Reino Unido

Vibrante y paradójico: el Fidelio de la sordera

Agustín Blanco Bazán
viernes, 14 de junio de 2024
'Fidelio' dirigido por Dudamel © 2024 by Ash Knotek/Barbican 'Fidelio' dirigido por Dudamel © 2024 by Ash Knotek/Barbican
Londres, lunes, 3 de junio de 2024. Barbican Hall. Fidelio, ópera en dos actos con libreto de Joseph Sonnleithner, Stephan von Breuning y Georg Friedrich Treitschke y música de Ludwig van Beethoven. Versión actuada en concierto con actores sordomudos y cantantes: Amelia Hensley/Tamara Wilson (Leonore) Daniel Durant/Andrew Staples (Florestan), Hector Reynoso/James Rutherford (Rocco), Sophia Morales/Gabriella Reyes (Marzelline), Otis Jones/David Portillo (Jaquino), Giovanni Maucere /Shenyang (Don Pizarro), y Mervin Primeaux-O’Bryant/Patrick Blackwell (Don Fernando).Coros del Gran Teatro del Liceu de Barcelona, de Cámara del Palau de la Música Catalana y Coro de Manos Blancas. Orquesta Filarmónica de Los Ángeles bajo la dirección de Gustavo Dudamel.
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Un DVD documental de hace algunos años sobre la Novena de Beethoven muestra una pareja de sordomudos experimentando la Oda a la Alegría en el Palau de la Música a través de vibraciones, cuya energía al principio inquieta a la chica. Él la aplaca con un sutil toque de manos. Y, junto a otros oyentes e intérpretes similarmente minusválidos, ambos tratan de intuir lo que Beethoven puede haber sentido cuando, ya totalmente sordo, pretendía acompañar al director de orquesta marcando tiempos y ojeando la partitura en el estreno vienés de la obra en 1824.

Este Fidelio presentado en Los Ángeles, Barcelona, París y finalmente Londres también quiere evocar la heroica minusvalía beethoveniana como una fuente de inspiración para los artistas y los espectadores que no pueden oír. También hacia ellos debe navegar el arte de Orfeo a través de un Estigia de silencio cruel pero finalmente superable, aunque más no sea que con la ayuda de vibraciones y gestos. Porque finalmente Alle Menschen werden Brüder: Todos somos hermanos: los que podemos oír y y los que a veces sienten más que los que oyen. Así entendí yo el mensaje de este complejo experimento, cuya apreciación excede los límites de una reseña crítica convencional.

Una comparación de las fotos tomadas en el auditorio Walt Disney de Los Ángeles con las del Barbican londinense traiciona las deficiencias de este último. Mientras que en el Walt Disney solistas y coros se beneficiaron con un espacio vasto y abierto, en el Barbican debieron actuar sobre en una tarima elevada y angosta entre la orquesta y el fondo de maderamen que cierra la sala. Los cantantes solistas, todos ellos vestidos de blanco, fueron doblados por artistas sordomudos que desarrollaron una compleja coreografía de gestos con una expresividad estereotipada pero efectiva por lo afín con la constante alusión en esta obra a valores similarmente extremos en su radical transcendencia, como lo son “Libertad”, “Amor” y “Esperanza.”

‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.

Algunos momentos me impresionaron como de particular convicción, por ejemplo, la arrebatadora mímica de la Marcellina de Sophia Morales en el poco piu allegro de su invocación a la esperanza (“Die Hoffnung schon erfült die Brust,”) o el histriónico nihilismo actuado por el Pizarro de Giovanni Maucere al imaginar esa sola puñalada con que espera enmudecer para siempre a Florestan (“Ein Stoss - und er verstummt”). También Daniel Durant logró convencer con un Florestan actuado con toda la desesperación extrema de un encarcelado entre la vida y la muerte. Y todo ello no solo en el alfabeto de signos internacional sino también con una apasionada mímica coreográfica.

Prefiero no reseñar el aporte de cantantes, orquesta y coro y ello por una razón obvia: quiero reservar esta ocasión para artistas, espectadores (y tal vez lectores) sordomudos. Para los demás baste con decir que, con sus más y sus menos, todos cantaron y tocaron como para poder vibrar conmovedoramente en la sensibilidad de quienes no pueden oír.

