España - Castilla y León

Fusión

Samuel González Casado
martes, 18 de junio de 2024
Thierry Fischer © thierryfischer.com Thierry Fischer © thierryfischer.com
Valladolid, viernes, 7 de junio de 2024. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Guinovart: Concierto para flauta n.º 2 (estreno). Shostakóvich: Sinfonía n.º 7 en do mayor, op. 60, “Leningrado”. Emmanuel Pahud, flauta. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Thierry Fischer, dirección. Ocupación: 90 %.
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Si por algo se han caracterizado las incursiones en la música actual de esta temporada, y en particular los estrenos, es por su accesibilidad hacia el público del Centro Cultural Miguel Delibes. El Concierto para flauta n.º 2 de Albert Guinovart no fue una excepción: pese a un comienzo que auguraba una música más “vanguardista”, la vena melódica y los múltiples homenajes (algunos realmente explícitos y “estructurales”, como en el caso de Mozart) se impusieron en una suerte de creación culinaria de fusión bien combinada (estructura muy clásica) y de múltiples influencias.

Lo que más me llamó la atención fueron los déjà vu con la música cinematográfica de los 70 y principios de los 80: Georges Delarue acudía a mi cabeza continuamente, y no por causas evidentes o incontestables. Muchos de los momentos más dinámicos se tomaron del estilo de Bernstein, y me pareció que otros meditativos se desarrollaron con más independencia. La orquestación detallaba aspectos de la temática del concierto (el viento) en general con imaginación, aunque en los momentos más rítmicos podría haber sido algo menos lineal. Creo que Guinovart, presente en la sala, pretendió que el público se divirtiera, desde una organización sólida y reconocible, con estas buenas dosis de accesibilidad, nostalgia y clasicismo en múltiples vertientes; misión cumplida: fue ovacionado.

Emmanuel Pahud defendió la pieza con su habitual solvencia técnica: comenzó con algún pequeño error de afinación y también con frases poco pulidas; pero fue anecdótico y, de menos a más, enseguida manejó su estupendo sonido a su antojo y no cedió ante las dificultades del tercer movimiento, La danza del aire. El público reaccionó de forma entusiasta, y cuatro flautistas, incluido Thierry Fischer, regalaron un arreglo sobre temas de La flauta mágica que de nuevo recibió ovaciones.

Curiosamente la Sinfonía n.º 7, “Leningrado”, de Shostakóvich, tiene partes mucho más herméticas que la obra entrenada; pero es habitualmente garantía de éxito, aunque ni mucho menos resulte una perita en dulce: el trabajo que exige en los ensayos, sobre todo si se quiere ir más allá de la solvencia, y luego en el concierto está fuera de discusión.

Su parte más recordada, la de la marcha, fue el punto más débil de la interpretación que comento, pues le faltaron sorpresas, personalidad y sobre todo dramatismo: volumen aparte, todo transcurrió de una manera demasiado apacible, y hubo algunos errores en el equilibrio tímbrico, como cuando la melodía desapareció en unos cuantos compases con el relevo de los trombones.

Pienso que la versiones en las que ese despreocupado motivo de Lehár se transforma en una película de terror, y hay reservas holgadas para el momento en que se invierte, traducen mejor el espíritu programático de la obra, aunque puedan resultar efectistas. De hecho, que el motivo se invierta en modo menor resulta el punto más directamente dramático de la progresión, y resulta lógico pensar que la elección por Shostakóvich del tema se debe a que precisamente en este momento se puede transformar en otro que suena inequívocamente a tragedia rusa, presente como consecuencia atroz de lo anterior; a lo que Fischer realmente no hizo gran caso. Eliahu Inbal, mucho más ácido, así lo pergeñó en la temporada 2016-2017. También existe la opción de la implacabilidad rítmica y transparencia absoluta, difícil en esta sala y desde el estilo de Fischer.

En cualquier caso, todo lo demás de esta interpretación estuvo bien o muy bien, pues el titular de la OSCyL sabe contraponer ambientes de una manera muy plástica. Destacaron la extensas partes en adagio, caracterizadas por un fraseo conmovedor e impecables intervenciones de la cuerda, muy bien conjuntada esta vez (violas memorables, por indicar lo más evidente, y estupendos los violines por ejemplo en los pianos). No pudo haber quejas respecto a las otras familias, que transmitieron motivación. El final, equilibrado, rotundo y por lo tanto efectivo, enardeció al público, que jaleó sin descanso al director y a los miembros de la orquesta que este fue destacando. 

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