España - Valencia

La fraternidad como necesidad inteligente

Rafael Díaz Gómez
lunes, 1 de julio de 2024
McBurney, La flauta mágica © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce McBurney, La flauta mágica © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce
Valencia, domingo, 16 de junio de 2024. Palau de les Arts. W. A. Mozart: La flauta mágica, singspiel en dos actos. Libreto de Emanuel Schikaneder. Estreno: Viena, Theater auf de Wieden, 30 de septiembre de 1791. Dirección escénica: Simon McBurney. Escenografía: Michael Levine. Vestuario: Nicky Gillibrand. Iluminación: Jean Kalman. Directora de movimientos: Josie Daxter. Vídeo: Finn Ross. Sonido: Gareth Fry. Coproducción: Dutch National Opera, Festival d’Aix-en-Provence, English National Opera. Giovanni Sala (Tamino), Serena Sáenz (Pamina), Gyula Orendt (Papageno), Rainelle Krause (Reina de la Noche), Matthew Rose (Sarastro), Iria Goti (Papagena), Monostatos (Brenton Ryan), Antonella Zanetti (Primera dama), Laura Fleur (Segunda dama), Luzia Tietze (Tercera dama), Irakli Pkhaladze (Orador), Alejandro López (Primer sacerdote y Primer armado), Jorge Franco (Segundo sacerdote y Segundo armado), Trinity Boys Choir (tres muchachos). Artista de sonido: Ruth Sullivan. Artista de vídeo: Blake Habermann. Cor de la Generalitat Valenciana. Director: Francesc Perales. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: James Gaffigan.
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Vuelvo a hablar de mi alumnado. Intento convencerlo de que las funciones (los ensayos generales) para menores de 28 años a 10 euros que organiza Les Arts merecen realmente la pena. La verdad es que tengo suerte y no he de insistir demasiado. Lo cuento ahora porque, entre los míos, quienes asistieron a la representación de esta Flauta mágica reservada a los jóvenes me asaltaron al día siguiente con una alegría desbordante, quitándose la palabra para tratar de comunicarme su entusiasmo ante lo que habían vivido. Y aunque quisieron mantener el misterio de lo escenificado para que yo también me sorprendiera, he de confesar que no pude evitar cubrirme con un velo de prevención soberbia y viejuna: intuía un frenético ritmo tiktokero, atractivo, pero quizás insustancial. Craso error.

O no tan craso. O no tan error. Pero, en definitiva, qué lo mismo da. Si el poder del teatro te subyuga, ¿para qué resistirse? Simon McBurney y su equipo saben cómo cautivar con esta coproducción del singspiel mozartiano que lleva más de una década sobre los escenarios. Es cierto que en ella los acontecimientos visuales (¡y sonoros!) se suceden con rapidez y en ocasiones con una simultaneidad de espectáculo circense en varias pistas y, por lo tanto, no fácil de seguir. También es verdad que hay mucho lugar común entre las soluciones que propone.

‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .

Sin embargo, bien con delicadeza, bien con cierta tosquedad, encaja de manera convincente cada efecto en la línea argumental (la línea argumental del teatro popular, que nunca es una línea cerrada). Lo elemental, primario o arcaico, que no sé cómo decirlo, se conjuga perfectamente con la tecnología más moderna. El público ríe, se despreocupa, se queda atónito, goza con la implicación entre todas las fuerzas creativas, se siente partícipe de la fiesta (porque es una fiesta teatral a la que ha sido invitado) y finalmente aplaude entregado en pie. Esto sí que es un cierre de temporada. Iglesias (Jesús, el director artístico del teatro) también sabe lo que se hace.

Gaffigan y la orquesta parecieron pasárselo en grande. Con profesionalidad y entrega, que eso no se duda. Me gustó la lectura del director norteamericano, nada pesada a pesar de tener cuerpo, esencialmente resuelto el compromiso entre línea y volumen, entre sonido “de época” y romántico, de tiempos ajustados al respirar del drama, sin aparentes caprichos y al servicio de las voces, nunca tapadas a pesar de estar el foso un tanto elevado sobre la práctica habitual (también a la orquesta le tocó ser parte escénicamente activa de la representación). Por su parte el coro, una vez más, impecable.

‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .

De entre las voces solistas, obligado me parece comenzar con la de otra joven con un instrumento y una musicalidad de muchísimos quilates. El canto de la catalana Serena Sáenz es limpio, equilibrado, rico, homogéneo, fraseado y regulado persuasivamente, emitido con naturalidad. Su Pamina fue un placer para el oído y su forma de desenvolverse en el escenario un alarde de espontaneidad. Espero que se conduzca en su carrera con tiento e inteligencia y que pueda regresar a menudo a Les Arts.

Mientras, Giovanni Sala fue el que actuaba en este teatro por tercer año consecutivo. Quizás el lirismo de este tenor italiano no sea el que más se adapte al papel de Tamino, que parece precisar de más complexión canora, pero, en cualquier caso, volvió a dejar constancia de muy buenos detalles, un centro luminosamente asentado y una línea sutil, aunque nada quebradiza.

‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .‘La flauta mágica’ de Mozart. Dirección musical: James Gaffigan. Dirección escénica: Simon McBurney. Valencia, Palau de les Arts, junio de 2024. © 2024 by Miguel Lorenzo y Mikel Ponce .

Gyula Orendt emplumó a Papageno desde la más terrestre de las materias, como ha de ser, para lanzarlo a volar con seguridad y desparpajo, dejándonos a nosotros enjaulados en su zafio encanto. Por su parte, Matthew Rose compuso un Sarastro de impresionante presencia física y autoridad vocal, a la que, en cualquier caso, no le habría venido nada mal un punto de mayor rotundidad en los graves. Su oponente, y a la postre no tan rival, Reina de la Noche (todo acaba en esta versión en una concordia que ya quisiéramos en otros escenarios), superó, en la voz de Rainelle Krause, sus dos escollos con franqueza apabullante, aún mejor en su segunda aria a pesar de la silla de ruedas desde la que se la hizo actuar.

Monostatos tuvo en Brenton Ryan un discreto representante, no sé si porque al pobre le habían hecho perder la fuerza en regocijos de manualidad onírica con inspiración paminiana. Muy bien la Papagena de Iria Goti, las tres damas, los sacerdotes y hombres armados, el orador, y destempladillos los niños del Trinity Boys Choir, puede que arrastrados por la caracterización, que los había convertido en infantes ancianos.

Sin embargo, no estábamos para lanzar reproches. Todo lo contrario. Así, uncidos por un buen rollo universal, liberados por la fuerza del teatro, tuvimos que agradecer con atronadores aplausos el esfuerzo que lo había hecho posible. Y digo yo que lo inteligente quizás sería que no nos apeáramos de esta sensación. Vamos, que no se acabara la fiesta.

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