Reino Unido
Carmen: con pantalones y sin salero
Agustín Blanco Bazán

En esta nueva producción de Carmen para Glyndebourne, la directora de
escena Diane Paulus propone una protagonista contemporánea que comienza enfrentando
a los hombres con pantalones que muy bien no le quedan: jeans en el primer y tercer acto, y shorts y corpiño en el segundo.
En el cuarto se pone una falda negra bien finolis, gracias a lo cual finalmente
logra acercarse al evangelio feminista en un punto fundamental: si de encarar a
los machos se trata no es necesario portarse como ellos. Mejor hacerlo como
mujer hecha y derecha.
La proclamación final de su libertad, aún
frente a la muerte, fue cantada mirando al público como un palpitante desafío.
Pero el resto de esta regie, escenificada
con el fondo de un cuadro escénico contemporáneo, fue de movimiento más bien acartonado.
De cualquier manera, rescato el momento en que en lugar de utilizar castañuelas
o un plato partido, baila y canta su solo de seducción a Don José golpeándole
el pecho con sus manitas.
Y su desafío postrero es implacable: comienza
acariciando a Don José para calmarlo y después termina despreciándolo hasta el
punto de pintarse los labios antes de subir a la tribuna para ver a su Escamillo.
El asesinato (en este caso por estrangulamiento) es ejecutado contra el
sugestivo fondo de un público taurino ubicado en una tribuna vista desde atrás.
Paulus ha declarado su admiración por los experimentos de La tragédie de Carmen de Peter Brooks y algo de este legendario
experimento hay en la escena final.
El Festival de Glyndebourne cumple 90 años
y ¿qué mejor inauguración de este gran aniversario que una nueva producción de Carmen? En este caso, como ocurre en
tantos otros, con un reparto internacional valientemente esforzado por cantar
no sólo los números musicales, sino también los recitados hablados. En francés,
y dificultosamente silabeados, con excepción de Elisabeth Boudreault, François
Piolino, Loïs Félix y Rihab Chaieb.
Chaieb fue una Carmen franco-parlante que
en los dos primeros actos sonó con timbre algo destemplado, para progresar en
el tercero a un conmovedor “Voyons,
que j’essaie a mon tour”. La escena
final la perfiló espetando sus líneas con perceptiva mezcla de sorna y
resignación.
Frente a ella, Dmytro
Popov cantó un Don José bien a la rusa, predeciblemente engolado en color pero
brillante en densidad y apoyo. Y con un pasaje al agudo del aria de la flor de
buen fiato y firme colocación final. ¡Cómo me gustaría verlo en el Dimitri de Boris Godunov antes que en Carmen! Fue quien tuvo que luchar más
con el idioma en las partes habladas, que a veces emitió impostándolas como si
las estuviera cantando.
A su lado luchó contra el idioma francés el
Escamillo de Dmitry Cheblykov, que compensó cualquier deficiencia idiomática
con un fraseo ágil y emisión vibrante. Como Micaëla Sofia Fomina exhibió una
bellísima y bien fraseada voz lírica y su aria fue de una efectividad
espontánea y sin forzamientos. Bien preparado, como es habitual, el coro de la
casa.
¿Por qué Glyndebourne no trató de presentar
algo diferente, como lo hizo con aquel inolvidable Porgy and Bess, exclusivamente actuado y cantado con coros y solistas
de una diáspora étnicamente familiarizada con spirituals de Gershwin? ¿Por qué no presentó un elenco de artistas
con el francés como lengua materna para rendir este verdadero dramma giocoso parisino con la vitalidad
de, por ejemplo, la grabación de 1950 de la Opéra Comique dirigida por André Cluytens?
Al frente de una Filarmónica de Londres bien
preparada pero algo opaca en materia cromática, Robin Ticciati comenzó con una
interpretación correcta pero que parecía pedir más intensidad cuanto más se
adentraba en la inigualable variedad de tiempos, matices, aristas y cantábiles
de esta genial partitura.
En otras palabras, esta fue una Carmen bien preparada sinfónicamente,
pero sin salero. Y sin el sarcasmo cruel pero humorísticamente irresistible de
este mítico vaudeville, que por su dramatismo directo está más cerca de West Side Story que de cualquier
amaneramiento operístico tradicional.
Comentarios