España - Andalucía
“Aldonza y Alonso”, homenaje póstumo a Lorenzo Palomo
José Amador Morales

La madrugada del pasado 13 de abril falleció el
compositor Lorenzo Palomo tras una larga enfermedad que se había agravado en
los últimos meses. Aunque nacido en Ciudad Real en 1939, Palomo siempre se
sintió cordobés y, no en vano, inició sus estudios musicales en el
conservatorio de Córdoba. Fue a los veinte años cuando se trasladó a Barcelona
para continuar su formación y recibir posteriormente una beca que le permitió
culminar sus estudios musicales en Estados Unidos. Durante treinta y ocho años
residió en Berlín, aunque en 2019 decidió trasladarse a la capital española.
Gracias
a su relación con Leo Brouwer, en 1997 tuvo un significativo reencuentro con
Córdoba gracias a un concierto-homenaje dirigido por el cubano, a la sazón
director titular de la Orquesta de Córdoba. Para entonces ya había alcanzado
gran éxito con obras como los ciclos de canciones Del atardecer al alba (estrenada en 1981 en el Carnegie Hall de New
York por Montserrat Caballé) o Una
primavera andaluza (1992) y, especialmente, sus Nocturnos de Andalucía para guitarra y orquesta (1996) que hace
tres años adaptó para el piano con bastante fortuna.
Precisamente
con ellos Lorenzo Palomo recibió un merecido homenaje por parte de los más de
mil cordobeses que abarrotaban la Mezquita en noviembre de 2022, con una
memorable interpretación por parte de Josu de Solaun acompañado por la Orquesta
de Córdoba bajo la dirección de Carlos Domínguez-Nieto. En aquella ocasión un
emocionado Lorenzo Palomo se dirigió emocionadísimo al público que le ovacionó
de forma entusiasta.
La
representación que comentamos, todo un homenaje póstumo a su memoria, comenzaba
con el estreno de la versión orquestal de su Aldonza y Alonso cuya música fue llevada por primera vez a los
atriles en 2016 en una interpretación parcial y con piano a cargo de alumnado
de la Escuela Superior de Canto de Madrid. La obra, dedicada a docentes y
estudiantes, fue compuesta a manera de prólogo de su ópera Dulcinea, estrenada en la Deutsche Oper Berlin diez años antes.
Palomo
manifestó su deseo de ver representadas ambas obras juntas, para lo cual no
dudaría en instrumentar Aldonza y Alonso.
Poco antes de su fallecimiento y con la ayuda de Carlos Domínguez-Nieto pudo
completar la instrumentación de la partitura, tal y como narra el director y
compositor madrileño en las notas al programa:
El pasado 25 de diciembre recibí una llamada telefónica de mi querido y admirado Lorenzo Palomo. No se encontraba bien (...) No mejoraba lo suficiente para poder volver a trabajar en la instrumentación de su Aldonza y Alonso, obra que tenía previsto estrenar en un increíble proyecto pedagógico conjunto del Conservatorio Superior de Música “Rafael Orozco”, la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba y el Conservatorio Profesional de Danza de Córdoba. Sin embargo, aunque su estado físico le impidiera escribir, Lorenzo tenía la ilusión, el genio y el entusiasmo de siempre, así como el imbatible deseo de que su obra se estrenara por fin como había prometido a los jóvenes músicos cordobeses. Fue en esa inolvidable conversación cuando Lorenzo me pidió que le ayudase a terminar de instrumentar su partitura. Así, desde ese día, en sucesivas e incontables llamadas telefónicas durante las siguientes semanas y según sus fuerzas de cada día, Lorenzo me fue dictando su música, nota a nota, compás por compás (...) Sus indicaciones eran claras y precisas, siempre escuchando mis preguntas y disipando cualquier duda. Juntos fuimos avanzando por la partitura hasta concluirla.
Así
pues, esta función del pasado día 1 de junio, además del estreno de la
partitura completa y por una orquesta sinfónica, ha supuesto la puesta en
escena de ambas obras tal y como las concebía el compositor. Planificada con
anterioridad a la muerte de Lorenzo Palomo, con quien se contaba este día, este
triste acontecimiento convirtió la velada en todo un homenaje póstumo a su
memoria. Así lo entendió el numeroso público que casi llenó un Gran Teatro
entre quienes se encontraba Carlos Murciano, el escritor y autor del texto de
las obras de Palomo.
Aldonza y Alonso, claramente más cantata
que ópera al carecer prácticamente de acción dramática, funcionó perfectamente
como prólogo de Dulcinea, centrando
el desarrollo de esta y, sobre todo, situando al espectador en su contexto
sonoro: una suerte de eclecticismo entre elementos tradicionales y
contemporáneos, clásicos y populares con ritmos, cadencias armónicas y giros
melódicos claramente inspirados en la música folclórica española, lugar común
de muchos de sus pasajes. La melodía, de atractivo y expresivo lirismo, casi
siempre fluye basculando en torno a una tonalidad en la que pocas veces se
asienta claramente. La orquestación, colorida y rica, se adapta con naturalidad
al contexto narrativo. Del conjunto de la obra, de unos cuarenta minutos de
duración, podemos destacar, por su sensualidad y belleza intrínseca la
“Cancioncilla del amor soñado” de Aldonza y el intenso dúo final hacia el que parece enfocarse toda la obra.
A
la vuelta del descanso se representó Dulcinea,
que contó con un mayor desarrollo escenográfico sobre el escenario (Aldonza y Alonso se había desarrollado
en su mayor parte utilizando con audacia los palcos de proscenio y el pasillo
inmediato al foso orquestal) gracias al intenso trabajo del ESAD de Córdoba.
Ambas obras contaron con la extraordinaria labor y entrega de los estudiantes
de canto del Conservatorio Superior ‘Rafael Orozco’ de Córdoba, no en vano los
verdaderos dedicatarios de la obra, destacando las excelentes interpretaciones
de Elena Montes Seoane como Aldonza y Rafael Díaz Parras como Alonso de una
parte, y de Natividad Andújar Pérez en Dulcinea y Ricardo Llamas Márquez en Don
Quijote, este último único profesional del reparto que hizo toda una creación
de su personaje.
Por su parte, sorprendió no poco la soberbia prestación del coro del conservatorio, ajustadísimo y de nítido e impoluto sonido, al igual que la no menos meritoria por parte de la orquesta del mismo centro. Al frente de todos ellos impactó el impresionante desempeño de un Carlos Domínguez-Nieto al frente de la dirección musical, indiscutiblemente motivado e implicado en el proyecto, quien supo poner en valor el contenido de sendas partituras extrayendo lo mejor de estos jóvenes intérpretes.
Para el recuerdo la imagen de Domínguez-Nieto en los
saludos finales pidiendo al foso que le subieran la partitura de la ópera y
mostrándola ante un público entusiasmado y puesto en pie en un conmovedor gesto
de homenaje hacia el compositor fallecido.
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