España - Castilla y León
Si la precisión se impone
Samuel González Casado
Buen concierto el de Thierry
Fischer y la OSCyL en el programa n.º 16. Las obras, heterogéneas, conllevaban
bastantes dificultades: de exposición inmisericorde en las fanfarrias, de rítmica
en la obra de Adams y de inevitables comparaciones en la de Beethoven.
Medianos resultados, por algunos
fallos y también por cierta falta de convencimiento en la dirección,
consiguieron el grupo de metales y Thierry Fischer en las dos piezas que abrían
la velada. La Fanfarria para el hombre común, de Aaron Copland, sonó con
una grandilocuencia que debió plantearse a partir de algunos detalles que
añadieran algo de emoción y “sabor” norteamericano, aunque fuera por la
trascendencia del momento que justificó la creación de la obra; mientras que la
Fanfarria para la mujer fuera de lo común, de Joan Tower, adoleció
de cierta falta de precisión técnica, que en esta situaciones tan expuestas
puede desconcentrar al que escucha, aunque el resultado fue muy meritorio,
sobre todo si tenemos en cuenta las dificultades que plantea.
El catálogo de Adams no se
prodiga mucho por el Centro Cultural Miguel Delibes, pero Broma total se
interpreta por segunda vez. Para esta inaudita reiteración contemporánea, la obra
tiene la ventaja de su fácil combinatoria con la segunda parte, y sobre todo
que se trata de una composición divertida, espectacular y muy bien escrita.
La orquesta se comportó
estupendamente ante las dificultades que plantea la partitura, y se plegó a las
necesidades de atención y respeto hacia el cuarteto solista, el Casals, que se
lució y sonó con mucha presencia y la habitual compenetración. Fischer pareció
divertirse, sobre todo al final, donde organizó gradaciones espectaculares que
pusieron la guinda a una versión al menos a la altura de la anterior en este
recinto, con el Quiroga y Damian Iorio.
Sorprendente Heroica la que se marcaron director y orquesta, sobre todo después de que las anteriores sinfonías del ciclo que se ha planteado Fischer no cumplieran con las expectativas (aceptable Primera, muy discutible Segunda). El rapidísimo tempo del Allegro con brio (la repetición de la exposición estaba cantada) hizo arrugar la nariz a más de uno; pero, una vez pagados los precios que implica esta decisión, pudo apreciarse que tenía su porqué: el concepto del director agrandó la marcha fúnebre en cuanto a matices y originalidad, porque para él lo heroico no es tan importante y además de alguna manera pasa por el corazón. Para ello remarcó detalles tímbricos inesperados de forma discreta, y todo el trabajo de fraseo fue espectacular por su finura. La OSCyL, que había justificado lo fulgurante del primer movimiento con una prestación técnica perfecta (esta precisión otorgó grandes ventajas), se mostró inmaculada en las entradas, por ejemplo, y lució la coordinación y motivación de las grandes ocasiones.
Los dos últimos movimientos brillaron al mismo nivel, salvo la previsible batahola del comienzo del cuarto y sin que la evidente brusquedad en los forti que buscaban contrastar (pueden redondearse un poco sin perder efectividad) empañara una labor que convirtió a este concierto en uno de los destacados de la temporada.
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