.

Las famosas y peligrosas danzas nunca fueron momento de lucimiento hueco (en el tercer acto incluso las riendas se mantuvieron firmes para que el final no perdiera su impacto), y si a alguien se le ocurriera decir que, cediendo a las exigencias parisinas del ballet, la obra pierde en dramatismo, aquí no fue cierto. Hasta por contraposición con la escena, la levedad y aparente frivolidad de la música parecía advertir que se estaba danzando sobre el abismo. Nunca vi algo igual.

‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.

Y aquí viene la discutida y anatemizada nueva producción debida a la señora Muti. Si hay una objeción es que tal vez fue demasiado lúgubre desde la primera nota (luego de la obertura, que, oh, pudimos disfrutar a telón cerrado como debe ser). Pero si eso es cierto y si la insistencia en la tortura como modo de dominio (el coro de cazadores que inicia el segundo acto) puede parecer desmedido, cuando al final la natura se calma con la muerte del tirano (cuánto Shakespeare en este Schiller) la luz aparece por fin y se hace intensísima.

Las protestas que seguían en esta segunda representación y se centraron en el ballet del tercer acto con exclamaciones indignadas del tipo ‘indigno de la Scala’ sirvieron simplemente a demostrar que una parte -importante- del público sólo quiere ver un ‘divertissement’ y no acepta que este género obsoleto lo incomode con recuerdos demasiado cercanos o con el presente.

Como se sabe no suelo defender disparates en nombre de la novedad, pero tampoco defiendo la ‘tradición’ por sí misma, y menos cuando puede esconder una fuerza que por su culpa la música (y el texto) han ido perdiendo. No pasa con muchos títulos, pero ciertamente sí con éste. La primera vez que lo vi en 1966 acababa de ocurrir un golpe de estado (blando por comparación a lo que vino luego en Argentina) que había llegado (cómo no) hasta la lírica con la prohibición del estreno de Bomarzo de Ginastera y la dimisión (destitución) del mejor director general que el Teatro Colón ha tenido desde entonces.

‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.

Hoy, que la gente ande perdida, con la cabeza baja clavada en sus tablets desde donde se les lava la cabeza, y se muevan o incluso bailen como autómatas privados de voluntad y conciencia a muchos parece disgustarles, lo mismo que las indeseables rebeliones tras un exceso de torturas (incluidas violaciones). Hay tres torres negras que se mueven y permiten evocar los distintos ambientes, trajes de colores neutros u oscuros (la evocación de Metrópolis de Lang es explícita) salvo los de Mathilde y algunos de la corte. Muy buena la iluminación, y los personajes bien definidos, en particular Tell.

Claro que en este caso se tiene la presencia de un Pertusi que a sus casi sesenta años parece no sólo inoxidable sino incluso en una forma que este papel (en realidad de bajobarítono) no permitía imaginar, con agudos firmes y volumen suficiente. Korchak no le fue a la zaga en lo vocal (casi no hay restos de nasalidad, los agudos son seguros, el centro más ancho y las medias voces notables; no es un gran actor, pero Arnold no lo pide).

Jicia fue la solución a la renuncia de una Marina Rebeka que al parecer no se había repuesto aún de los problemas que le creara la producción de Médée aquí mismo. Lo hizo bien, con un timbre bastante impersonal, buena noción de estilo y técnica, que le permitieron mejor suerte en los dos últimos actos e incluso en el dúo del segundo que su aria de entrada en éste donde las notas filadas y el encanto de la ‘selva opaca’ (para citar la traducción italiana) estuvieron ausentes. Hizo buen uso de la coloratura en su segunda aria y ciertamente donde más brilló fue en los difíciles agudos del gran concertante del tercer acto.

‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.‘Guillaume Tell’ de Rossini. Dirección musical: Michele Mariotti. Puesta en escena: Chiara Muti. Milán, Teatro alla Scala, marzo de 2024. © 2024 by Brescia/Amisano y Teatro alla Scala.

Bien Chauvet en la sufrida esposa de Tell y también, luego de un primer acto bastante estridente, Trottmann en Jemmy, el hijo (su aria, junto con un par de momentos de danza, fueron los únicos cortes practicados).

De los bajos destacó sobre todo Stavisky en su primer acto. Tittoto ya había hecho Gesler y se notaba su familiaridad con el odioso personaje. Di Pierro hizo mejor figura que en Médée y la voz parecía haber recobrado gran parte de su brillo. Muy interesante la difícil aunque corta parte del pescador (Ruodi) confiada a Monaco. El Rodolphe de Ávila Martínez empezó con muy poca voz, pero en el tercer acto mejoró. Correctos los restantes y óptimos en verdad los bailarines.

Teatro repleto y muy participativo durante toda la función (casi no se oyeron celulares).

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