Austria
Un deslumbrante teatro musical del agrado de todos
Juan Carlos Tellechea
Henry Mason ha logrado en la Volksoper de Viena una bella producción, colorida y espectacular, de La flauta mágica, en la que Omer Meir Wellber se las ingenia además para desafiar a los cantantes con llamativos malabarismos en los tempi, transformando la última e icónica ópera escrita y dirigida personalmente por Wolfgang Amadé Mozart en 1791 en un deslumbrante teatro musical del agrado de todos. La preciosa versión de Mason fue estrenada en 2020 y tiene miras de establecerse de forma permanente en el repertorio.
La sala de la Volksoper estaba a tope de público de todas las edades esta tarde. Este es el infinito poder de convocatoria que tiene Mozart hasta hoy. El vuelo de las ideas a través de este cosmos de cuentos de hadas con múltiples estratos ofrece un espectáculo implacable (y a menudo estridente) con excelentes interpretaciones a varios niveles para soñadores jóvenes y mayores.
La flauta mágica es una obra difícil por su heterogeneidad. Mozart y su hermano masón, el libretista Emanuel Schikaneder, adoptaron un enfoque orientado al público de los escenarios suburbanos de finales del siglo XVIII y empaquetaron en esta pieza casi todo lo que podía interesarles a esos espectadores: magia y pompa, cuento de hadas y gran ópera, farsa y drama romántico.
Sueño lúcido
Todo es un enorme reto. La obra es larga y complicada, muy fragmentada y a menudo escrita casi como una película, sin transiciones entre escenas. Plantea asimismo muchos enigmas; no es posible ver de inmediato su profundidad. Por supuesto, no se puede racionalizar todo e incluirlo en un sistema. Esta ópera requiere preservar la magia que posee. Tiene que ser como un sueño, pero lúcido.
Trabajar en ella lleva a reconocer la abisal estructura de esta "fantasmagoría" y encontrar ideas que funcionen. Esencialmente, La Flauta Mágica'' es un cuento de hadas sobre la esperanza de un nuevo comienzo.
El príncipe y la princesa tienen que superar las tinieblas para unirse y así renovar el mundo. Es una historia sobre cómo encontrar un lugar en la Tierra, para situarse, diferenciar entre el bien y el mal, encontrar un camino propio, crecer y romper con ideas preconcebidas heredadas de los mayores (padres, abuelos...).
Filme
La ópera puede alargarse hacia el final. Pero los diálogos se han ajustado un poco y se han reescrito mínimamente. La régie ha tratado de que el segundo acto fuera variado y se tuvo en cuenta el flujo fílmico intrínseco en la pieza, según el programa de mano.
A mucha gente le encanta esta obra y tiene expectativas fijas. Verbigracia el aria de la Reina de la Noche (Alexandra Flood). La esfera de este personaje está retratada como un medio amenazador y rutilante que celebra el uso de puñales en elegantes coreografías.
Lamentablemente, Flood no solo tiene problemas para calibrar su tempo, sino que también falla varias notas, por no mencionar el fa agudo. Ni siquiera su apariencia multiplicada le ayuda a ganar más autoridad. (sin ánimo de ofensa, esta publicación ya ha difundido el nombre de una joven soprano que sabe interpretar este papel a las mil maravillas).
Luminosidad
El mundo igualmente poco pacífico de su adversario Sarastro es luminoso y está expuesto a un gran calor: el distrito de su templo se asemeja a una fortaleza militar que lleva mucho tiempo sudando bajo los efectos del cambio climático (escenografía y vestuario: Jan Meier).
En el santuario se despliegan feroces criaturas para intimidar a los desobedientes. El propio Sarastro (Stefan Cerny) se parece a un déspota colonialista, adornado con una piel de leopardo que le añade un poco de color local a la escena. En un círculo más privado, Sarastro se permite un poco de contrición y dudas, lejos de esa pose señorial. El asta de ciervo que utiliza cuando aparece por primera vez es responsable asimismo del asombro que conlleva la puesta.
Marionetas
Sin embargo, también aquí el sumo sacerdote de Isis y Osiris sabe cómo ganarse al sacerdocio con maquiavélica sabiduría. Es obvio que no habrá solución pacífica a los conflictos entre ese tenebroso mundo de venganza de la Reina de la Noche y este otro, aparentemente soleado. Los rivales están demasiado enredados en la aversión y el ansia de poder. La obra de Mason parece aquí pesimista y clarividente. En cierto modo, la madurez lo lleva a alejarse por una vez del estilo lúdico.
Así se rescata el mundo de los cuentos. La salvación del planeta viene de forma inocente e infantil a través de marionetas (diseño y dirección Rebekah Wild) y no solo involucra a los tres chicos (del Coro de los niños cantores de Viena) que intervienen. Éstos actúan de forma cada vez más autónoma hacia el final y salvan a Pamina y Papageno.
Para la régie, la tercera fuerza en esta obra es la generación más joven: Tamino y Pamina, Papageno y Papagena. Pero también la naturaleza, las plantas y los animales, todos ellos representados por marionetas.
Ametralladoras
Después de devorar a un Homo sapiens, una pitón probablemente permanecería en un relajado estado de saciedad. En la puesta de Henry Mason empero, el pequeño ser humano con el que se atraganta al principio el reptil solo le despertará el apetito por Tamino, el plato principal.
Ante su última hora, el príncipe abandona toda dignidad. Es algo comprensible, pero prematuro, porque la gigantesca serpiente constrictora muere a tiempo gracias a los letales proyectiles que disparan con sus pistolas ametralladoras las tres damas al servicio de la reina, y pronto vuelve a caer en el olvido.
Cambio climático
La naturaleza esta representada por todo tipo de animales de las latitudes más lejanas, como pingüinos, garzas, zorros del desierto, camaleones, antílopes adax o ratones saltarines, que llaman ciertamente la atención sobre la crisis del cambio climático.
Por supuesto, la producción no pierde la oportunidad de tener algunos frailecillos antárticos revoloteando alrededor de Papageno (Alexandre Beuchat). El uso un tanto inflacionario de pájaros que aletean y prefieren posarse sobre los hombros de la gente, así como el de una criatura parecida a una libélula se agota con el tiempo. En fin, que los animalitos escuchan atentamente el acercamiento entre el príncipe Tamino (David Kerber) y Pamina (Sophia Burgos).
Tras fracasar el ataque final del sombrío ejército real, al que también se había unido Monostatos (Karl-Michael Ebner), de repente se hace de día. Después de que Papageno encontrara a su Papagena (Elisabeth Schwarz), todos se reúnen para una escena final: entre flora y fauna, casi todos los personajes están presentes, cantando hacia un cierre feliz y viendo a muchos de los hijos de Papageno retozando por ahí.
Colorín, colorado
Así que todo irá muy bien. Al menos en este cuento de hadas, que envuelve con robustez tonal y resuelto fraseo el director general musical de la Volksoper, Omer Meir Wellber. Al frente de la animada orquesta de este ilustre y popular templo lírico,
Al final, el séptuple círculo del sol brilla con un digno esplendor coral (preparado por Roger Díaz-Cajamarca). No solo los numerosos niños presentes, sino también los acompañantes adultos están encantados. La Flauta Mágica de , deliberadamente orientada a la familia, como un cuento de hadas en el mejor sentido del término, tiene todos los ingredientes necesarios para establecerse en la de Viena como un clásico perenne.
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