Reino Unido

Pappano, su nueva orquesta y un concierto redondo

Agustín Blanco Bazán
lunes, 22 de abril de 2024
Antonio Pappano © Ibermúsica Antonio Pappano © Ibermúsica
Londres, domingo, 14 de abril de 2024. Sala de conciertos del Barbican. Janine Jansen, violín. Orquesta Sinfónica de Londres. Antonio Pappano, director. Lili Boulanger: D’un matin de printemps. Samuel Barber: Concierto para violín op. 14. Sergei Rachmaninov: Sinfonía nº 2
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“Más bien vital, liviano, alegre” instruyó desde su lecho de muerte la genial veinteañera Lili Boulanger para esta energética visión de primavera de cinco minutos de duración. Y al frente de la orquesta de la cual será titular a partir de este otoño, Antonio Pappano respondió con inspirada claridad y dinamismo, desde el vigoroso tema inicial que fulgura a través de todos los grupos orquestales, hasta los mas lúgubres pasajes que siguen como contraste, marcados por clarinete y fagot alternados con sugestivos solos de violín y chelo. Agilidad y diferenciación de contraste caracterizaron un final que director y orquesta marcaron con detallada variación cromática.

Con similar vitalidad atacó Pappano el Allegro molto del Concierto para violín de Barber, mientras la genial Janine Jansen hacía honor a la instrucción de moderato con el primer tema principal ejecutado con sobrio lirismo. En el Andante central, Jansen exploró cromatismos y dinámicas con una espontaneidad que permitió al público desentenderse de la admiración por una técnica prodigiosa para concentrarse en la expresividad poética de la obra. Y también en el moto perpetuo del tercer movimiento logró Jansen que más que admirar su virtuosismo el público pudiera entregarse a la brillantez y vertiginosidad de una coda que pareció salir como un suspiro. Jansen cerró la primera parte con el Nocturno de Lili Boulanger, ejecutado con el delicadísimo fraseo que le permitió el aireado acompañamiento de piano del director de orquesta.

El paso de la titularidad musical del Covent Garden a la de la Sinfónica de Londres implica para Pappano un enorme salto de su rutina operística a un mundo sinfónico que podrá explorar más asiduamente. No es que no sea ya un excelente director de obras de Beethoven, Mahler o Strauss, sino que seguramente el trabajo en común con una de las destacadas orquestas británicas le permitirá refinar sus interpretaciones del repertorio clásico y tal vez incursionar en terrenos menos frecuentes como, por ejemplo, el de la Segunda escuela vienesa.

Para el cierre de este concierto, Pappano eligió la Segunda de Rachmaninov, una obra que le es familiar y que permitió acreditar su talento en una gran versión al frente de la Staatskapelle Dresden, que recomiendo escuchar en YouTube. La Sinfónica de Londres no le fue atrás, aún cuando en este caso tuvo que luchar con una circunstancia sonora diferente a la de la gloriosa acústica de la Semperoper. La del Barbican es seca y el volumen tiende a salir en forte, lo cual en este caso dificultó una labor de cualquier manera descollante

La de Pappano fue una versión enfatizada con tiempos más bien rápidos, ya perceptibles en una introducción donde las frases de chelos y contrabajos, unísonas pero bien diferenciadas, empujaron con premura una brillante entrada de metales. A partir de allí el primer movimiento fue desarrollado con claridad a través de dinámicas siempre bien graduadas y efectivos contrastes de luz y sombras y una coda en implacable progreso al tormentoso mi menor de la conclusión. El Allegro molto del segundo movimiento fue de una agitación nunca excesiva sino más bien parsimoniosamente marcada y clara en las secciones de contrapunto, y en el tercero, el lirismo de las cuerdas en contraste con las frases de clarinete fue de rara combinación de calma y expresividad. En el Allegro vivace final, Pappano coronó esta maravillosa construcción sinfónica post romántica como un gran fresco integrativo de todos los elementos esenciales de los movimientos anteriores.

El final fue simplemente arrebatador. La coda comenzó con una reafirmación del coral de metales del final del segundo movimiento en un fortissimo que inevitablemente salió algo estridente por las limitaciones de la sala. Pero cualquier problema acústico pareció quedar atrás frente al inspirado pathos de los últimos acordes. Porque a veces las interpretaciones antológicas logran arrasar con pruritos o aspiraciones de perfección circunstancial a la esencia de una obra de arte genuina. 

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