España - Cantabria

Festival de Santander

El huracán Radvanovsky arrasa Santander

José Amador Morales
viernes, 16 de agosto de 2024
Sondra Radvanovky y Jonathan Tetelman con la OSB y Riccardo Frizza © 2024 by Pedro Puente / FIS Sondra Radvanovky y Jonathan Tetelman con la OSB y Riccardo Frizza © 2024 by Pedro Puente / FIS
Santander, lunes, 5 de agosto de 2024. Palacio de Festivales de Cantabria. Obras de Giuseppe Verdi (La forza del destino, Macbeth), Umberto Giordano (Andrea Chénier), Pietro Mascagni (Cavalleria Rusticana) y Puccini (Tosca, Turandot, Manon Lescaut). Sondra Radvanovsky, soprano. Jonathan Tetelman, tenor. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Riccardo Frizza, director musical. 73 Festival Internacional de Santander.
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Apenas cuarenta y ocho horas después del concierto inaugural de la septuagésimo tercera edición del Festival Internacional de Santander, protagonizado por la soprano Aida Garifullina, asistimos a otra velada con mayor peso vocal de partida habida cuenta de que se anunciaba con formato de gala lírica (“´Gala Puccini” para ser más exactos) y que a la postre se reveló como una incandescente noche de arrollador poderío vocal, de esas que dejan huella entre los asistentes y de las que se recuerdan durante muchos años.

De partida, la dirección musical de un especialista en el repertorio italiano como Riccardo Frizza aseguraba el idiomatismo de cada lectura así como un impecable acompañamiento a las voces. Pero es que aquí logró el milagro de elevar a una Sinfónica de Bilbao a la altura de las circunstancias, espoleando y extrayendo lo mejor de los músicos en lo que – también – fue una actuación memorable de la orquesta vizcaína, como pudimos comprobar no solo en las arias sino en los hermosos fragmentos orquestales de La forza del destino, Manon Lescaut o Cavalleria Rusticana.

Sondra Radvanovsky. © 2024 by Pedro Puente / FIS.Sondra Radvanovsky. © 2024 by Pedro Puente / FIS.

Pero sin duda la gala giró en torno al protagonismo de una Sondra Radvanovsky en plenitud de facultades que gustó y se gustó como pocas veces en esta cita santanderina. Ya su primer ataque con la palabra “pace” del aria de Leonora de La forza del destino, en forma de una espectacular mesa di voce con la que se recreó desplegando su poderosa voz a lo largo de la Sala Argenta y la replegó en un susurro con una naturalidad pasmosa, fue toda una declaración de intenciones. 

Si ya esta aria verdiana provocó el delirum tremens de la audiencia, a partir de ahí la soprano estadounidense se fajó un programa en el que lució su imponente instrumento, bien que nunca dotado de un squillo especialmente atractivo pero sí de un timbre muy personal al que aporta una musicalidad innata y un fraseo de gran peso expresivo. 

Radvanovsky volvió a poner el auditorio boca abajo con fragmentos de su repertorio habitual como “Vissi d’arte”, “La mamma morta” o “Sola, perduta, abbandonata”, donde su voz de soprano lírica-spinto se ajustaba como un guante a las necesidades dramáticas de cada aria, revelando al mismo tiempo su talento actoral en sus movimientos sobre el escenario. 

Probablemente uno de los momentos más impactantes de su actuación fue su apabullante versión de “In questa reggia”, la gran escena de salida de Turandot, personaje que debutara hace dos años en Roma, pieza insólita en una gala de este tipo por su evidente dificultad canora y dramática, en un desafío que volvió a desatar la locura entre los presentes.

Jonathan Tetelman con la Orquesta Sinfónica de Bilbao y Riccardo Frizza. © 2024 by Pedro Puente / FIS.Jonathan Tetelman con la Orquesta Sinfónica de Bilbao y Riccardo Frizza. © 2024 by Pedro Puente / FIS.

Por su parte Jonathan Tetelman supo aprovechar la desbordante energía de su compañera y también se llevó parte del botín de la gala en forma de éxito. Ya en la inicial “Ah la paterna mano” del Macbeth verdiano puso de manifiesto su personalidad y su acerado fraseo, bien que por momentos expresivamente fútil. 

A ello debemos sumar su apostura sobre el escenario, un potente registro agudo y una indiscutible entrega, cualidades que le llevaron a conquistar al público santanderino con arias tan veneradas en el repertorio tenoril como “E lucevan le stelle”, “Nessun dorma” o “Donna non vidi mai”. 

No obstante, el instrumento del tenor de origen chileno también evidenció problemas técnicos, con un pasaje horadado por el cual no fluye el sonido y que origina el habitual estrangulamiento del sonido hacia el agudo y una desconcertante – por lo aleatoria – diversidad de colores en su voz. 

En cuanto a la articulación vocal, Tetelman abusó constantemente y con dudoso gusto abriendo enfáticamente las terminaciones con vocales abiertas, particularmente la “a” (sventurata, faccia, braccia, Floria, mia, speranza, vita, terra…). 

Por otra parte, la evidente química entre Sondra Radvanovsky y Jonathan Tetelman se reflejó en los dúos del primer acto de Tosca, y los conclusivos de Andrea Chénier y Manon Lescaut con los que remataron cada sección individual del concierto así como toda la generosísima tanda extra de bises (“Sola, perduta, abbandonata”, “E lucevan le stelle” y el dúo final de Manon Lescaut). 

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