España - Madrid
La felicidad puede ser abrumadora
Xoán M. Carreira

(Oldham, Gran Bretaña, 1961) es un músico todoterreno que, muy probablemente, hubiese triunfado y disfrutado de haberle tocado vivir en la Belle Époque y aún más en los años de entreguerras. Es el tipo de virtuoso que pone el órgano al servicio de un universo interpretativo complejo y variopinto, y para el que la partitura no es un 'texto sagrado', sino un guión para su propia y personal creación artística.
El mejor ejemplo de esto fue su recreación de la
BWV 565 (ca. 1708), una obra atípica dentro de la producción de Bach, que ha sido arreglada y recreada por cientos de intérpretes de los instrumentos más diversos, destacando entre todos ellos la extraordinaria transcripción orquestal de , que -por fortuna- se mantiene en repertorio.Marshall se suma a esta tradición con una perspectiva emparentada con la de Stokowski y, sin dejar de prestar atención al texto bachiano, lo reelabora en un discurso que parece narrar la historia del órgano desde Aristide hasta Gerhard (constructor del órgano del Auditorio Nacional), en la que Marshall parece tomar en cuenta que la naturaleza de la Tocata pudiera ser la de una obra diseñada para testear las posibilidades y respuestas de un gran órgano.
Visto así, la Entrada improvisada de Marshall con que se inició el concierto, funcionó perfectamente como el preludio improvisado a una gran obra canónica, práctica habitual entre los virtuosos hasta la 2º Guerra Mundial.
Tras esta explosión de imaginación y libertad, siguiendo las convenciones de las épocas antes citadas, vino un bloque central atento a la ortodoxia textual y a las grandes tradiciones interpretativas derivadas de los instrumentos de Cavaillé-Coll.
A través del Preludio y fuga en la menor BWV 543 (ca. 1715) Marshall puso en evidencia las interrelaciones entre el Coral nº 1 en mi mayor FWV 38 (1890) de Preludio y fuga sobre B-A-C-H y el S 260/2 (1869-1870) de Franz . Una interpretación clara, coherente, imaginativa y sabia que logró hacer realidad la ilusión de estar escuchando una obra unitaria de enormes dimensiones temporales, espaciales y sentimentales. Una experiencia abrumadora.
Era el momento pues de la tercera parte festiva, siguiendo nuevamente las viejas convenciones. Una Berceuse (1988) que parodia con ternura la sonoridad de los órganos domésticos (no se lleva a dormir al bebé a la iglesia o a la sala de conciertos, se le duerme en casa) sirvió de preludio a una espectacular improvisación, la Fantasía improvisada sobre 'Rhapsody in blue' de G. Gershwin, en la que Marshall dialogó sin cortapisas con , quien fue recordado como compositor y como pianista virtuoso.
Sin duda el mejor homenaje a Gershwin que he escuchado en el año del centenario de Rhapsody in blue.
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