Alemania
Bruckner 200Bruckner Skizzen
Juan Carlos Tellechea
En el bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner, el virtuoso pianista Severin von Eckardstein y el destacado organista Sebastian Küchler-Blessing (de la Catedral de Essen) protagonizaron esta tarde un extraordinario programa con la música menos interpretada de este gran compositor austríaco en el auditorio mayor de la Filarmónica de Essen.
Poco público, pero muy entusiasta, acudió al concierto. Quienes no lo hicieron se perdieron realmente una maravillosa cita con Bruckner que arrancó con el primer movimiento (Allegro) de su Sinfonía en re menor (la número ''Cero'' o ''Anulada'') WAB 100 en la brillante transcripción para piano de Severin von , seguido por el segundo (Andante) de la misma sinfonía excelsamente transcripta para órgano por .
Aunque esta Sinfonía Anulada solo puede considerarse un simple ensayo de Bruckner, tiene ya todas las señas del verdadero estilo que más tarde desarrollaría en sus 9 sinfonías siguientes (la Novena, inconclusa, tras su fallecimiento en 1896).
Carrera
Anton Bruckner comenzó su carrera como sinfonista con su Sinfonía en fa menor (Studiensymphonie), escrita en 1863. Sin embargo, el primer movimiento de ésta (Allegro molto vivace), aunque bastante bien desarrollado, da pocos indicios de la futura evolución de Bruckner en el género sinfónico, del que se convertiría en uno de los compositores más esenciales. Su carrera como sinfonista no despegaría realmente hasta su verdadera Sinfonía nº 1 en do menor WAB 101, estrenada públicamente en Linz en 1868.
Bruckner había adquirido renombre internacional como organista en abril de 1869, cuando fue el único representante no francés en una serie festiva de conciertos para inaugurar el nuevo órgano de la Basílica de San Evre de Nancy. A continuación, también ganó celebridad en París, donde actuó brillantemente en el nuevo órgano Aristide Cavaillé-Coll en la Catedral de Notre-Dame, entre otros lugares. Por último, en el verano de 1871, fue el representante oficial de Austria en la Annual International Exhibition de Londres, donde actuó en los órganos del Crystal Palace y del Royal Albert Hall.
La llamada "Cero'' o ''Anulada" no es la primera sinfonía de Bruckner, sino que fue compuesta en 1869 -un año después del estreno de su oficial nº 1 en do menor- antes y después de esa gira de conciertos por Nancy y París. Su apodo se debe a que, hacia el final de su vida, en el curso de una revisión crítica de sus "obras de juventud", el compositor la etiquetó con la nota marginal de "rechazada", "completamente inválida, cancelada, solo un intento" y la marcó también con un gran cero tachado.
Honda espiritualidad
El Allegro posee las características típicamente brucknerianas que se encuentran con frecuencia al inicio de la mayoría de sus sinfonías posteriores. Comienza con una trama sonora motívica que, intensificada, parece preparar un tema -y, sin embargo, es ya ella misma el tema principal. En contraste, aparece una línea vocal melódica, ahora claramente reconocible como "tema". Los pasajes corales a cuatro voces aportan la típica nota solemne y "espiritual" bruckneriana.
El Andante que sigue a este Allegro es menos convincente, como si Bruckner se resistiera a ser audaz en su escritura. Pero en los arreglos para órgano de Sebastian Küchler-Blessing el sereno movimiento fascina por su honda espiritualidad y recogimiento. Amplias secciones suenan aquí como un himno de iglesia. En la versión orquestal original, los "registros" de cuerda y viento madera se alternan o aparecen en diferentes "mezclas".
Bruckner jamás utilizó el órgano o el piano en esas impresionantes sinfonías, de poderoso sonido, que creó. Sin embargo, el hecho de que utilizara grupos de instrumentos en bloques, ''tirando'' de ellos como si fueran registros de órgano, por decirlo de algún modo, y empleara técnicas de intensificación orquestal para conseguir efectos similares a los producidos por los oleajes de ese instrumento, despierta la impresión de la naturaleza organística de esas obras orquestales.
También se presentó ante un público internacional cuando inauguró el nuevo órgano de concierto de la Gewandhaus de Leipzig a finales de 1884. En general, Bruckner parecía sentir una especial predilección por los órganos voluminosos. En una carta confesaba que:
Desgraciadamente, mi forma de tocar solo se adapta a los órganos grandes. Con órganos pequeños, todo el efecto se pierde y a menudo incluso se vuelve ridículo...
Solo un puñado de obras
En vista de la diversidad organística de Bruckner, que abarcó casi toda su carrera musical, es sorprendente que solo exista un puñado de obras para órgano más pequeñas para el "rey de los instrumentos", que además son únicamente composiciones de estudio u ocasionales.
