España - Andalucía
Bruckner 200¡Por fin Bruckner en Sevilla!
José Amador Morales
Mientras que hemos asistido a interpretaciones
de obras de compositores a los que no se tiene reparo en regresar
reiteradamente (pongamos por caso Mahler o Brahms, por citar a autores de
alguna manera concomitantes con el que nos ocupa), quien esto suscribe no
recuerda la programación de obra alguna de Bruckner en las últimas décadas por
parte de la Sinfónica de Sevilla. Habría que remitirse a algunos conciertos de
la Orquesta Joven de Andalucía (sinfonías Séptima - Halffter-2010 -, Cuarta
- Tomillo-2015, Octava - Halffter-2018 -, Séptima -
Domínguez-Nieto-2022 -) para algún testimonio bruckneriano en la ciudad. Siempre
se ha justificado que esto ha sido algo relativamente extendido en nuestro país
y más concretamente en nuestra región, pero al menos en los últimos años el
hecho es que la principal orquesta hispalense se había quedado sola en la
programación de composiciones del compositor nacido en Ansfelden, en las
inmediaciones de Linz, hará doscientos años el próximo 4 de septiembre.
Y es que las demás orquestas andaluzas (incluida la OJA como
anteriormente hemos señalado) se han puesto las pilas en este sentido en la
última década. En Málaga hemos asistido a versiones brucknerianas de las
sinfonías Tercera (Wit-2018,
Casero-2022), Cuarta (Lano-2014,
Milton-2021), Quinta (Domínguez-Nieto-2017), Séptima (Hernández-Silva-2015), Novena (Valdés-2024) y hasta la rara Sinfonía
Cero en re menor (García-Calvo-2019). En Granada Daniel Barenboim llegó
a dirigir entre 2008 y 2011 lo que terminó siendo un recordado ciclo completo
de las nueve sinfonías de Bruckner al frente de su Staatskapelle Berlin en el
marco del Festival Internacional de Música y Danza, y la Orquesta Ciudad de
Granada llevó en 2022 a sus atriles una versión del Quinteto en Fa Mayor orquestado por Christian Zacharias y dirigida
por él mismo. Casi más sorprendente aún ha sido el ciclo que inició la Orquesta
de Córdoba entre 2022 y 2024 dirigido por un aclamado Carlos Domínguez-Nieto
cuya accidentada -y absurda- salida de la dirección titular de la misma echó
por tierra la finalización del mismo a falta de las sinfonías Séptima y Novena y, por lo que estamos comprobando, provocando el absurdo de
no contar con ninguna obra del organista de San Florián en la programación del
año de su bicentenario.
Así las cosas, Marc Soustrot se puso al frente de la Sinfónica de Sevilla en uno de sus últimos conciertos como titular de esta, ya que su contrato finaliza esta temporada y hace dos meses fue anunciada su no renovación. A tres días de celebrar sus setenta y cinco años, el director francés ofreció una lectura soberbia de la Sinfonía nº4 “Romántica” de Bruckner que hizo soñar con la audición de más obras de este compositor, puede que humilde y apocado, sí, pero indiscutiblemente genial. En primer lugar porque Soustrot supo conectar de manera extraordinaria con sus músicos para extraer lo mejor de ellos, mostrando una gran complicidad bidireccional; y en segundo lugar, porque no se amedrentó ante los retos interpretativos que suponía llevar dicha obra a los atriles de un orquesta bisoña en el universo bruckneriano, antes al contrario, transitó por ella mostrando sus innumerables bellezas en una lectura a la que imprimió su carisma artístico y que será recordada durante mucho tiempo.
Evidentemente ello le hizo asumir riesgos y en
puntuales momentos (el más evidente fue el desajuste en el clímax del tema
principal del Scherzo, en el que durante varios compases entraron a destiempo
los metales, no solucionado en la repetición). En términos generales, bajo la
batuta del director lionés la sinfónica sevillana mostró un sonido por momentos
rutilante, prueba de un trabajo tímbrico de envergadura, así como unas
dinámicas extremas que no impidieron un excelente balance entre las secciones
instrumentales; ya fuese el caso de los trémolos agudos de los violines bajo la
poderosa batería de metales o del delicado punteo de los contrabajos bajo el
diálogo de las maderas. Entre los pasajes inolvidables, destacaremos el
cincelado fraseo de las violas en el Andante, de exquisita belleza y expresión
sublime, o toda la repetición y transición hacia la imponente coda conclusiva.
En
la primera parte había sido ofrecidos los Kindertotenlieder
de Mahler en una versión de corte
intimista que primó más la excelencia tímbrica que introspectiva en la parte
orquestal, con una batuta muy atenta a las particularidades de una voz, la de Sarah
Wegener, de escaso volumen y timbre mate a la que supo dotar de una importante
intensidad expresiva.
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