En varios momentos la regie impuso alternativas discutibles, como por ejemplo separar cantantes y sus dobles para ubicarlos en los extremos opuestos de la tarima. Frente a este tipo de complejidades el trabajo de Gustavo Dudamel fue titánico, no sólo en sus esfuerzos para instruir las entradas de solistas, coros y orquesta sino también la de actores que sin poder oír nada, habían estudiado la obra para poder gesticularla en una lengua de signos universales.

‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.

Por supuesto que hubo desajustes y varias veces se necesitaron tiempos lentos para definir la instrucción de la batuta al gesticulado. Pero finalmente, el espectáculo venció por su convicción y por el entusiasmo que supo despertar como un empático taller de trabajo empecinado en liberarnos a todos de esa eterna cárcel de aprensiones hacia lo diferente que inevitablemente afecta nuestra rutina de percepción artística. A esta altura debo confesar mi afición a las funciones de ópera con intérpretes para sordomudos al costado de la escena. Algunos espectadores se irritan ante esta distracción marginal, pero en mi caso, esta precisa y expresiva gesticulación de signos me ha ayudado a veces a aliviar mi irritación frente al acartonamiento de los cantantes que deberían tomar lecciones con los sordos para hacerse escénicamente creíbles. Porque soy de los que piensan que visualizar la música con signos abre una nueva dimensión a la obsoleta expresión melodramática del género operístico.

Ocasionalmente, los solistas y sus dobles se unieron en abrazos que no sólo enfatizaron esos maravillosos instantes de desazón y consuelo en esta obra de encarcelados físicos y morales, sino que también parecieron trascender la separación impuesta entre los sordos y los que pueden oír. Y la sordera finalmente palpitó para todos por igual en lo que normalmente son diálogos “hablados”. En esta ocasión estos diálogos se desarrollaron en silencio, visualizados en signos a su vez traducidos al lenguaje escrito con la ayuda de sobretítulos.

‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.‘Fidelio’ de Beethoven. Gustavo Dudamel, director musical. Londres, Barbican Center, junio de 2024. © 2024 by Ash Knotek/Barbican.

Los coros del Liceu y del Palau cantaron desde el fondo de la escena a través de un “Coro de Manos Blancas” venezolano. Y aquí los roles se invirtieron porque el blanco reservado para los cantantes pasó a ser el de coristas que interpretaron a los prisioneros sin poder oír la partitura cantada en sus espaldas, pero con entregada atención a las instrucciones del director de orquesta. El Coro de Manos Blancas es otro ejemplo mas de la capacidad de convocatoria social venezolana. Es parte del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela (universalmente conocido como “El Sistema”) y está relacionado con Asociación de Sordos del Estado de Lara (ASEL) que proclama desde la capital provincial de Barquisimeto la necesidad de incorporar el lenguaje de signos en la educación primaria de todos, sordomudos o no. De esta manera la famosa “inclusividad” pasaría de ser una proclamación propagandística a nuestra vida cotidiana, normalmente deficiente en materia de comunicatividad que no sea solamente parlanchina.

Durante un instructivo panel previo a la función, miembros del coro y el elenco de actores proveyeron información sobre el Deft West Theatre, la organización californiana detrás de este Fidelio, y otros importantes proyectos artísticos de incorporación de sordomudos al teatro hablado y musical. Fue uno de esos típicos encuentros multiculturales londinenses donde diferentes étnias y géneros lo compartieron todo. La decisión de traducir los signos de los hombres con voces de mujeres y viceversa no hizo sino incrementar el motivador sentido paradójico de este encuentro de silencio y sonido.

Una de las artistas manifestó su convicción en el sentido de que a los sordos, como a los ciegos, no les faltaba nada sino que más bien podían desarrollar percepciones inaccesibles al resto de los mortales y aquí no pude menos que recordar la descripción que me hizo, ya totalmente ciego, Jorge Luis Borges de la exposición sobre los vikingos que acababa de ver en el Museo Británico. Tuve que reconocerle que yo había percibido la mitad y supongo que lo mismo ocurre en el caso de la sordera. Después de todo paradojas como “¿Oyes la luz?” (Wagner, Tristán e Isolda) o “Lector cierra los ojos” (Solzhenitsyn, Archiélago Gulag) son invitaciones a comprender lo incomprensible.

Y a aceptar lo inaceptable, como en el caso de la artista que durante el panel constató con calma y fácticamente que “la diferencia entre Beethoven y yo, es que Beethoven quedó sordo después de haber escuchado música. Yo nunca en mi vida pude oír un acorde”. Pero, como Borges frente a los “videntes”, tal vez escuchó lo que muchos no podemos escuchar. 

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