Reportajes
UcraniaLas divergencias entre Alemania y Francia, desagradables e inoportunas, van en aumento
Juan Carlos Tellechea
Es desesperante ver que bajo el gobierno
semáforo del canciller alemán Olaf Scholz las relaciones
entre Alemania y Francia no se han fortalecido, tal como hubiera sido de desear
ante la difícil situación internacional actual, con peligrosos conflictos
bélicos en Europa y en el Cercano Oriente.
Desde hace meses París y Berlín se han
consultado regularmente sobre este estado de cosas, pero siempre se han
producido dificultades, divergencias, lentitud en alcanzar entendimientos, que
por todos los medios posibles ambos gobiernos tratan de disimular.
Verbigracia, y solo por citar uno de los
problemas, las prolongadas e innecesarias demoras en desbloquear la
construcción de un carro de combate europeo del que se viene hablando desde
hace demasiado largo tiempo y en el que además de Francia y Alemania otros
países también están interesados, entre ellos España.
Miedo a una Tercera Guerra Mundial
Cuando los tiempos son inciertos, los profetas
del fin de los tiempos están de moda. Así fue en la Edad Media y no es
diferente hoy en día. Solo cambia el contenido de las predicciones. Entonces,
era el Anticristo quien anunciaba su aparición. Hoy es Vladimir Putin;
supuestamente el mundo se dirige hacia la Tercera Guerra Mundial. Estas
profecías tienen un punto débil en común: el fin del mundo ocurre con menos
frecuencia de lo que predice el murmurante coro de profetas; aunque es cierto
que la constelación geopolítica es más sombría de lo que ha sido en mucho
tiempo.
París y Berlín deben entender por fin que el
divorcio no es ninguna opción para Europa y que están condenados a armonizar
definitivamente sus ideas. Un fracaso de los proyectos conjuntos tendrá siempre
un impacto exterior devastador, tanto dentro como fuera de Europa.
Disruptivo punto de inflexión de Francia
En estos precisos momentos, París y Berlín se
reposicionan en materia de política de seguridad y las divergencias bilaterales
van en aumento. La invasión rusa a gran escala de Ucrania a partir del 24 de
febrero de 2022 no ha sacudido la política de seguridad francesa tan
profundamente como lo ha hecho la alemana. Francia se ve reivindicada en sus
objetivos anteriores, especialmente en el fortalecimiento de la soberanía
estratégica de Europa.
Sin embargo, ha realizado ajustes en muchos
ámbitos para seguir persiguiendo sus ambiciones en unas condiciones marco
modificadas, afirman los prestigiosos politólogos Sven Arnold,
investigador invitado del Grupo de Investigación sobre Política de Seguridad y
la Dra Claudia Major,
quien dirige el referido Grupo de Investigación de la Fundación Ciencia y Política (SWP),
gabinete estratégico que asesora al gobierno y al parlamento federal de
Alemania.
Esta continuidad de los objetivos de política
de seguridad con un notable ajuste del término medio y del rumbo incluye el
apoyo ahora activo de Francia a la ampliación de la UE y la OTAN y su mayor
compromiso con la OTAN. Esto también ha disipado en parte la irritación entre
los socios europeos que el presidente Emmanuel Macron describía
la invasión rusa de Ucrania como un "cambio de época". Sin embargo, a
pesar de esta ruptura fundamental, Francia ve confirmados sus planteamientos
estratégicos, presupuestarios y militares centrales.
Continuidad de objetivos: reforzar la soberanía europea
En su Revue Stratégique (una
especie de estrategia de seguridad nacional) de 2017 y su actualización de
2021, París ya había reconocido la necesidad de prepararse para conflictos
interestatales de alta intensidad. Francia siempre ha mantenido la inversión en
su disuasión nuclear, en parte porque debe ser capaz de disuadir un conflicto
con una gran potencia. París también ha invertido tradicionalmente en la
capacidad operativa de sus fuerzas armadas.
Es cierto que la presión para ahorrar dinero
también ha provocado lagunas en este sentido, por ejemplo en defensa antiaérea
y municiones. Pero, en conjunto, el estado y la disponibilidad operativa de las
fuerzas armadas francesas son mejores que los de la mayoría de las fuerzas
armadas europeas, cuyas capacidades se han reducido debido a la presión de los
costes y a la falta de sensación de amenaza.
