Musicología

Bruckner 200

Biopatografía de Anton Bruckner

Juan Carlos Tellechea
martes, 27 de agosto de 2024
Fritz Ehrbar, foto de Bruckner en su lecho de muerte © 2024 by Kirchenzeitung, Diözese Linz Fritz Ehrbar, foto de Bruckner en su lecho de muerte © 2024 by Kirchenzeitung, Diözese Linz
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Anton Bruckner no solo asombra aún a los musicólogos con sus innovadoras composiciones, sino también a los médicos con su historia clínica, como puso de manifiesto el profesor Dr Klaus Laczika, médico intensivista y cofundador, así como director artístico del Festival Brucknertage 2024, en el Congreso Internacional celebrado la semana pasada en la Abadía de los canónigos agustinos de San Florián (Alta Austria).

El Congreso, titulado Anton Bruckner hoy y entonces fue organizado en este año del bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner por la Bruckner Society of America, que preside el profesor Dr Benjamin Korstvedt, catedrático de la Universidad Clark, de Worcester, Massachusetts. Hasta ahora y desde hace muchos años, estas conferencias de expertos eran realizadas bienalmente en cooperación con la publicación especializada The Bruckner Journal.

El congreso fue celebrado en el Reino Unido durante una década, pero la pandemia del coronavirus alteró esta pauta. En 2023 la Bruckner Society of America la organizó en la Universidad Yale, New Haven, Connecticut. Aún no se ha decidido dónde será celebrada la próxima reunión, posiblemente en 2026.

El paciente Anton Bruckner

Para la historia de la medicina, el caso del paciente Anton Bruckner es también testimonio de la fortaleza de un ser humano para sobrevivir durante más de una década y media con insuficiencia cardíaca, además de todo tipo de complicaciones, como edemas y neumonía que padeció en dos oportunidades.

En este estado, con problemas respiratorios, ataques de asfixia y semanas de agotamiento, compuso su Novena Sinfonía. Lo débil que se encontraba a menudo puede verse en el autógrafo del movimiento final (inacabado), del que solo han llegado fragmentos hasta nuestros días; temblorosos garabatos cubren los pentagramas.

De izquierda a derecha: Dr. Heller, Kathi Kachelmaier, Anton Bruckner, su hermano Ignaz y el médico profesor Schroetter. © 2024 by Kirchenzeitung, Diözese Linz.De izquierda a derecha: Dr. Heller, Kathi Kachelmaier, Anton Bruckner, su hermano Ignaz y el médico profesor Schroetter. © 2024 by Kirchenzeitung, Diözese Linz.

El profesor Dr Laczika, un apasionado de la música, formuló su presentación desde la perspectiva de la medicina interna, centrada exclusivamente en las enfermedades físicas de Bruckner. Su biopatografía está basada en los informes del médico de cabecera de Bruckner, el Dr Richard Heller, y en documentos del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Viena. La ponencia trató de la predisposición del paciente al cuadro clínico que sufría, sus factores de riesgo, su estilo de vida, la primera manifestación de su cardiopatía en 1884, las terapias y las distintas fases de su posterior evolución hasta su deceso.

Un fenómeno

Si el Dr Laczika hubiera tratado a Bruckner en 1891, cuando comenzó a componer la Novena, habría pensado en que::

(…) tendría que hacer todo lo posible para salvarlo, de lo contrario morirá. El tratamiento inmediato sería una cuidadosa reducción del edema, procurar un retorno a una tensión arterial normal, infusiones; una angiografía para determinar si hay que utilizar stents o un baipás. En cualquier caso, Bruckner sería un paciente con graves problemas. Desde la perspectiva actual, no hay dudas de que no sobreviviría mucho tiempo sin ayuda de la medicina.

Hace unos 120 años, los médicos prescribían reposo en cama, la prohibición de fumar, una dieta láctea, y más tarde medicamentos como la digoxina. El Dr Laczika afirmó que Bruckner:

(…) estuvo varias veces como muerto, pero siempre se recuperaba y seguía trabajando en la Novena.

