España - Andalucía
Inmersión y multimedia
Pedro Coco

Tras casi treinta años, vuelve al Maestranza la ópera que encumbró a Giuseppe Verdi, y lo ha hecho con una destacable afluencia de público; crucemos los dedos por que se renueve el interés y se nutran las arcas del teatro tanto como el espíritu de los nuevos adeptos a esta irresistible secta que es la operística. Este público, además, se fue a casa con una buena dosis de estímulos visuales y experiencias inmersivas, procedentes de una apuesta escénica dinámica a la que sorprendentemente nadie desde su asiento afeó —como sí ocurriera el pasado año con la Tosca— la inclusión de música ajena a la partitura verdiana —hubo cortes considerables además— o la presencia de sonidos amplificados; quizás la repetición, a capella, del inmortal “Va pensiero” desde el patio de butacas funcionara como bálsamo conciliador.
La historia del opresor contra el oprimido, la ambición desmedida o los amores imposibles es tan arquetípica que cualquier época y coyuntura resultan adecuadas para trasladar la dramaturgia.
Por ello, no extraña ya a nadie que del marco babilónico se nos llevase a la actualidad; ya durante el estreno de la obra en Italia se establecieron del mismo modo claros paralelismos. Un gran espejo y un receptáculo de agua, así como constantes proyecciones, componían la base de la escenografía y, aunque para el conocedor de la historia era fácil seguir los guiños propuestos desde la dirección, en algunos momentos se apreciaba más interés en el impacto visual que en el desarrollo narrativo.
Vocalmente, desde la dirección artística del teatro se apostó por cantantes que pudieran defender con honestidad unos roles tan comprometidos, comenzando por un
impecable, que a lo largo su recreación del protagonista dejó ver los mimbres que lo están convirtiendo en apuesta segura en el repertorio verdiano.Con gran conocimiento del estilo, un uso intachable del canto ligado —espectaculares arcos de fiato— y una generosa proyección, se convirtió indiscutiblemente en el triunfador de la noche del estreno.
Su colega Damiano
María José
, soprano que, por categoría vocal, no encajaría en una Abigaille atendiendo a la escritura verdiana, maneja del mismo modo que sus dos anteriores colegas los resortes verdianos y es música sumamente inteligente, además de muy sensible fraseadora, por lo que suplió con tablas y un radiante instrumento las dificultades del rol.Rotundo el material de
La profesionalidad del veterano
Simón
Cantera nacional a la que
cualquier teatro debería tener en cuenta por su brillantez fueron la
mezzosoprano
Y se cierra el apartado vocal con
un coro al más alto nivel. El trabajo detallista y concienzudo de Íñigo Sampil y
sus ilusionados integrantes se viene demostrando año tras año: el empaste, la
entrega y la disposición fueron cartas ganadoras en unas noches en las que su
protagonismo resultó incontestable.
Por último, aunque no por la
calidad de su prestación, pues en todas las secciones sonó de manera brillante,
la Sinfónica de Sevilla y sus dos directores. Compartían Sergio
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