Además, las fuerzas francesas están curtidas en
mil batallas desde hace años, por ejemplo debido a sus despliegues en Mali de
2013 a 2022 o en Irak desde 2014. La invasión a gran escala de Ucrania por
parte de Rusia en 2022 no ha cambiado los objetivos de la política de seguridad
francesa, sino que más bien los ha confirmado: El leitmotiv de la soberanía
europea, que Macron ha perseguido desde que asumió el cargo en 2017, incluso
ganó urgencia en su opinión.
El objetivo es una Europa que represente de
forma proactiva e independiente sus intereses políticos, tecnológicos,
económicos y militares y dé forma a su entorno (véase el Estudio SWP 4/2021).
Francia es una excepción a este respecto, ya que para muchos europeos la
invasión rusa de 2022 subrayó el papel central de la OTAN (y de EEUU) en la
defensa del continente y confirmó el papel subordinado de la UE.
París reconoce que EE.UU. es indispensable para
la seguridad de Europa a corto y medio plazo y también se centra en la OTAN.
Sin embargo, a diferencia de muchos socios, Francia ya está invirtiendo
conscientemente en las correspondientes estructuras y políticas de la UE. A
largo plazo, París considera aún más necesaria una defensa europea
independiente.
En primer lugar, la guerra de Rusia confirma
las suposiciones francesas sobre la limitada capacidad de actuación de los
europeos, ya que pone de manifiesto su dependencia política y militar de
Estados Unidos y sus propias carencias, desde el reconocimiento hasta la
logística. En segundo lugar, la guerra subraya la necesidad de una Europa capaz
de actuar, precisamente porque el entorno estratégico es cada vez más inestable
y difícil.
Francia también se refiere tradicionalmente a
retos que van más allá de Rusia. Para París, el hecho de que Estados Unidos se
centre en el conflicto sistémico con China es una tendencia permanente. Las
elecciones de 2024 podrían llevar al poder a una administración estadounidense
menos transatlántica, más selectiva y más transaccional, que contribuiría menos
a la seguridad europea o se posicionaría en contra de los objetivos europeos.
Desde la perspectiva francesa, el objetivo no
es sustituir a la OTAN. Más bien, deberían aumentar las contribuciones europeas
a la alianza, lo que estaría en consonancia con el reparto de cargas exigido
por Washington y con una mayor capacidad de actuación de Europa. París espera
que la guerra rusa convenza a los demás europeos de esta necesidad.
Sin embargo, aunque muchos Estados comparten el
objetivo en principio, su realización concreta a menudo parece tener poca
prioridad (la Estrategia de Seguridad Nacional de Alemania también sigue siendo
vaga a este respecto). O existen objetivos contrapuestos, por ejemplo cuando se
trata de colmar rápidamente las lagunas de capacidad con equipos no europeos o
de invertir a largo plazo en empresas europeas y reforzar así su propia
soberanía industrial.
En consecuencia, la cuestión de la soberanía
estratégica domina la política europea de Francia. Esto quedó patente, por
ejemplo, durante la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea en
2022, cuando los Estados de la UE, a iniciativa de París, encargaron a la
Comisión y a la Agencia Europea de Defensa que desarrollaran iniciativas para
reforzar las capacidades de defensa europeas (como parte de la "Agenda de
Versalles").
Los instrumentos resultantes pretenden promover
la base tecnológica e industrial de la defensa europea (BTID), desfragmentar el
mercado europeo, desarrollar sinergias entre los Estados de la UE y mejorar las
capacidades de producción.
Desde esta perspectiva, es comprensible la
crítica de Francia al hecho de que muchos Estados de la UE hayan cubierto el
aumento de las necesidades de sus fuerzas armadas desde la invasión rusa con
adquisiciones no europeas en lugar de comprar en Europa o invertir en proyectos
europeos. Así ocurrió, por ejemplo, con la decisión de Polonia de adquirir
material terrestre y aéreo coreano, así como con la adquisición por Alemania de
sistemas de defensa antiaérea estadounidenses e israelíes (Patriot, Arrow 3).
