Francia
Pop sí pop no
Francisco Leonarte
Empieza el concierto con una versión
simpática, llena de vida, de Come again. Se nota la complicidad entre
los miembros del ensemble, incluyendo a la solista Lea . Tienen la
bonita energía de un conjunto pop, y la forma de vestir de unos y otros bien
pudiera corresponder a esa imagen. El director, Thomas , aprovecha para
tomar la palabra con el desenfado de quien conoce bien el tema tratado. El
público que está delante de él en platea y primer piso está encantado. El
público que está detrás de él acaba por protestar: no se le oye.
Y es que, sí, nos topamos con el problema
habitual de buena parte de los auditorios construidos en el siglo XXI: todo el
mundo ve muy bien, pero quienes están detrás o a los lados oyen mal (o no oyen)
a los cantantes y oradores. Dunford ha tenido el buen gusto de no usar
micrófono, pero no ha tenido en cuenta las características de la sala. De
hecho, me pregunto qué conclusiones de este concierto y de la intervención de
Lea Desandre habrán sacado quienes se hallaban detrás y a los lados.
Máxime cuando se trata de un repertorio tan delicado como las canciones de , cuyo espacio ideal es el salón de una casa, o como mucho una sala que no exceda de las trescientas butacas. La Maison de la Radio debe de tener unas novecientas más del mínimo acá sugerido.
Las intervenciones de los instrumentistas,
especialmente Dunford, son primorosas. Aunque tal vez quepa deplorar falta de
diversidad en la expresión de los sentimientos. Nos hallamos ante una serie de
piezas de encaje, y si no se presentan con todo el cuidado, acaban los encajes
por parecernos todos iguales.
Segunda parte con uno de los músicos más
populares del barroco -y el más conocido de los nacidos en Inglaterra- Henry
Aplaudimos todos al final del programa, y los
intérpretes quieren corresponder a los aplausos con un bis. Dunford nos cuenta
entonces que improvisan entre ellos, y que ha compuesto una canción ... Y se
sacan de la manga una canción de campamento scout* pero a la inglesa, que
cuenta que somos un océano y no sé qué otras cosas más, una canción blandita
blandita blandita, de esas repletas de buenos sentimientos y de música ñoña.
Al público le encanta, o sea que los intérpretes nos asestan otra cancionzurra, esta vez con participación del propio público a modo de coro de teresianas, dándole a la cosa un tufillo new age que la hace especialmente empalagosa.
O sea que no hay por donde agarrarlo. La cosa
no es gran cosa ni como jazz, ni como clásica ni como pop.
En fin, a los intérpretes hay que pedirles que sean buenos intérpretes, no necesariamente grandes creadores, ¿verdad? Buenos intérpretes, lo son, pero cuando se ponen a componer … mejor huir.
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