Inexplicable

Aunque la larga supervivencia es difícil de explicar, el camino hacia la insuficiencia cardíaca estaba pavimentado con lo que todo médico de cabecera contraindica hoy en día a sus pacientes, agrega el Dr Laczika:

Siempre tuvo un apetito voraz. Le gustaba comer dos o tres raciones de sus platos favoritos, como G'selchtem (carne de cerdo curada y ligeramente ahumada, elaborada con costillas, cuello, paletilla o panceta) con col y albóndigas de sémola y siempre tres platos de sopa de cangrejo de río. Por las noches, el compositor bebía entre 13 y 17 pintas de cerveza,* ¡todos los días! Y además fumaba puros. 
Probablemente la mayor parte de sus movimientos los realizaba cuando subía las escaleras que conducían a la galería donde estaba el órgano o a la sala de conferencias; si no, estaba todo el tiempo sentado...mientras comía, componía o en el coche tirado por caballos que utilizaba como medio de transporte. El resultado de una alimentación rica en lípidos e hidratos de carbono, el consumo de alcohol y el escaso ejercicio es el de arterias coronarias calcificadas y agua en los pulmones, sumado a trastornos respiratorios, agua en el estómago y las piernas, junto con dificultades para caminar y tocar el órgano.

Nada de esoterismos

La Novena Sinfonía fue la última obra de Anton Bruckner. Sin embargo, es testimonio de un milagro que los médicos siguen sin poderse explicar. El profesor Dr Klaus Laczika, autor de un libro sobre la importancia de la música en la estación de cuidados intensivos y en la terapia advierte contra la tendencia a caer en esoterismos:

Pero si nos fijamos en los datos y los síntomas, hay muchas cosas inexplicables. En otras palabras, si Bruckner hubiera sido un posadero, pongamos por caso, (…) no habría vivido mucho tiempo. El factor decisivo para la perseverancia de Bruckner fue que sentía una llamada interior y llevaba la música dentro. Anton Bruckner componía para Dios. Rezaba a Dios todos los días: ¡Dame tiempo para terminar de escribir la Novena!. También discutía con Dios: ¡Si no me das tiempo, no tendrás una sinfonía acabada! Algunos días de los últimos años de su vida, rezaba durante horas. Puede que también se beneficiara del efecto de la música, razón por la cual se utiliza incluso en unidades de cuidados intensivos desde hace varios años. Se ha demostrado científicamente que tiene un efecto positivo en el organismo.

La música y sus estímulos

Existe una conexión entre el estado de ánimo en el cerebro y la susceptibilidad a las enfermedades físicas; los estímulos agradables provocados por la música también pueden ayudar a un enfermo a recuperarse. El profesor Dr Klaus Laczika relató una experiencia más asombrosa a este respecto en la unidad de cuidados intensivos:

(…) una vez un paciente despertó de un estado comatoso de tres semanas, cantando. Los musicoterapeutas habían entonado su canción favorita Guten Abend, gut' Nacht junto a su cama. Cantaba y estaba despierto.

Anton Bruckner se trataba a sí mismo: con la música que tocaba en su armonio y su piano con dedos temblorosos, y también con la música que tenía en la cabeza. Es más: cuanto peor era su estado, más emocionante y gigantesco era lo que componía, agregó el Dr Laczika:

Anton Bruckner es el ejemplo de persona que necesita el arte para sobrevivir. Alguien que es completamente feliz obviamente no tiene motivos para componer, pintar o escribir nada. Sin embargo, no es la música de un enfermo, es algo increíblemente maravilloso. Esto es música del futuro. En la Novena, Bruckner inventó un nuevo tipo de tonalidad y miró cuarenta años hacia adelante. Esta música fue compuesta con la mente completamente despejada, aunque con el cuerpo enfermo. La Novena fue su última obra y, aún inacabada, testimonio de un milagro.

Conciertos prosiguen

Pabellón Bruckner en el Monasterio de San Florián. © 2024 by Andreas Röbl.Pabellón Bruckner en el Monasterio de San Florián. © 2024 by Andreas Röbl.

Klaus Laczika, médico internista e intensivista en la Universidad de Viena, cofundó el Festival Bruckner de San Florián en 1997. La edición 2024 del evento concluyó el pasado fin de semana, pero la exposición permanente Cómo empezó todo. Las visiones de Bruckner, así como los conciertos de piano y órgano continúan en la Abadía de San Florián. 

Notas

La pinta es una medida de origen inglés que se utiliza al momento de servir cerveza (aunque no es exclusiva para la cerveza). Se estableció en 1824 y varía dependiendo la latitud donde se le mida, siempre en torno al medio litro.

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