La mayoría de los Estados miembros desaprobaron
el enfoque comunitario de Francia por dogmático y contraproducente. Habrían
estado dispuestos, por ejemplo, a dejar de lado temporalmente el objetivo de la
"soberanía europea" a la hora de comprar munición. En vista de la
dramática situación en Ucrania, la postura francesa se hizo más flexible a
principios de 2024.
París apoya ahora las iniciativas por las que
los europeos quieren adquirir municiones producidas fuera de Europa y acepta
que se asuma una deuda conjunta en la UE para apoyar a Kiev de forma
permanente.
Ajustes políticos
Aunque Francia mantuvo sus objetivos
anteriores, cambió de rumbo para poder seguir persiguiéndolos en las nuevas
condiciones marco. Estos ajustes fueron en gran medida rutinarios, pero a
menudo no se coordinaron con sus socios.
Nueva política hacia Rusia
Tradicionalmente, Francia ha seguido una
política cooperativa y pragmática hacia Rusia. A diferencia de la
"asociación para la modernización" alemana con Moscú, ésta se guiaba
menos por esperanzas de reforma que por la convicción de realpolitik de
que Europa necesitaba una relación estable con la potencia nuclear de su
vecindad.
Sin embargo, desde el punto de vista de muchos
socios, como Polonia, Francia hizo la vista gorda ante los acontecimientos en
Rusia durante demasiado tiempo. Por lo tanto, hubo una gran irritación cuando
Macron recibió al presidente Putin en su residencia de verano en el sur de
Francia en agosto de 2019, anunció la reanudación del diálogo bilateral y habló
de construir una nueva "arquitectura de seguridad y confianza entre la UE
y Rusia".
En junio de 2021, cuando el Kremlin ya estaba
concentrando tropas en la frontera con Ucrania, París (junto con Berlín) pidió
la creación de "espacios de diálogo con Moscú". Tras la invasión de
febrero de 2022, Macron escandalizó a muchos socios cuando llamó a negociar con
Rusia sin profundizar en este llamamiento.
Francia reconoce ahora que su política hacia
Rusia ha fracasado. El discurso que Macron pronunció en Bratislava a finales de
mayo de 2023 constituye la base del nuevo rumbo. En él, se disculpó por sus
anteriores errores de apreciación y descartó una rápida vuelta a la normalidad
con Rusia.
Desde el inicio de la guerra en 2022, su
retórica ha cambiado: de "Rusia no debe ser humillada" (junio de
2022) a "Rusia no debe ganar" (febrero de 2023) a "la derrota de
Rusia es esencial" (febrero de 2024). Macron pasó de ser un guardafrenos a
un conductor.
A principios de 2024, pidió una "sacudida
estratégica" en Europa ante la preocupación de una victoria rusa. Hay que
aumentar el apoyo a Ucrania y señalar por igual a Moscú y a Kiev que este apoyo
es a largo plazo y fiable.
El cambio en París se basa principalmente en la
constatación de que Rusia actúa de forma sistemáticamente revisionista y no
solo pone en entredicho la soberanía de Ucrania, sino que también amenaza el
orden de seguridad europeo, el orden nuclear y las normas internacionales.
Después de todo, a pesar de los repetidos
intentos de Macron y otros, Moscú no ha mostrado ningún interés en poner fin a
esta guerra, ni antes ni después de la invasión. Al contrario, Rusia está
escalando, lanzando amenazas nucleares, insistiendo en su victoria militar y
negándose a transigir.
En opinión de Macron, el Kremlin se ha
convertido en un "actor metódico de desestabilización" que amenaza
los intereses europeos, por ejemplo mediante la desinformación y los
ciberataques. Por tanto, la guerra contra Ucrania, cuyo desenlace es "existencial"
para Europa, no puede detenerse a corto plazo, sino que hay que ganarla.
Por ello, Francia ha modificado progresivamente
su enfoque. Al principio, pretendía debilitar a Rusia principalmente mediante
sanciones y la desvinculación energética y apoyar a Ucrania política (incluso
mediante la integración en la UE y la OTAN), económica y militarmente. Ahora
París va más allá, porque ya no considera suficiente el enfoque anterior en
vista de la dramática situación bélica.
