Francia
Ópera de ParísQue la próxima sea mejor ...
Francisco Leonarte
La Opera Nacional de París había decidido
empezar su temporada con Falstaff, cuyas representaciones han sido
dedicadas a Hugues R. Gall, que fue director de la casa de 1995 a 2004 y bajo
cuyo mandato fue encargada la producción que nos ocupa, cosa que no creo deba
ser un título de gloria, si me permiten ustedes que vaya anticipando la crítica
...
Falstaff no es una
ópera querida por el gran público. No tiene arias populares, y las estrellas
del canto no incluyen ningún fragmento en sus recitales. Y sin embargo, ¡qué
delicia!, ¡cuánta diversión de cabo a rabo! Uno de los mejores ejemplos de la
conjunción entre música y teatro en toda la historia de la ópera, bien podría
decirse que Falstaff, con sus células melódicas más bien cortas y
empleadas en el momento preciso, con su partitura a base de pinceladas ágiles,
es consciente o inconscientemente modelo para otras obras maestras como Maskarade
de Nielsen o incluso las óperas de Janacek.
Pero para una buena representación de Falstaff
es indispensable que el elemento escénico brille a la par del elemento
musical. Y eso, este martes 10 de Septiembre de 2024, con ocasión de la
apertura de la temporada 2024-2025 de la Ópera de París, eso, pues no, no lo
tuvimos.
Reparto con más menos que más
Para empezar, es necesario para Falstaff
un buen ramillete de actores-cantantes. No son indispensables voces hermosas,
pero sí voces muy seguras y temperamentos fuertes.
El rol principal quedaba encomendado a
Ambrogio Maestri, que hoy en día es el cantante más reputado para tal cometido.
En efecto a pesar de ciertos pequeños apuros debido a la edad, Maestri resuelve
con tablas todas las dificultades vocales. Aunque también lo ha cantado tantas
veces que uno puede preguntarse por momentos si no hay cierta rutina a la hora
de abordarlo. En ocasiones su edad le impide moverse con la agilidad que
requiere el papel (aunque sólo fuera para perseguir a sus acólitos al final del
primer cuadro, por ejemplo) perdiendo en capacidad teatral. En otros casos le
falta malicia como en la confrontación con Ford disfrazado de Fontana, con una
escucha un tanto plana. El público le ríe los falsetes, que utiliza a
profusión, y no es imposible que la claque se encargara de hacerle un triunfo,
con aplausos incluidos a mitad de su primera escena. En cualquier caso no se le
puede negar que conoce el papel al dedillo y que, de entre todos los
intérpretes que nos ocupan, Maestri fue el de mayor volumen y autoridad.
El tenor Iván Ayón Rivas es de los pocos que
salieron netamente airosos: bonito timbre, bien entendido su personaje escénica
y vocalmente, matices en el canto, facilidad en el paso al registro agudo,
legato, musicalidad ... Un buen Fenton. Y un tenor que esperamos poder escuchar
más a menudo.
No nos es posible decir lo mismo de Federica
Guida como Nanetta, que dio todas la notas, cierto, pero sin delicadeza
ninguna, con un «Sul fil d'un soffio» que más que «hilo de un soplo» hacía
pensar en los «cien elefantes que se balanceaban sobre la tela de una araña» ...
Condiciones no parece sin embargo que le falten. Ojalá para otros roles pueda
entender mejor su personaje y su particella.
Si Andrii Kymach como Ford, saca con brío su
monólogo de los celos, en el resto de la ópera se muestra sin embargo sin
autoridad, sin volumen, sin gracia y sin matices. Lástima, porque el timbre es
bonito, tiene squillo y sus agudos son muy buenos. ¿Falta de rodaje? ¿Timidez
cuando se halla en escena rodeado de compañeros? ¿Chi sa?
Es
difícil impresionar con un papel bastante ingrato como el de Alice, y Olivia
Boen no impresiona, pero sí saca adelante, con relativa comodidad, el papel.
Resuelve con eficacia y hasta con gusto las dificultades de su particella. No
es poco.
Lamentamos que los papeles de Doctor Caius y Pistola
hayan sido encomendados a cantantes que sin duda pueden ser valiosos en otros
repertorios pero que en este caso no poseen el volumen suficiente para defender
sus personajes en una sala tan grande como Bastille.
En ese sentido Marie-Andrée Bouchard-Lesieur
como Meg y como Bardolfo Nicholas Jones (al que hemos podido apreciar en otros
cometidos como miembro de la Troupe de l'Opéra) se las apañan mejor.
Buena participación de Marie-Nicole Lemieux.
Cierto, su carrera le ha llevado a trabajar más como mezzo que como contralto,
y eso se nota a la hora de abordar Mrs Quickly. En cualquier caso,
intérprete inteligente, consigue comunicar humor, divertirse y divertirnos. Un
placer siempre escuchar y ver a la muy teatral y muy musical Lemieux.
Las direcciones
A todos les hubiera ido mejor con una
dirección de actores digna de ese nombre. Pero el director de escena, amén de
no aportar profundidad psicológica ninguna a los distintos personajes,
sacrifica todos los gags del libreto (y de la partitura) a su decorado:
una fábrica de ladrillo de finales del XIX, puesto que -no se sabe por qué- el
director de escena transpone la acción del siglo XVI a finales del XIX.
Decorado único, como decíamos, con lo cual, todo pasa en la misma calle. La hostería está justo al lado de la casa de los Ford, que al parecer viven en la
calle y no en una casa.
Y es en esa misma casa-hostería-garaje-fábrica
donde se reúnen las hadas y otros animales fantásticos de la última escena: un
sinsentido que deja perplejo y que deja al oyente falto de las imágenes
sugeridas por la música verdiana. Como no hay puertas, se pierde el gag del
final de la escena Ford-Falstaff, como no hay jardín, nadie entiende las idas y
venidas de los dos grupos de hombres y mujeres en la segunda escena, como no
hay roble, nadie entiende cómo puede esconderse Falstaff ... Y así todo.
Los movimientos escénicos son simplotes y a
menudo sin justificación ninguna ... En fin, una puesta en escena que en
principio es «de las que no molestan», de las «clásicas» (de hecho no se
escucharon protestas cuando el director de escena saludó), y que no por ello
deja de ser una pésima puesta en escena.
Con estos mimbres, la dirección orquestal creo que hace «lo que puede»: intenta no tapar a los cantantes (pero es difícil porque la partitura exige por momentos volumen y las voces en general no son grandes), intenta por momentos dar ritmo (pero la puesta en escena no lo tiene), intenta establecer las condiciones para que el cantante dé matices (pero no siempre tales condiciones son aprovechadas) ...
Notables los solistas de la orquesta (preciosa trompa, magníficas trompetas, buena prestación de las cuerdas, notable intervención del corno inglés ...). Si algunos conjuntos funcionan bien -los del segundo cuadro en particular- en otros casos no suenan con la suficiente claridad o incluso emborronados, como en la famosa fuga final.
El coro, en su breves intervenciones,
convence. Particularmente el femenino en la escena de las hadas.
Aplausos más calurosos de lo que la
representación merecía (sin duda la gente tenía ganas de «haber asistido a un
buen espectáculo», se haya aburrido o no) pero al salir, comentarios de gente
decepcionada por la puesta en escena. Incluso una señora murmuraba a su marido:
«Espero que la próxima sea mejor» ...
Comentarios