Al parecer, como dice el profesor Dr Andreas Jakob, musicólogo y rector de la Universidad Folkwang de las Artes de Essen, Anton Bruckner no veía en el órgano, esencialmente asociado a la iglesia y a la liturgia, "un medio autónomo para realizar sus ambiciones de compositor". La "obra de su vida", subrayaba retrospectivamente el ya anciano Bruckner, había consistido siempre en componer sinfonías.
Recuerdo de San Florián
Después, Severin von Eckardstein ofreció una tierna interpretación de Erinnerung (Recuerdo). Es ésta una de las raras obras para piano de Bruckner y probablemente la más exigente (escrita hacia 1868). Las remembranzas del compositor de sus tiempos de Niño cantor del Coro de la Abadía de San Florián (Agustinos Canónigos), que se alza sobre el valle del Danubio, en la Alta Austria, fluyen aquí dulce y nostálgicamente a través de esta límpida ejecución del celebrado pianista y profesor del Conservatorio de Música y Danza de Colonia.
Por supuesto, es un gran reto imitar una sinfonía así con solo dos manos y dos pies (órgano) o incluso con solo dos manos (piano), y Erinnerung, compuesta más o menos al mismo tiempo que la sinfonía "Cero", es empero una obra ocasional. La línea melódica y el escaso acompañamiento de acordes recuerdan inicialmente a Frédéric Chopin.
Sin embargo, Bruckner desarrolla la música intensificando el movimiento y creando una acumulación de tipo orquestal: en lugar de ser "lenta e íntima" como antes, la melodía se interpreta de repente en octavas poderosas y se acompaña de escalas en movimiento, antes de que vuelva la calma inicial.
No quería perder el tiempo
Brückner no era muy aficionado a ensayar e interpretar obras para órgano de otros compositores. Así lo confesaba una vez en otras de sus cartas:
Tengo poco tiempo y pocas ganas de molestarme particularmente en este sentido.
En otra oportunidad lo hacía saber en el popular dialecto de Alta Austria:
Ich werd' net lang den Bach einwerkeln; das soll'n die tun, die ka Phantasie hab'n; ich spiel' über freie Themen!
(Traducción libre) No tocaré el Bach por mucho tiempo; eso deberían hacerlo los que no tienen imaginación: ¡yo toco sobre temas libres!
Scherzo y Finale
A continuación el organista Küchler-Blessing ejecutó su transcripción del tercer movimiento (Scherzo. Presto - Trio) de la Sinfonía nº 0 de Bruckner, en la que el compositor muestra ya su personalidad salvaje e indomable, que iba a afirmarse muy rápidamente en las sinfonías siguientes.
El Scherzo propiamente dicho es operístico: a una poderosa apertura al unísono, efectivamente separada por pausas generales, le sigue un tema burlesco a lo Gioachino Rossini de coloratura staccato sobre repeticiones de notas, que se desarrolla con gran intensidad. La sección Trio, marcada "más lenta y tranquila", conduce a un mundo sonoro completamente diferente.
El Finale: Moderato – Allegro vivace, con el que termina la Sinfonía, y que arregló para piano von Eckardstein, empieza casi tímidamente, pero se afirma gradualmente y revela algunos indicios de violencia. Inusualmente provisto de una introducción lenta (en una obra para órgano, probablemente se hablaría de un preludio), trabaja con tres temas, que se entrelazan hábilmente. El llamativo tema principal, presentado al unísono y fortissimo por toda la orquesta, es de especial importancia y es capaz de demostrar su diversa idoneidad como tema de fuga.
El hecho de que Anton Bruckner conservara la partitura manuscrita y la legara en su testamento al Museo Provincial de Alta Austria en Linz demuestra que no desdeñaba por completo esta obra.
Boceto de improvisación
La segunda parte de este concierto Bruckner Improvisationen comenzó con los Improvisationsskizze, Ischl 1890, para órgano WAB 240 ("boceto de improvisación para la boda de la hija del Emperador Francisco José I de Austria, la Archiduquesa María Valeria de Austria, con el Archiduque Francisco Salvador de Austria-Toscana, celebrada en la iglesia parroquial de (Bad) Ischl el 31 de julio de 1890".
Como se expresara antes, el organista Bruckner destacaba sobre todo con la improvisación. Sus temas favoritos eran el Kaiserlied ("Gott erhalte Franz den Kaiser") de Joseph Haydn, la melodía del himno nacional de Alemania, y el "Coro del Aleluya" de El Mesías de Georg Friedrich Händel. También le gustaba improvisar sobre temas escogidos de Johann Sebastian Bach, pasajes de dramas musicales de Richard Wagner (preferentemente de El ocaso de los dioses y Parsifal), así como temas propios o de otra sinfonía que acababa de componer, como se desprende del referido boceto, que aún se conserva.