Francia no solo quiere aumentar su apoyo, sino
también cambiar su naturaleza. En la Conferencia de París sobre Ucrania,
celebrada en febrero de 2024, 27 países acordaron proporcionar a Ucrania un
apoyo aún más amplio.
En primer lugar, quieren transferir a Ucrania
actividades que hasta ahora se han llevado a cabo en Estados de la OTAN, como
la formación o la producción de armamento; en segundo lugar, podrían asumirse
tareas como la retirada de minas para que las fuerzas armadas ucranianas
pudieran concentrarse en su misión principal.
Macron tampoco descartó el despliegue de tropas
terrestres occidentales. En un principio, no se trataría de operaciones de
combate, aunque no puedan descartarse, sino de servicios de apoyo. Aunque
algunos países, sobre todo Alemania, rechazaron la sugerencia de posibles
tropas terrestres, muchos otros -como Polonia, los países bálticos, Finlandia,
Noruega y los Países Bajos- la apoyaron.
Al mismo tiempo, París recordó que Europa
tendría que volver a colaborar con una Rusia reformada a largo plazo, sobre
todo en el ámbito del control de armas nucleares.
Aprobación de la ampliación de la UE
Otro ajuste es que París ya no bloquea la
ampliación de la UE, sino que ahora la impulsa. Francia ha sido
tradicionalmente reacia a hacerlo. Recientemente, en 2019, detuvo las
negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte y exigió que se aplicara
primero la reforma de la UE, por temor a que una Unión ampliada no pudiera
actuar de otro modo.
El cambio comenzó en 2022, cuando Ucrania y
Moldavia obtuvieron la perspectiva de adhesión bajo la presidencia francesa del
Consejo de la UE. En su discurso de Bratislava, Macron pidió que todos los
candidatos se adhirieran a la UE "lo antes posible".
Esto parecía ahora geopolíticamente necesario
en vista de la invasión rusa a gran escala, el ataque asociado al orden europeo
y los nuevos intentos de expansión y desestabilización por parte de Rusia y
otros actores en la vecindad de Europa. Para París, la ampliación de la UE se
presentaba como un medio eficaz para estabilizar los Balcanes, Ucrania,
Moldavia y Georgia y reforzar así Europa.
Al principio, los candidatos y los socios de la
UE acogieron con recelo este cambio de rumbo. La credibilidad de la nueva
postura de Francia también se vio afectada por su iniciativa unilateral de
establecer una "Comunidad Política Europea" (CPE) al margen de la UE.
Muchos apoyaban poco este formato, porque lo veían más como un espacio de
almacenamiento para los candidatos que como un instrumento de cooperación
geopolítica.
A favor de la entrada de Ucrania en la OTAN
El sí de Francia a la entrada de Ucrania en la
OTAN también es nuevo. En 2008, París y Berlín seguían bloqueando la admisión
de Kiev. Este cambio de rumbo sigue la misma lógica que el apoyo francés a la
ampliación de la UE.
Desde el punto de vista de París, una Ucrania
soberana y segura es crucial para la seguridad y la estabilidad de Europa.
Además, Francia considera que el desarrollo interno de Ucrania está
inextricablemente ligado a su seguridad exterior: sin un marco exterior, los
procesos de reconstrucción y reforma corren el riesgo de fracasar, lo que
convertiría a Ucrania en un factor de inestabilidad.
Del mismo modo, la pertenencia a la UE y a la
OTAN están vinculadas secuencialmente. La adhesión a la UE otorgaría a Ucrania
la protección del artículo 42.7 del Tratado de la UE. Sin embargo, los europeos
son actualmente incapaces de garantizar esta protección; solo la OTAN, con el
apoyo de Estados Unidos, está actualmente en condiciones de hacerlo.
Por tanto, la adhesión a la UE solo podrá tener
lugar una vez que Ucrania esté cubierta por la promesa de asistencia de la OTAN
o los europeos estén en condiciones de defenderse sin la ayuda de Estados
Unidos.
