España - Cantabria
Festival de SantanderEl huracán Radvanovsky arrasa Santander
José Amador Morales
Apenas cuarenta y ocho horas después del concierto
inaugural de la septuagésimo tercera edición del Festival Internacional de
Santander, protagonizado por la soprano Aida
De partida, la dirección musical de un especialista en el
repertorio italiano como Riccardo
Pero sin duda la gala giró en torno al protagonismo de una Sondra
en plenitud de facultades que gustó y se gustó como pocas veces en esta cita santanderina. Ya su primer ataque con la palabra “pace” del aria de Leonora de La forza del destino, en forma de una espectacular mesa di voce con la que se recreó desplegando su poderosa voz a lo largo de la Sala Argenta y la replegó en un susurro con una naturalidad pasmosa, fue toda una declaración de intenciones.Si ya esta aria verdiana provocó el delirum tremens de la audiencia, a partir de ahí la soprano estadounidense se fajó un programa en el que lució su imponente instrumento, bien que nunca dotado de un squillo especialmente atractivo pero sí de un timbre muy personal al que aporta una musicalidad innata y un fraseo de gran peso expresivo.
Radvanovsky volvió a poner el auditorio boca abajo con fragmentos de su repertorio habitual como “Vissi d’arte”, “La mamma morta” o “Sola, perduta, abbandonata”, donde su voz de soprano lírica-spinto se ajustaba como un guante a las necesidades dramáticas de cada aria, revelando al mismo tiempo su talento actoral en sus movimientos sobre el escenario.
Probablemente uno de los
momentos más impactantes de su actuación fue su apabullante versión de “In
questa reggia”, la gran escena de salida de Turandot, personaje que
debutara hace dos años en Roma, pieza insólita en una gala de este tipo por su
evidente dificultad canora y dramática, en un desafío que volvió a desatar la
locura entre los presentes.
Por su parte Jonathan Tetelman supo aprovechar la desbordante energía de su compañera y también se llevó parte del botín de la gala en forma de éxito. Ya en la inicial “Ah la paterna mano” del Macbeth verdiano puso de manifiesto su personalidad y su acerado fraseo, bien que por momentos expresivamente fútil.
A ello debemos sumar su apostura sobre el escenario, un potente registro agudo y una indiscutible entrega, cualidades que le llevaron a conquistar al público santanderino con arias tan veneradas en el repertorio tenoril como “E lucevan le stelle”, “Nessun dorma” o “Donna non vidi mai”.
No obstante, el instrumento del tenor de origen chileno también evidenció problemas técnicos, con un pasaje horadado por el cual no fluye el sonido y que origina el habitual estrangulamiento del sonido hacia el agudo y una desconcertante – por lo aleatoria – diversidad de colores en su voz.
En cuanto a la articulación vocal, Tetelman abusó constantemente y con dudoso gusto abriendo enfáticamente las terminaciones con vocales abiertas, particularmente la “a” (sventurata, faccia, braccia, Floria, mia, speranza, vita, terra…).
Por
otra parte, la evidente química entre Sondra Radvanovsky y Jonathan Tetelman se
reflejó en los dúos del primer acto de Tosca, y los conclusivos de Andrea
Chénier y Manon Lescaut con los que remataron cada sección
individual del concierto así como toda la generosísima tanda extra de bises
(“Sola, perduta, abbandonata”, “E lucevan le stelle” y el dúo final de Manon
Lescaut).
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