Pero solo lo puso sobre el papel, porque la música que se iba a interpretar tenía que ser presentada con antelación al Obersthofmeisteramt (Despacho del Chambelán) y ello no se hizo. Bruckner utilizaba los temas principales y secundarios del movimiento final de su primera sinfonía como preludio y postludio. En medio, el coro "Aleluya" de Händel hace acto de presencia con el motivo de cabeza en forma de fanfarria y la línea "Y reina desde ahora para siempre" como motivo de fuga. El Kaiserlied también se empleaba adecuadamente.
Más allá de los límites
El musicólogo Max Auer describió una vez cómo sonaban las improvisaciones de Anton Bruckner:
Bruckner solía empezar a fantasear con las voces más delicadas en el cuarto manual, de forma similar a los comienzos de las sinfonías, tras lo cual se introducía el tema propiamente dicho con vivos colores. El tratamiento era extremadamente variado y utilizaba todas las artes del contrapunto. Poco a poco se iban añadiendo nuevas voces. Solía haber una breve pausa antes del pleno. A menudo, el maestro elegía su propio tema para la obra completa, que a veces se realizaba en una fuga libre.
Otro contemporáneo resumía así sus impresiones sobre la interpretación de Bruckner:
En general, teníamos la sensación de estar en las garras de un mago que no nos soltaba, pero a cuyo poder no podíamos resistirnos.
Entre medias, también se podían escuchar joyas sonoras originales de Bruckner, de quien incluso su archienemigo Johannes Brahms reconocería una vez:
Todo tiene sus límites. Bruckner está más allá.
Tan diferentes
Envidia, celos... o lo que fuera, Brahms, acérrimo protestante, y opositor declarado del archicatólico Anton Bruckner, nunca se cansaría, lamentablemente, de humillar al genial compositor austríaco, un Revolucionario piadoso, como se titula la exposición que tiene lugar en estos meses en la suntuosa Sala de Estado (Prunksaal) de la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena. No solo la estructura de sus obras es diferente, sino también su expresión, sus caracteres y su lenguaje sonoro; son tan distintos que hay que hablar de dos conceptos contrapuestos de lo sinfónico. Brahms y Bruckner eran muy diferentes como personas y como artistas. Crecieron en mundos completamente distintos, sus personalidades muestran más diferencias que similitudes. Tenían además puntos de vista opuestos sobre la política y la teoría del arte, y las raíces históricas de su música también son dispares.
Temas de Bruckner y su entorno
La parte final de este célico concierto en la gran sala auditorio Alfried Krupp de la Filarmónica de Essen fue un estreno mundial. Por primera vez el organista Sebastian Küchler-Blessing y el pianista Severin von Eckardstein tocan e improvisan juntos obras de Anton Bruckner y de su entorno. Y lo hicieron de forma admirable. Añadieron aura a este programa cuidadosamente elaborado, con su Improvisiertes Klavierkonzert über Themen von Bruckner und aus Bruckner Umfeld.
Los temas, distribuidos en tres secciones, procedían del primer movimiento ''Allegro non troppo'' de la Sinfonía nº 4 op 98 de Johannes Brahms; la Sonata para piano en si menor S. 178 de Franz Liszt; el primer movimiento ''Maestoso'' de la Sinfonía nº 6 WAB 106 de Anton Bruckner; el ''Kyrie'' de la Misa nº 3 WAB 28 también de Bruckner; lo mismo que la Sinfonía WAB 106; ''Kyrie'' de la Misa nº 3 en fa menor WAB 28; así como la Fuga de la Sonata del Salmo 94 en do menor de Julius Reubke, obra cumbre del repertorio musical romántico para órgano; y la obertura de Tannhäuser de Richard Wagner.
El Allegro, muy vívido y enérgico, con el piano y el órgano a todo vapor; el Andante, con gran fluidez en el intuitivo relevo entre ambos instrumentos; y un Finale travieso y vivaz memorable. Fue éste una excelente homenaje en las festividades del bicentenario del nacimiento del Maestro de San Florián. El público se puso de pie espontánemente para aclamar al pianista Severin von Eckardstein y al organista Sebastian Küchler-Blessing durante largos minutos.
En el bis, erre que erre, la Canción de cuna de Johannes Brahms (Guten Abend, gut' Nacht) para despedirse de los espectadores y desearles las buenas noches, también en una improvisación con órgano y piano de ambos solistas.
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