París reconoce que la adhesión de Ucrania a la
OTAN conllevaría costes y riesgos. Para Francia, sin embargo, las ventajas
estratégicas superan los riesgos. Por ello, en la cumbre de la OTAN de 2023, se
unió a otros aliados a favor de invitar a Ucrania a ingresar, distanciándose
así de EEUU y Alemania. Este enfoque también se reflejó en el acuerdo bilateral
de seguridad entre París y Kiev, que se celebró en febrero de 2024 y tiene una
validez de diez años o hasta que el país se incorpore a la OTAN.
Apoyo a Ucrania
Por fuertes que sean los compromisos retóricos
de Francia, no concuerdan con su bajo nivel de apoyo a Ucrania en comparación
con el resto de Europa. Según el Instituto de
Kiel para la Economía Mundial, Francia está muy por detrás de
Estados Unidos, Alemania y Reino Unido en términos de ayuda militar, financiera
y humanitaria.
En 2024, el apoyo militar de París ascenderá a
3.000 millones de euros, menos de la mitad que los 7.500 millones de Alemania.
París aduce tres razones principales para ello. En primer lugar, se refiere a
los compromisos en otras regiones, como África y el Indo-Pacífico (donde se
encuentran los territorios franceses de ultramar).
Por tanto, Francia debe seguir siendo operativa
y no dejar grandes lagunas en su equipamiento. En segundo lugar, esto también
se aplica a la defensa de Europa, sobre todo teniendo en cuenta que otros
países ya están aceptando recortes en este ámbito. En tercer lugar, Francia
dispone de pocos sistemas de armamento pesado en grandes cantidades porque
hasta la fecha se ha centrado en la lucha contra el terrorismo en la región del
Sahel.
En última instancia, el gobierno decidió no
arriesgarse a sufrir más carencias en su propio equipamiento. Sin embargo, esta
decisión también es controvertida en París. Francia subraya, sin embargo, que
suministra a Ucrania sistemas de alta calidad, incluidos misiles de crucero
SCALP-EG, que permiten ataques en profundidad. París también lidera la
coalición de capacidad de "artillería" para Ucrania junto con Estados
Unidos y la coalición de "defensa aérea" con Alemania.
París ha anunciado una "coalición para las capacidades de ataque en profundidad".
Francia también participa en la misión de
adiestramiento EUMAM Ucrania y proporciona adiestramiento bilateral. Para
apoyar a Ucrania a largo plazo (y promover su propio sector de defensa), París
quiere superar la lógica de la transferencia de material y vincular
directamente al ejército ucraniano con la industria francesa. En septiembre de
2023, las empresas de defensa francesas y ucranianas firmaron 16 contratos. El
acuerdo bilateral de seguridad de 2024 también incluye la cooperación
industrial. Sin embargo, el bajo nivel de apoyo hasta la fecha debilita la
credibilidad de la retórica francesa.
Reflexión sobre la disuasión
La guerra de Ucrania ha confirmado la
importancia de la disuasión nuclear para París, pero también ha intensificado
la reflexión sobre su futuro. Francia ve aquí dos desafíos. En primer lugar,
Rusia intenta cambiar el orden nuclear. Amenaza con utilizar armas nucleares
para garantizar la anexión de los territorios ucranianos, violando el derecho
internacional.
Por lo tanto, Moscú ya no solo utiliza sus
armas nucleares para mantener el orden existente, sino que también quiere
utilizarlas para cambiar las fronteras y el orden de seguridad en Europa. En
segundo lugar, desde la perspectiva de París, existe el riesgo de que Estados
Unidos ya no pueda mantener la disuasión en el seno de la OTAN a largo plazo,
por ejemplo si a principios de 2025 llega a la Casa Blanca un presidente
potencialmente menos interesado en Europa.
Por ello, París se plantea con mayor urgencia
qué ajustes son necesarios para preservar la soberanía de Europa y qué papel
pueden desempeñar en ello las armas nucleares francesas. Por ello, Francia ha
intensificado el diálogo con sus socios sobre cuestiones nucleares. Se trata
tanto de la necesaria respuesta europea a la evolución del orden nuclear como
de la contribución de la disuasión francesa a la defensa de Europa.
