España - Andalucía
Gala de zarzuela low cost
José Amador Morales
Como viene siendo habitual, el Gran Teatro de
Córdoba ha programado una velada dedicada al género lírico español por
excelencia en el tan cordobés mes de mayo. Coincidiendo con la titularidad de
Carlos Domínguez-Nieto al frente de la Orquesta de Córdoba, dicha cita revestía
un carácter más que interesante ya que consistía en la programación de títulos
de zarzuela vinculados a la ciudad de la Mezquita y en gran medida relegados al
olvido. Así, gracias a la inquietud del citado director madrileño, asistimos entre
2019 y 2022 a la recuperación de zarzuelas como Viva Córdoba de Quinito Valverde, El patio de los naranjos de Pablo Luna, La leyenda mora de Gerónimo Giménez, y La chiquita piconera de Ramón Villalonga, e incluso la ópera Gonzalo de Córdoba de Antonio Reparaz
(que fue llevada al escenario cuando Domínguez-Nieto, promotor fundamental de
este proyecto, ya había sido destituido, lo que dio lugar a una mediocre
interpretación que acusó no poco su ausencia).
Al
lado de aquellas aportaciones tan novedosas y creativas, la idea de volver al
formato de otra gala lírica, con una selección de piezas trilladísimas,
resultaba francamente poco original. Es el caso de fragmentos orquestales
procedentes de El Bateo, La revoltosa o La boda de Luis Alonso, habituales en los conciertos de Año Nuevo y
otros eventos de corte popular, las romanzas de La Marchenera, La tempranica o La
canción del olvido, o los coros de La
del soto del parral, La chulapona
o El barberillo de Lavapiés. A ello
debemos sumar piezas escuchadas muy recientemente en el mismo escenario como
las de La chiquita piconera y de Doña Francisquita, esta última
representada hace escasos dos meses. Tal vez, la versión de la escena completa
con el célebre “Coro de la murmuración” de El
dúo de La Africana fuese lo más atractivo del programa.
Bien es cierto que el teatro presentaba un aspecto casi completo y el citado programa parecía haber tenido éxito en cuanto reclamo de un público mayoritariamente maduro y de cierta edad, todo hay que decirlo. La gala estaba estructurada en tres bloques a razón de un fragmento orquestal, dos romanzas -o un dúo- y dos fragmentos corales cada uno. Además, tuvo el acierto de ser presentada con cierta agilidad, con el concurso de un actor que hilvanaba de forma divertida los distintos números, y sin descansos, con lo que en apenas hora y veinte minutos había concluido.
Para los solistas se acudió a los talentos locales de una Lucía Tavira solvente tanto en “La petenera” de La Marchenera como en “Sierras de Granada” de La tempranica pese a las carencias expresivas y a la arcaica gesticulación, así como a un entregado Javier Povedano en su romanza de El patio de los naranjos y especialmente musical en una preciosa Canción de Manacor de El Niño Judío donde supo replegar y expandir convenientemente su voz a despecho de un timbre mate.
El Coro de Ópera cordobés volvió a confirmar la tendencia
ascendente de sus últimas apariciones al frente de su director; un Alejandro
Muñoz que asumió también la dirección musical de la gala, algo falto de empuje
y de brío, pero con gran corrección en lo concertante y en lo que respecta al
acompañamiento de las voces.
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