Italia
Caminos de amistad 1: Cantos de migrantes
Agustín Blanco Bazán
Anualmente Riccardo Muti preside, bajo el lema de “Caminos de amistad”, visitas musicales con el fin de integrar a los ejecutantes de la orquesta Juvenil Luigi Cherubini a un quehacer compartido con comunidades diversas en lugares afectados por conflictos bélicos, catástrofes naturales o padecimientos de particular intensidad. Este proyecto anual combina conciertos en el marco del anual Festival de Ravenna con lugares como Sarajevo, Beirut, Jerusalén o Damasco, Ground Zero o el santuario de Lourdes.
Este verano el director y su orquesta se presentaron
en Lampedusa, una isla “italiana” que está más cerca de África que de Sicilia. ¡Qué
ironía que tenga el nombre del novelista siciliano famoso en todo el mundo por
haber inspirado el concepto del gatopardismo!,
ese “hay que cambiar algo para nada cambie” tan ilustrativo de la hipócrita
actitud de los gobiernos del Mare Nostrum
frente a desesperación de los migrantes africanos. Porque Lampedusa es un
lugar lo suficientemente remoto para asegurar que víctimas de guerras,
hambrunas y conflictos civiles estén lo más lejos posible de una Europa cuyos
gobiernos hacen todo lo posible para rechazarlos con ahorro de recursos y
tecnicismos legalistas contrarios a un derecho humanitario predicado por
instrumentos internacionales supuestamente aplicables en cualquier nación
civilizada.
Frente a esta realidad desoladora, Muti y su tropa insistieron en presentarse en un escenario rocoso natural con obras cuyo conmovedor mensaje pude apreciar en las dos noches que precedieron el viaje en el auditorio Mauro De André y el teatro Alighieri de Ravenna.
En el Palazzo Mauro De André, un enorme espacio de capacidad para casi 4000 personas, un coro femenino abrió el primer programa con canciones en varios idiomas alusivas a los valores morales que muchos vemos jaqueados por la prédica anti-inmigratoria de las derechas europeas. En una de ellas, una Donna d´Oriente invitó al publico a abrir su psique al mar para poder asimilar una dimensión insondable de tragedia y esperanza. Siguieron otras canciones con lamentos por hijos muertos, y reflexiones sobre huidas a tierras lejanas en las cuales una mezcla implacable de cambio e incertidumbre es solo aliviada por el recuerdo de lugares y amigos perdidos. Una fugaz nota de programa sugirió asociar la Donna d´ Oriente de la canción con la Madonna Greca el bajorrelieve bizantino encontrado las playas de Ravenna en el medioevo y hoy preservado en su Basílica de Santa Maria del Porto.
El Mauro de André había estado predeciblemente repleto para un concierto inaugural del Festival, con Muti dirigiendo a la Filarmónica de Viena con obras de Mozart y Schubert, y fue tal vez pensando en la necesidad de asegurar un lleno similar que inicialmente se había previsto incluir la obertura de La forza del destino junto a las obras destinadas a resaltar las vicisitudes de los migrantes marítimos. Pero Muti terminó descartando esta idea, porque este concierto, que se repetiría luego en Lampedusa, tenía un sentido diferente al de los conciertos tradicionales. De cualquier manera, los locales se presentaron en número suficiente para llenar el foro en un noventa por ciento a pesar del calor agobiante y aplaudieron con el entusiasmo que sólo es capaz de provocar una ocasión musical convertida en plataforma política.
Enseguida de las canciones Muti se presentó frente una Orquesta Cherubini diferente. Diferente porque incluía algunos violines, violas, chelos y contrabajos de caja de resonancia multicolor, hechos con restos de las embarcaciones de refugiados naufragadas en Lampedusa. Ello por iniciativa de una Fundación de la Casa dello Spirito e delle Arti que en un Proyecto Metamorfosis agrupa a presos de cárceles italianas que convierten este trágico maderamen en una Orchestra del Mare.
Según las notas del programa se trata de “una orquesta que se propone dar voz, a través de la música, a todas las personas que han perdido la vida en el mar y a todos los migrantes que todos los días son obligados a dejar su país por causa de la guerra y de la miseria.” Acto seguido, el compositor Giovanni Sollima se incorporó a la orquesta con su violonchelo multicolor para acompañar su Stabat Mater con texto de Filippo Arriva estrenado en Catania en 2021.
Solima y Arriva son tan sicilianos como el “siciliano arcaico” (así lo definen los creadores) de la palabra cantada. Otro siciliano, el pintor Antonello da Messina, inspiró los poemas de Arriva con una de sus Crucifixiones, la que cuelga en el Museo de Arte de Bucarest. En este fresco vemos un rostro materno paralizado por un dolor tan intenso que ni siquiera permite a la virgen una catarsis de llanto. Arriva cuenta haberse inspirado también en la foto del cadáver de Aylan Kurdi, el migrante de tres años depositado por el mar en una playa turca en el 2015.
La estructura es en ocho movimientos cantados
por coros femeninos y un contratenor solista. Al comienzo la Madre llora un
hijo “perdido a su destino”, que recuerda como “la única flor de su jardín” (“Sulu ciuri d’o me jardinu figghiu persu ’ndo so
distinu”). Sigue un un crescendo cuya rebelión acusatoria es de un
dramatismo operístico: “mi corazón se agita cuando medito y lloro mientras la
muerte mata” ("ndo me cori c’è ventu a pinsari lacrimari pi la morti ammazzari!”
). Finalmente, la madre se aplaca para acunar su hijo muerto: “respiro de mi
vida, alma de mi alma, hecho de miel y jazmines… duerme, duerme, duerme,
mientras te canto la vieja novena” (“anima dell´anima mia fattu di meli e
gelsumino…rormi, rormi, rormi, rormi, ca ti canto ‘a vecchia nuvena”).
Como pocas integra esta obra nueva toda una tradición musical italiana. Como el Stabat Mater de Pergolesi o el Requiem de Verdi éste es un arrollador cantabile de instrumentación clara y armonías cinceladas para palpitar a través de la voz humana coral y del solista. Como preludio a la canción de cuna final, algunas intervenciones de arpa y chelo elevan la luminosidad de una masa orquestal nunca compacta o pesada sino diferenciada en sus texturas instrumentales y ocasionalmente realzada con algunas espectrales intervenciones de theremin. Por su lirismo y su apasionada pero sobria línea melódica, este es un Stabat Mater para agregar a una ilustre serie de predecesores. Solo que, en este caso, la liturgia católica mariana se ve expandida a un significado de dolor y rebelión ecuménico en su significado artístico y cultural.
La obra restante de este primer programa fue una extraña mezcla de música electrónica grabada con acompañamiento en vivo de la Cherubini, siempre dirigida por Muti. Limen-Samìa-Limen es una suite electro-acústica compuesto por Alessandro Baldessari sobre la vida Samia Yusuf Omar, una atleta olímpica muerta con otros migrantes en el mar Mediterráneo. Los acordes finales, de plomiza y estremecedora opacidad, culminan con un suspiro postrero alusivo a la entrega final al mar de la eternidad.
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