Macron ha repetido varias veces que los intereses
vitales de Francia (que deben ser protegidos por sus armas nucleares) tienen
una dimensión europea, pero sin explicar esta última. París también ha dejado
claro que no quiere sustituir el paraguas nuclear estadounidense, que no
compartirá su poder de decisión y que no espera ninguna financiación. Por
tanto, no se trata de establecer una disuasión ampliada basada en el modelo
estadounidense. Sin embargo, el objetivo de las conversaciones iniciadas por
Francia sigue siendo vago.
Ajustes militares
También ha habido ajustes en el sector militar.
París ha reforzado su compromiso con la OTAN y ha establecido nuevas
prioridades en el presupuesto de defensa.
Mayor compromiso con la OTAN
Francia ya ha intensificado sus actividades en
la alianza desde la anexión de Crimea en 2014. Desde entonces, París ha
realizado mayores contribuciones, por ejemplo como parte de la "presencia
avanzada reforzada" (eFP) en la región del Báltico.
Desde la perspectiva de muchos aliados, estos
esfuerzos fueron inicialmente poco creíbles, ya que París aplicó una política
prorrusa y promovió la soberanía europea, lo que a menudo se entiende (mal)
como un rechazo a Estados Unidos.
Desde febrero de 2022, Francia ha vuelto a
aumentar sus contribuciones. Inmediatamente después de la invasión rusa a gran
escala, aumentó su propia presencia en la frontera de la OTAN. Amplió su
despliegue de tropas en Estonia (con unos 300 soldados), adelantó su
participación en el programa de vigilancia aérea del Báltico, previsto desde
hace tiempo, y dirigió la fuerza de reacción rápida de la OTAN VJTF en Rumanía
a finales de febrero de 2022.
Francia desplegó allí soldados y sistemas de
armamento pesado, como carros de combate Leclerc y el sistema de defensa
antiaérea Mamba, y asumió el liderazgo del nuevo grupo de combate
multinacional, que ahora cuenta con unos 1.500 soldados. En caso necesario, la
unidad podrá alcanzar rápidamente el nivel de brigada. Los retos de este
despliegue a largo plazo son grandes.
Los soldados ya no se preparan para operaciones
en zonas como el Sahel, sino para misiones en Europa Oriental, lo que requiere
un adiestramiento y equipamiento específicos para cada región. El fuerte
incremento de las contribuciones a la OTAN, que ahora constituyen las misiones
más amplias de Francia, va de la mano de una drástica reducción de la presencia
francesa en África.
Esto significa que la OTAN se está convirtiendo
en una fuerza estructuradora de políticas, operaciones y adiestramiento.
Inversión en las fuerzas armadas La guerra de Rusia ha confirmado la tendencia
al alza de los gastos de defensa en Francia. Estos gastos no han dejado de
aumentar desde mediados de los años 2010, como consecuencia de los atentados
terroristas que sufrió Francia en esa época y para apoyar sus operaciones en el
Sahel.
La Ley de Planificación Militar (LPM) 2019-2025
pretendía reconstruir las fuerzas armadas y consolidar el gasto hacia el 2% del
producto interior bruto. La nueva LPM, que París ha adelantado de forma
demostrable de 2024 a 2023, está destinada principalmente a realizar ajustes en
materia de inversiones, modernización y equipamiento.
La ley prevé un total de 413.000 millones de
euros para el periodo de 2024 a 2030. La nueva LPM difiere de la anterior en
dos aspectos. En primer lugar, el gasto aumentará en torno al 40%. En segundo
lugar, la atención se desplaza hacia una mayor inversión en los ámbitos de las
nuevas tecnologías y la innovación, el ciberespacio y el espacio. Mientras que
antes se centraba en las misiones en el extranjero y la lucha antiterrorista,
ahora se orienta hacia la protección de la soberanía, en particular mediante la
disuasión nuclear, la defensa antimisiles, las capacidades de los aviones no
tripulados y las fuerzas especiales. París también quiere acelerar los procesos
de toma de decisiones y de producción en la industria de defensa para poder
reaccionar mejor y colmar las lagunas con mayor rapidez. París también tiene
previsto aumentar el número de reservistas, de los 40.000 actuales a 80.000
(2030) y 105.000 (2035).
Consecuencias para las relaciones franco-alemanas
Por ello, Francia ha iniciado amplios cambios
de rumbo para posicionarse en el nuevo contexto, manteniendo al mismo tiempo la
continuidad general de los objetivos. Hasta ahora, todo ha ido sobre ruedas.
Sin embargo, cada vez hay más críticas internas a la postura cada vez más dura
de Macron respecto a Rusia, de la que es poco probable que se aparte.
Aumento de las tensiones
En las relaciones entre París y Berlín, el
choque entre la rápida adaptación de Francia y el "giro" de Alemania
está dando lugar a nuevos conflictos. No solo existen las consabidas
diferencias estructurales entre ambos países -en cuanto al sistema político y
sus ambiciones internacionales, los respectivos modelos de industria de defensa
y el derecho parlamentario a opinar en asuntos como las adquisiciones en
Alemania.
También hay nuevos obstáculos a la cooperación.
Las cuestiones de política internacional y de defensa son tradicionalmente un
domaine réservé del presidente en París, pero esta
concentración de poder ha aumentado aún más desde que Macron asumió el cargo en
2017. A diferencia de sus homólogos alemanes, los ministros de Exteriores y
Defensa (actualmente Stéphane Séjourné y Sébastien Lecornu) tienen poco margen
de maniobra política.
Las decisiones centrales las toma el Gabinete
del Presidente, lo que dificulta la cooperación a nivel ministerial. Debido a
la hiperpresidencialización de París, la relación entre el Presidente y el
Canciller Federal influye especialmente en los intercambios bilaterales. Si
esta relación no funciona bien, las relaciones institucionales difícilmente
pueden compensarlo.
Desde la perspectiva de Berlín, Francia aparece
a menudo como un actor difícil, poco dispuesto a coordinarse y difícilmente
previsible. Sus posiciones difieren a menudo de las alemanas, por ejemplo en lo
que respecta a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Las iniciativas francesas
-como las favorables al EPG- resultan irritantes como esfuerzos en solitario y
tienen un efecto perturbador.
Macron considera que este enfoque es necesario
para facilitar soluciones, pero ahuyenta a los socios. Su declaración
descoordinada en febrero de 2024 de que no descartaría el envío de tropas
terrestres occidentales a Ucrania ha dividido a Europa más de lo que la ha
unido.
París a menudo parece aferrarse a posiciones
fundamentales -como la soberanía estratégica- y está menos interesado en la
resolución pragmática de problemas. Pero la cooperación también es difícil
desde la perspectiva francesa.
París se congratuló expresamente cuando el
canciller alemán proclamó el cambio de era en el parlamento federal
(Bundestag), sobre todo porque en su discurso de entonces se mostró a favor de
la soberanía estratégica de Europa. Sin embargo, pronto se criticó que Alemania
no había reconocido suficientemente la urgencia geopolítica y actuaba con
demasiada lentitud.
Para París, el giro alemán ha sido hasta ahora
principalmente nacional y transatlántico, más que franco-alemán y europeo.
Berlín ha tomado decisiones clave en concertación con Estados Unidos, por
ejemplo en enero de 2023 sobre la entrega de carros de combate a Ucrania, y en
parte en contra del resto de los europeos, véase la cautelosa posición de
Washington y Berlín sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN.
En cambio, faltan iniciativas europeas. En el
sector industrial, París critica el enfoque de las Orientaciones de la Política
de Defensa de Berlín (VPR) de 2023 de confiar en productos fácilmente
disponibles, a menudo no europeos, para las adquisiciones, en lugar de invertir
en nuevos productos europeos y, por tanto, en la BTID.
Para París, se trata de una estrategia miope
que sacrifica los objetivos a largo plazo de Europa de reforzar la BTID y
reducir sus propias dependencias. Las diferencias, a veces feroces, dentro de
la coalición de Berlín también dificultan la cooperación desde el punto de
vista de París.
Sin embargo, existe cierta contradicción en el
hecho de que París reclame una mayor implicación alemana, pero al mismo tiempo
lo perciba como competencia. París también ve en la pretensión alemana de
construir el ejército convencional más fuerte de Europa un cuestionamiento
implícito de su propia pretensión de liderazgo.
Mientras tanto, el giro de Berlín provoca más
escepticismo en París que motivación para la cooperación. Ambas partes ven en
la guerra de Ucrania la confirmación de sus divergentes supuestos básicos.
Desde la perspectiva alemana, se ha confirmado que Estados Unidos -incluso más
que la OTAN- es el actor central para la seguridad de Europa y Alemania y que
la UE solo "hace contribuciones complementarias" (VPR).
Para Francia, en cambio, se ha hecho aún más
evidente que Europa debe hacerse rápidamente más independiente. Retóricamente,
ambos países están comprometidos con la soberanía del continente. Sin embargo,
mientras que París intenta hacer realidad esta reivindicación a través de
iniciativas y políticas de la UE (como su estrategia sobre la industria de
defensa), Alemania se ha mantenido vaga a este respecto desde 2022 (por
ejemplo, en la RDC). Conceptualmente, Berlín se ve a sí mismo anclado en la
OTAN.
También parece haber una falta de comprensión
mutua, reflejos bilaterales y voluntad de compromiso en Alemania y Francia. Las
consultas sobre la guerra de agresión rusa rara vez conducen a una acción
conjunta, como demuestran las decisiones nacionales sobre el suministro de
armas.
Las iniciativas surgen sin consulta e irritan
alternativamente a los socios, ya se trate del EPG, de la iniciativa europea Sky
Shield o de la cuestión de las tropas terrestres. En la práctica, la
cooperación parece reducirse a menudo a símbolos, como el despliegue de la
brigada franco-alemana en el flanco oriental. No faltan gestos y estructuras de
diálogo, pero falta un proyecto político global y ambiciones tangibles. Estos
problemas repercuten también en Europa. Porque si París y Berlín no se ponen de
acuerdo, poco se puede avanzar a nivel de la UE. En cambio, existe el riesgo de
una fragmentación política que debilite a Europa.
Nuevo intento
La visita de Estado prevista de Macron a
Alemania a finales de mayo de 2024 podría crear una dinámica positiva que ayude
a dar forma a los próximos proyectos de reforma, en particular en la UE y la
OTAN. París y Berlín deberían implicar antes y más estrechamente a sus socios
de Europa Central y Oriental, como hicieron en la reunión de ministros de
Asuntos Exteriores de febrero y en la cumbre del formato de Weimar a mediados
de marzo.
La voluntad de trabajar en problemas
bilaterales es crucial para revitalizar un reflejo de cooperación. Esto incluye
comprender los objetivos, máximas y procedimientos del socio. Con demasiada
frecuencia, París y Berlín se miran sin tener en cuenta sus características
conceptuales, constitucionales e industriales, lo que da lugar a malentendidos
y enfados.
El objetivo debería ser evitar la reproducción
de estereotipos y encontrar una forma más fluida de trabajar juntos. Basándose
en el exitoso grupo de expertos franco-alemán sobre la reforma de la UE, sería
concebible encargar a un equipo la revisión de las estructuras de cooperación
(como el Consejo de Defensa y Seguridad franco-alemán) y de los principios
rectores comunes. La mejora institucional por sí sola no pondrá en marcha una
dinámica positiva, pero puede ayudar a superar la personalización actual -y potencial
futura- de las relaciones.
En materia de política de seguridad, París y
Berlín deberían centrarse en seguir desarrollando la soberanía europea en el
ámbito de la defensa. En concreto, podrían elaborar opciones de actuación en
caso de que Estados Unidos redujera su papel en Europa. Para ello, tres
objetivos serían fundamentales: en primer lugar, el desarrollo de capacidades
convencionales en el pilar europeo de la OTAN, orientadas a futuros escenarios
de conflicto; en segundo lugar, un acuerdo sobre el futuro de la disuasión
nuclear en Europa y el papel de Francia en ello; en tercer lugar, el desarrollo
de una visión de cómo debería ser el panorama europeo de defensa en 2030 y cómo
se logrará.
Comentarios